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lunes, 15 de enero de 2018

Es un caballero



>Los conjurados



Ricardo Sigala


Es un caballero, no importa la edad, puede ser un joven vigoroso o un señor otoñal y respetable. Casi siempre es el director de una importante firma, un gerente, un empresario, un servidor público de alto o medio nivel o productor artístico. Viste con elegancia o con jovialidad, siempre se dedica más tiempo del necesario frente al espejo, y por supuesto tiene su estricta rutina de gimnasio. Toma suplementos que lo mantienen activo, dinámico y enérgico. Siempre tan juvenil.



Es un caballero, para él todas las mujeres son hermosas, cómo no lo serían si son mujeres. Cuando habla con ellas sonríe y tiene la frase exacta para sonrojar a la empleada, la subordinada o la aspirante al cargo. Se da el lujo de comentarios colorados que en su condición de poder convierten en chascarrillos ingeniosos. Pero sobre todo nunca olvida el lenguaje políticamente correcto. El lenguaje inclusivo es un dogma, un artículo de fe.  Es tan de avanzada. Nunca olvida, cuando habla o escribe, referirse a “las y los mexicanos”, “los y las estudiantes”, “los médicos y las médicas”. De hecho, se detiene a afirmar que lo hace porque de otra forma se invisibiliza a las mujeres, y estamos en los tiempos en que las féminas, así dice, deben empoderarse. Es sin duda un caballero. Su equipo de trabajo incluye a muchas mujeres, algunas veces el cincuenta por ciento, en casos especiales incluso más. Es tan correcto, un modelo a seguir.

Su oficina es por regla un sitio de buen gusto. Cómo él con tantos cuidados: se depila y se delinea la ceja. Con el tiempo recurre al tinte, al implante de pelo, al bótox, porque la apariencia es muy importante. Su cuerpo es un templo, y por supuesto a veces requiere ofrendas de viagra o sildenafil. Siempre abre la puerta del carro a su acompañante, le acomoda la silla a la dama con quien asiste a un bar o al restaurant. El día internacional de la mujer regala flores a todas las mujeres de su equipo. El día de las madres habla con entusiasmo del milagro de la maternidad y asegura que es ésa la mayor gracia de todas, que nada más importante en el mundo que ser madre, la cumbre y realización de toda mujer, y hasta amenaza con una lágrima sincera. Definitivamente es un caballero, hacen falta hombres como él, que no le basta con ser un líder, y exitoso. Es además tan sensible.

Cuando habla con sus colegas se siente orgulloso de emplear a tantas mujeres. Es socialmente bien visto, aunque claro, ellas nunca ocupan altos mandos, ni puestos de toma de decisiones. Se siente orgulloso, y lo presume, de tener un equipo tan eficiente y responsable, pero sobre todo tan barato. Sin embargo, de lo que más se vanagloria es de la elegancia y la belleza de sus empleadas, todas tan esbeltas, con refinadas figuras, blancas y hasta alguna rubia. Desde luego que nunca piensa en la indígena que limpia su casa y le plancha las camisas. Ah, su casa con su esposa siempre esperándolo con una sonrisa plena. Piensa en todas. Sabe que es inevitable que ellas lo vean de esa forma, tan guapo, aunque no lo sea, como con un ensueño adolescente, sabe que algunas se enamoran de él, platónicamente, porque es un tipazo. Otras van más allá, y qué puede hacer él sino atenderlas, a una mujer no se le debe desairar. Y están las condicionadas sexualmente, por supuesto siempre con elegancia y galantería, para obtener un puesto, un cargo, un ascenso. Para darle el papel estelar en una producción hollywoodense.

Ah, es un caballero. Un falócrata, cierto, pero al fin un caballero, como sacado de una película de Hollywood.



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