Juan
José Ríos Ríos
La
clase política y las instituciones creadas por ésta para el resguardo de sus
intereses, sigue dando muestras de un cinismo que raya en lo increíble, cuando
utilizan los recursos públicos para sus fines y propósitos de grupo o de
partido y no de la Nación, cuando el desvío de recursos o malversación de éstos
por la mayoría de los Gobernadores no implica la comisión de un delito, salvo
la realización de obras montadas con la plena seguridad de que saldrán libres,
impunes del hecho delictivo cometido, mientras la mayoría de la población
recibe los embates de la corrupción imperante en todos los rincones del país.
Lo más reciente, que estoy seguro no
será lo último, es el destino de 45 mil 620 millones de pesos para la
realización de los comicios del primero de julio próximo, en la que sólo se
renovarán nueve gubernaturas, que según los expertos es una suma similar a los
costos de los daños causados por los sismos del mes de septiembre del 2017, y
que se gastarán para que el circo siga funcionando, con la compra de votos,
gastos excesivos en propaganda, sobre todo en las televisoras, con campañas y
candidatos que no dicen nada nuevo y sí puras mentiras y engaños, lo que la
mayoría de los ciudadanos nada les cree, salvo los que viven del presupuesto.
Y es tal el cinismo del organismo
que se encargará del proceso de elección, que dice que esa enorme suma de
dinero puede aumentar, al fin y al cabo las arcas públicas aguantan eso y más,
y los diputados y senadores están al servicio de esos intereses y lo más seguro
es que voten porque se destinen más recursos para el proceso “democrático” que
se avecina, es el precio de vivir en un país donde la simulación, el engaño, el
latrocinio de bienes públicos son el pan de cada día y que los políticos en
campaña o en turno nos dicen que avanzamos, que lo bueno también cuenta (para
ellos).
En nuestra entidad, Jalisco, la
recién integrada Comisión contra la corrupción, sus miembros acaban de señalar
que el presupuesto que disponen no es suficiente y su salario tampoco, cuando
los angelitos ganarán 60 mil pesos al mes, se les hace poco, pues sí, el dinero
de las arcas públicas es para eso, para que se les pague por no hace nada sino
simular, para gozar de salarios altos que como empleados de la iniciativa
privada tal vez ninguno de sus integrantes los llegaría a ganar, cuando los
trabajadores sujetos al yugo del salario mínimo no obtienen por su trabajo, en
ese mismo lapso de tiempo, ni la décima parte de lo que inicialmente percibirán
por su sacrificio en la lucha contra la corrupción.
Ojalá y que el costo de las
elecciones venideras sirva para que, cuando menos, se respete la voluntad
popular, sin importar quien gane, pero que realmente el proceso esté ajeno,
limpio de las acciones y artimañas tan usuales por quienes tienen el poder para
obtener el triunfo a costa de lo que sea. De no ser así, quedará de manifiesto,
una vez más, que el dinero público y las instituciones se emplean para el
control, para que gane el interés del o los grupos en el poder, cuando los
partidos, todos, son lo mismo, producto de un sistema que la mayoría de la
población detesta, está harta, pero la que también debe hacer su parte
participando en el proceso, y con ello no propiciar un resultado que mantenga
las cosas como están y como van.
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