Juan
José Ríos Ríos
El Volcán/Guzmán
El Volcán/Guzmán
Nada
justifica que las zonas boscosas de la región sur, de todo el estado y del país
mismo, prendan fuego por manos intencionadas o por descuidos del hombre. Pero
si el fuego es una amenaza que cobra forma cada temporada de estiaje, el bosque
padece también el ataque constante por la tala clandestina, incluidas áreas que
se consideran parques nacionales o zonas de reserva ecológica, ante la
indiferencia o incapacidad de quienes deben de protegerla y en su caso
sancionar a quienes realizan estos daños al medio ambiente y del ecosistema.
En estos momentos, aunque se dice
que ya fue controlado el incendio que desde el fin de semana anterior afecta la
zona boscosa del Parque Nacional Nevado de Colima, por el lado oriente de la
zona urbana de Ciudad Guzmán se aprecian las grandes nubes de humo, que
seguramente no son fogatas para asar la carne en el campo, sino producto de
otro descuido o de la mano intencionada que, quemando el bosque, busca cambiar
su uso de suelo.
Sin lugar a dudas, cuando menos
hasta lo que va de la presente temporada de incendios, son menos los siniestros
y eso se aprecia a simple vista porque la atmósfera no presenta, hasta el
momento también y para fortuna nuestra, la gruesa y enorme capa de humo que en
temporadas anteriores oscurecía el firmamento y con ello afectaba el medio
ambiente y la salud de las personas por donde se esparce el producto de esos
incendios.
Pero el mal no deja de existir, y
mucho menos hay freno en la tala agresiva y clandestina que ocurre en los
sitios donde todavía hay bosque, un problema que la ha quedado muy grande a las
instituciones creadas para vigilar, controlar y preserva nuestros bosques,
principalmente porque no se dispone del equipo material y humano necesario y,
por lo que se ve y se vive, tampoco hay la intención de tenerlo, cuando otros
países en el mundo, con menos recursos forestales como los que se tienen en
nuestro país, viven y se enriquecen de un manejo sustentable y comercial del
bosque que disponen.
Lamentable es aceptar, como muchas
otras situaciones que se viven en los municipios, en los estados y en todo el
país, la prevalencia de una actitud predadora, de rapiña, de daño y apropiación
del bien ajeno, de lo que no nos cuesta
y, junto con ello, la complicidad, la indiferencia y hasta la incapacidad de las
autoridades, de las instituciones creadas para la preservación, en este caso,
de nuestros recursos, de los bienes nacionales y personales, triunfa más el
predador que la justicia, no hay moral en la política pública de velar por el
bien de los demás y la mejor prueba la tenemos todos los días, si este tema
aborda incendios forestales, también hay fogatas de irritación ciudadana que
están prendiendo cada vez más en muchos rincones del país, y lo que se palpa es
la actitud indiferente, indolente y vaga de quienes gobiernan.
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