José Filiberto Figueroa Cacho*
Si hiciéramos una introspección
como docentes con respecto a nuestra labor y lo que le damos prioridad,
llegaríamos al triste escenario de que por cuestiones de presión laboral nos
inclinamos a la parte curricular y descuidamos el desarrollo de las habilidades
del pensamiento. Entendiéndose este concepto como la capacidad de un individuo
para utilizar su pensamiento y su razonamiento abstracto; cómo Vygotsky diría
la transición de un pensamiento de bajo nivel a un pensamiento de orden
superior.
Esto será posible si hay revolución
cognitiva y didáctica a la vez incorporadas al currículum impulsando en los alumnos
el conocimiento y pensamiento.
El creador de la teoría de las
inteligencias múltiples, Howard Gardner, afirma que un niño no es una máquina
de conocimiento, es decir, la parte de almacén de conocimiento, como ha sido
tradicional enmarcada en el C.I. (Coeficiente Intelectual), un ser humano tiene
diversas potencialidades para aprender, tiene siete inteligencias diferentes.
La mayoría tiene fortalezas en una o más de esas inteligencias.
Continuando con las aseveraciones
de Gardner, menciona que un niño motivado, aprende mejor según sus ritmos,
estilos y capacidades. Cada niño tiene talentos, capacidades, ritmos y estilos
de aprendizajes e intereses; de ahí que se generó el término de “diversidad
cognitiva”.
En un aula común y corriente,
regularmente se obstruye el proceso de aprendizaje de aquellos alumnos
“etiquetados como diferentes”, la razón es clara, los docentes comúnmente no
cuentan, ni buscan estrategias para capitalizar dichas diferencias.
El mismo Howard Gardner, señala que
el estilo de enseñanza predominante es el lingüístico-matemático; por lo que
los profesores dejan marginados a los demás que poseen fortalezas en otras
áreas.
¿Por qué es importante considerar
los estilos de aprendizaje de los alumnos?
Nos haría innovadores al poner en
práctica estrategias didácticas contemplando la diversidad cognitiva.
Estimularíamos el desarrollo de
estrategias de enseñanza orientadas a la metarreflexión y la autorregulación.
Se orienta a los alumnos hacía el
desarrollo de una verdadera flexibilización didáctico-pedagógica.
Por desgracia, y motivado por el
marasmo circunstancial del docente, no sé le da oportunidad, ni los tiempos
necesarios para evitar la universalidad pedagógica, que deriva a la
homogenización de las prácticas educativas.
Dentro de los aspectos destacables
como objetivos del nuevo modelo educativo está el desarrollo del pensamiento
consolidado en la metacognición; pero ¿qué es la metacognición?
Según lo afirma J. Bruer, es “la habilidad para pensar sobre el
pensamiento, para tener conciencia de que uno mismo es capaz de solucionar
problemas, y para supervisar y controlar los propios procesos mentales”.
El lograrlo, es decir, enseñar
habilidades metacognitivas, es en forma sistemática trabajar la conciencia
metacognitiva que produce ser un pensador eficiente y un pensador crítico.
Para ello, se debe de promover en
el aula “pensar en voz alta”, “hacer públicos los razonamientos”, “exponer
razones”, “justificar y argumentar decisiones”, “presentar analogías”.
Es fundamental que el docente se
manifieste como modelo, que explicite y comparta diálogos, razonamientos,
planificación, proyectos, errores, aciertos.
En palabras de Bruer: “…la enseñanza debe ser metacognitivamente
explícita” para que nuestros estudiantes adquieran habilidades de pensamiento
de alto nivel.
Si se construyeran oportunidades
curriculares utilizando las nuevas concepciones pedagógicas, conformando
“escuelas inteligentes”, se provocarían aulas dinámicas provocadoras de la
curiosidad, la crítica, el descubrimiento, el involucramiento y el propio
accionar.
No debería frustrarse con
imposiciones caducas, el que el alumno cuestione, contradiga, debata, descubra
a través de la experimentación, en un ámbito social que estimule la actividad
instrumental, la interacción social y el trabajo cooperativo y significativo.
De esta manera se lograría el
desarrollo de habilidades cognitivas, propiciando el desarrollo del pensamiento
de orden superior; caracterizando a alumnos como:
Sujetos que pasaron de la
“regulación del otro” a la autorregulación.
Sujetos reflexivos sobre sus
propias acciones, es decir, sujetos conscientes.
Sujetos en interacción con el
medio, con adultos y con pares.
Sujetos que bien utilizan un
sistema simbólico, es decir, lenguaje.
*Asesor del Centro de Actualización
del Magisterio
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