>En
lugar de seguir la estela del otro nayarita, Amado Nervo, la breve obra de
Chumacero exploró los lamentos del amor, siempre desde una luminosidad poética
que por momentos rozaba a la mística. Este próximo 9 de julio se abre la fecha
de su centenario.
Dos
cumbres poéticas sostienen la tradición literaria de la tierra del Nayar. Ambos
son símbolos nacionales de nuestra poesía mexicana.
Uno
es Amado Nervo, aquel caballero andante que se unió y fortificó, a su modo, a
la corriente modernista, de la cual destaca y describe en su máximo esplendor
el nicaragüense Rubén Darío; corriente que fue la ruptura de América contra la
costumbre lírica castellana. El otro pilar es sin duda el trabajo y la persona
de Alí Chumacero.
Dos
nombres que se antojan extravagantes dentro de la increíble nómina descrita por
la tradición, que va de la figura de Nezahualcóyotl, hasta cualquiera de las
voces de nuestros días. Amado y Alí, ¿resultan naturales al español de México?
Nervo y Chumacero, ¿nos recuerdan un sonido natural en nuestras tierras?
Extravagancia en los sonidos, sí, pero no en las correspondencias, pues ambos
resultan lo suficientemente celebrados como para negarlos.
Amado
Nervo y Alí Chumacero fincan con sus obras el firmamento de una poesía y son
luminosidades que alumbran el trayecto de nuestra lírica nacional.
Hoy
esos cometas han dejado el plano terrenal para perpetuarse en los altos bancos
luminosos de las constelaciones. Los creadores de dos sistemas verbales
nacieron en una misma ciudad. En Tepic, Nayarit, dieron sus primeros pasos para
luego caminar por rumbos distintos y conformarse en lo que son.
Una
forma fácil para Alí hubiera sido seguir la trayectoria de la luz de Nervo. Por
fortuna Chumacero no tomó el camino simple y abrió una nueva ruta que se
encuentra más cercana a la obra del grupo sin grupo de los Contemporáneos que
de su coterráneo. La breve pero bien edificada obra poética de Alí Chumacero
recuerda más a la de José Gorostiza y su Muerte
sin fin, que a la abundante producción de Amado Nervo.
Fue,
entonces, un acierto no continuar por caminos andados. La muerte de Chumacero (ocurrida
el 22 de octubre en la Ciudad de México, llenó de luto a la República de los
Poetas), se ha convertido en un distinto resplandor…
SEGUIR LA LUMINOSIDAD Y MUDAR DE
CAMINO
“Los
poemas de Alí Chumacero —ha dicho Octavio Paz en un breve ensayo— son sucesos
de la carne o del espíritu que ocurren en un tiempo sin fechas y en alcobas sin
historia”. En seguida agrega: “Es el tiempo cotidiano de nuestras vidas
cotidianas recreado por un oficio estricto que, en sus mejores poemas, se
resuelve en un diáfano equilibrio. No encuentro mejor palabra para definir a
este arte exquisito que la palabra cristalización…”
A
Paz la obra de Chumacero le recuerda a dos grandes poetas mexicanos: a Ramón
López Velarde “por la religiosidad” y a Salvador Díaz Mirón, “al que lo une el
culto a la forma cerrada” y la afición por “asuntos no poéticos” y la “reserva
orgullosa”. Pero también a los textos bíblicos en los cuales caminó, según Paz,
muy cercano a López Velarde, por su “conciencia del pecado” (Yo pecador, a
orillas de tus ojos /miro nacer la tempestad…), y debido al acercamiento de
ambos a la liturgia católica (Oh cítara del alma, armónica al pesar, /luto
hermana: aíslas en tu efigie/ el vértigo camino de Damasco/ y sobre el aire
dejas la orla del perdón, /como si ungida de piedad sintieras/ el aura de mi
paso desolado…).
Se
puede afirmar que Alí Chumacero es un poeta del amor y en un texto José María
Espinasa afirma que sus poemas en este sentido son de “amor cumplido siempre en
el lamento”.
El
ensayista asevera que la poesía de Chumacero “va en busca” del “milagro de la
estatua”, y lo contrapone con la obra de Xavier Villaurrutia al proferir: “…de
una estatua mucho más tangible que la de Villaurrutia, vuelta puro grito al
morir de sueño…”, pues para Alí Chumacero, “el amor está siempre en un
‘después’ que llamamos escritura”. Pues para José María Espinasa: “El amor es
pura forma de la misma manera que la carne es pura forma”.
Los
dos puntos de vista y sus lecturas son admirables y nadie puede estar en
desacuerdo, pues las argumentaciones surgen de estudios profundos, de lecturas
que fueron hasta el fondo y hacia las alturas y otorgan luces para una nueva
lectura de cada poema del autor nayarita, quien se ha vuelto ahora una
Petrificada estrella, temerosa
frente a la virgen tempestad.
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