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miércoles, 14 de marzo de 2018

Arde la región



Juan José Ríos Ríos
El Volcán/Guzmán


Nada justifica que las zonas boscosas de la región sur, de todo el estado y del país mismo, prendan fuego por manos intencionadas o por descuidos del hombre. Pero si el fuego es una amenaza que cobra forma cada temporada de estiaje, el bosque padece también el ataque constante por la tala clandestina, incluidas áreas que se consideran parques nacionales o zonas de reserva ecológica, ante la indiferencia o incapacidad de quienes deben de protegerla y en su caso sancionar a quienes realizan estos daños al medio ambiente y del ecosistema.



            En estos momentos, aunque se dice que ya fue controlado el incendio que desde el fin de semana anterior afecta la zona boscosa del Parque Nacional Nevado de Colima, por el lado oriente de la zona urbana de Ciudad Guzmán se aprecian las grandes nubes de humo, que seguramente no son fogatas para asar la carne en el campo, sino producto de otro descuido o de la mano intencionada que, quemando el bosque, busca cambiar su uso de suelo.

            Sin lugar a dudas, cuando menos hasta lo que va de la presente temporada de incendios, son menos los siniestros y eso se aprecia a simple vista porque la atmósfera no presenta, hasta el momento también y para fortuna nuestra, la gruesa y enorme capa de humo que en temporadas anteriores oscurecía el firmamento y con ello afectaba el medio ambiente y la salud de las personas por donde se esparce el producto de esos incendios.

            Pero el mal no deja de existir, y mucho menos hay freno en la tala agresiva y clandestina que ocurre en los sitios donde todavía hay bosque, un problema que la ha quedado muy grande a las instituciones creadas para vigilar, controlar y preserva nuestros bosques, principalmente porque no se dispone del equipo material y humano necesario y, por lo que se ve y se vive, tampoco hay la intención de tenerlo, cuando otros países en el mundo, con menos recursos forestales como los que se tienen en nuestro país, viven y se enriquecen de un manejo sustentable y comercial del bosque que disponen.

            Lamentable es aceptar, como muchas otras situaciones que se viven en los municipios, en los estados y en todo el país, la prevalencia de una actitud predadora, de rapiña, de daño y apropiación del bien ajeno, de lo que no  nos cuesta y, junto con ello, la complicidad, la indiferencia y hasta la incapacidad de las autoridades, de las instituciones creadas para la preservación, en este caso, de nuestros recursos, de los bienes nacionales y personales, triunfa más el predador que la justicia, no hay moral en la política pública de velar por el bien de los demás y la mejor prueba la tenemos todos los días, si este tema aborda incendios forestales, también hay fogatas de irritación ciudadana que están prendiendo cada vez más en muchos rincones del país, y lo que se palpa es la actitud indiferente, indolente y vaga de quienes gobiernan.


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