Samuel Gómez Patiño
En el último año de mi carrera de
licenciatura que en ese entonces era de 9 semestres, se nos programaban
seminarios de las áreas más importantes como son Recursos Humanos, Finanzas, Administración
y Producción. Nos daba todo un mes de cada materia y por lo general se resolvía
a través de casos prácticos que en equipo teníamos que presentar en clase y me
parece que entonces aprendí el valor de trabajar en equipo.
Tomé
la decisión de juntarme con diferentes compañeros en cada materia y obtuve
experiencias diferentes al conocer otros criterios y formas de trabajar. En
recursos humanos me junte con tres compañeros y nos llamábamos los 4
fantásticos: la compañera era de Tecate y faltaba mucho, era la “Chica
Invisible”, otro compañero siempre tenía la cara muy seria, parecía de piedra
entonces era “la Mole”, luego teníamos un compañero que rápido se alteraba por
lo que decíamos “la Flama” y su servidor tan delgado que parecía el hombre
elástico, en fin, fuimos todo un caso.
Entonces cuando entramos al
seminario de finanzas y nos asignaron a uno de los maestros más experimentados
en el área, el entonces director de la Facultad de Contaduría y Administración
el Doctor Sergio Octavio Vázquez López (QEP), decidí que debía prepararme
mejor, el problema fue conseguir compañeros que se animarán a llevar este reto,
y al conseguirlo decidí entrenarlos mejor ya que a la mayoría de mis compañeros
las finanzas no era una materia de su agrado.
Para mala suerte al sortearse los
equipos nos tocaron los dos casos en la misma semana, el lunes y el jueves. No
tenía problemas porque aparte de que me gustaban las finanzas los casos me
parecieron adecuados para lograr el reto: demostrarle al mejor lo que sabía. En
aquel entonces había instalado en la casa un cuarto de estudio donde daba
clases particulares a compañeros, un pizarrón, su mesa y apartado para
concentrarnos mejor. Nos vimos el domingo los cuatro, y después de resolver el
caso se los explique preparándolos para la presentación en acetatos ya que
todavía no había las computadoras portátiles y mucho menos el Power Point. Nos
presentamos y el maestro sorprendido de nuestra presentación y explicación de
cada integrante nos felicitó, todo un logro porque los dos siguientes equipos
sufrieron una reprimenda que todavía recuerdo.
Para el siguiente proyecto tuvimos
un problema, como era para presentarse el jueves mis compañeros no pudieron
asistir al estudio (en parte quizás, confiados porque lo habíamos hecho bien la
primera vez) así que resolví el caso, le saque copias (no tengo que recordarles
que tampoco había Internet) y les entregue a los compañeros antes de entrar al
salón. Llego el maestro y puse los acetatos dispuesto a presentar “nuestro
caso” cuando el maestro me interrumpió diciendo:
Tú te callas, que lo presenten los
demás.
Como era de esperarse, mis
compañeros empezaron a trastabillar, tartamudear y probablemente se pusieron de
colores, pero yo estaba tan enojado que no me di cuenta. Entonces escuche al
maestro decir al momento que volteaba hacía mí:
Ahora sí, Samuel explícalo.
Ahora no, -me escuche decir.
Entre mi coraje y la desilusión por
haberme esforzado pensé, ahora si a repetir la materia. Afortunadamente para
mí, el maestro considero que le había demostrado mi habilidad financiera y al
final obtuve las mejores notas. Pero también entendí el valor del trabajo en
equipo.
Ahora creo que el mejor equipo es
aquel que tenga los mismos ideales que persigues.
En su libro, “Tiende la cama” de
William H. McRaven en un capítulo dice: “Si quieres cambiar al mundo…busca con
quien remar”, tan cierto como pensar que para llegar a la cima no debemos
tratar de llegar solos, debemos conformar un grupo de personas que también
quieran llegar, dispuestos a pasar los sinuosos caminos contigo, que estén en
los grandes momentos pero también en los peores porque serán los que te ayuden
a crecer y regresar al camino.
En el 2010, el Club Amigos
Profesionistas (Cap’s) logro su primer campeonato en un torneo oficial en la
Liga de Softbol de Egresados Universitarios después de muchos años de
militancia; este equipo estaba formado por unos cuantos veteranos que éramos
los lanzadores y jóvenes, incluyendo a mi hijos Samuel Alfonso, Perla del
Socorro y a mi sobrino José Antonio Aguayo Jr., a quienes había entrenado desde
las ligas infantiles donde formaba equipos con niños que en algunos casos los
demás entrenadores no aceptaban. Nos apaleaban en muchos juegos, pero a veces
los niños sacaban la casta y sacábamos triunfos, esporádicos pero al fin
victorias y empezamos a formar un núcleo de niños que crecieron con ganas de
triunfar pero sobre todo de disfrutar lo que hacían.
Recuerdo al padre de uno de ellos
que los veía disfrutar el campeonato ganado en el campo con mucho esfuerzo que
me dijo:
-¿No está contento?, ahora son los
campeones.
- Mírelos, ellos se lo merecen,
porque ahora los respetan por el gran esfuerzo que hicieron.
La próxima semana, ya tengo los
mejores, ¿ahora como retengo el talento?
Me
gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Vicepresidente Educativo del Club
Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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