>Los conjurados
Ricardo Sigala
Los he visto bellamente ataviados
al frente de reinos históricos; los he visto también zarrapastrosos y
decadentes, ignorantes y analfabetas; los he visto vestidos de mal gusto,
ostentosos y buchones; los he visto de bonachona apariencia, simpáticos,
supuestos amigos del pueblo; los he visto de etiqueta y con Botox, con jugosas
cuentas de banco; lo he visto en la Iglesia, orando por la salvación de su alma
y el perdón de sus pecados; los he visto elegantes y sofisticados; los he visto
millonarios y miserables simultáneamente; los he visto ostentando altos cargos,
pequeñas jefaturas o comisiones ocasionales; los he visto enclenques y obesos;
los he oído decir volvido, haiga, algotra, o tomar la palabra con aparente lucidez; lo he visto
confundir la magia con la ciencia y la fe; los he visto petulantes; los he
visto dirigir países, empresas, equipos de futbol, mafias, instituciones de beneficencia,
burdeles, discretas tertulias; Los he
visto en el púlpito, en la cátedra, en los sindicatos, en los juzgados, en la
televisión y en la radio; los he visto intelectuales, artistas, periodistas,
dramaturgos, farsantes, vividores, académicos o analfabetas; los he visto
populares, sofisticados, sobresalientes, brillantes, distinguidos; pero también
torpes, idiotas, imbéciles, ridículos; los he visto sumisos y humillados,
lamiendo sexos sifílicos por una prebenda o beneficio; los he visto liderando
pandillas de delincuentes; los he visto traicionar a su patria o a su ciudad,
pero también a sus mujeres, a sus colegas, a sus amigos; los vi arrojar cuerpos
al mar, militarizar las calles, obnubilar el pensamiento, despojar los campesinos de sus tierras; vi al hombre
que lanzó la bomba sobre Hiroshima, el que mató a su hermano y al que prefirió
treinta monedas; los he visto usar investiduras para asuntos personales o toda
la maquinaria institucional para realizar venganzas; los vi robar el pan, el
trabajo, el sueño; los he visto arrastrarse por nada o por todo; los vi
desintegrar cuerpos en ácido, matar periodistas o intentar callarlos, los vi
robar la paz; los vi intimidando y destruyendo con armas, con firmas, con órdenes
y decretos; los vi destruir la naturaleza y romper las leyes; los vi vender su
alma al diablo; los vi abrazarme en navidad y en mi cumpleaños; los vi en mi
patria, en mi ciudad, en mi trabajo, en mi casa, en mi cama, y me aterra la
idea de un día poder verlos en el espejo.
Todos
tuvieron un beneficio. Una posición social, un cargo, un título; se beneficiaron
de favores sexuales, de la adrenalina embriagante o recibieron el aplauso de
los fariseos; o bien, obtuvieron la limosna del poderoso, el ejercicio del
poder, un empleo, propiedades, y por supuesto hay quienes han aprovechado sus
influencias y hecho grandes negocios o construido emporios.
Y
yo desde la ingenuidad de la justicia, de la ética y la civilidad, me pregunto
¿cómo hacen estas personas para dormir?, ¿qué es lo que sueñan, de qué tanto se
entera su almohada mientras duermen?, Me pregunto ¿cómo pueden mirar a los ojos
a los demás? ¿Cómo hablan con Dios, qué voces los pueblan cuando van a la
Iglesia con su familia o la gente que los ama? ¿Qué significa para ellos dar la
mano o abrazar?, ¿sentirán culpa cuando alguien los quiere en verdad? ¿Se
sentirán dignos del amor de su madre, del de sus hijos? ¿Cómo besan o hacen el
amor con sus parejas cuando vienen de arruinarle la vida a alguien? ¿Y cuando
hablan con sus hijos, cuando besan y estrechan a sus hijas, pueden en ese
momento eliminar la discordia de sus corazones o también los están corrompiendo
sin querer? ¿y el dinero sucio, malhabido, manchado de sangre y odio también
emana de sus manos a sus hijos, la comida que les lleva a la mesa los contagia?
Me pregunto cómo pueden salir a la calle, alzar la cara, mirar a los ojos,
sonreír, saludar de mano y de abrazo, y darle un beso en la mejilla a Jesús
todos los días.
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