martes, 7 de noviembre de 2017

Aberración y decadencia


Los conjurados






> Lo primero que uno piensa es que cómo se puede concebir una unión entre la izquierda y la derecha mexicanas, el PRD y el PAN son enemigos acérrimos e históricos, que en el papel ostentan postulados tan dispares que sólo la imaginación más excéntrica podría conciliar.




 Ricardo Sigala



El 4 de noviembre se cumplieron dos meses de que se dio a conocer una de las aberraciones más elocuentes de nuestro sistema político, una de las manifiestaciones más claras del estado de decadencia en que se hunde la retórica política en nuestro país. Se le ha llamado Frente Ciudadano por México y está integrado en principio por los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC), y recientemente se han sumando el Partido Nueva Alianza (PANAL). El frente ha declarado que tiene como como objetivo evitar el triunfo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y de Movimiento de Renovación Nacional (MORENA), para las elecciones de 2018.

            Lo primero que uno piensa es que cómo se puede concebir una unión entre la izquierda y la derecha mexicanas, el PRD y el PAN son enemigos acérrimos e históricos, que en el papel ostentan postulados tan dispares que sólo la imaginación más excéntrica podría conciliar. Cómo podemos hacer comprensible que MC se asocie con estos partidos tradicionales cuando su estrategia para encumbrarse ha sido justamente alimentada por el discurso de distanciamiento frente ellos, MC ha convencido a millones de ingenuos bajo el argumento de que los naranjas son lo contrario del PRI, pero también del PAN y del PRD.

Lo anterior nos hace suponer que estos partidos carecen de principios y si es así no deben aspirar a puestos públicos, pues la ausencia de principios produce gobernantes sin escrúpulos. O bien que los partidos sí tienen principios, pero sus miembros los están traicionando, y si es así estos políticos no deben ser candidatos porque quien traiciona los principios ideológicos de su propio partido también traicionará a sus gobernados y a su patria.

Pero quizás sea inocente de mi parte esperar preceptos ideológicos o principios a los políticos que representan a estos partidos. La historia nos ha enseñado que tanto el PAN como el PRD una vez en el ejercicio del poder han adoptado, a veces de modo más refinado y eficiente, muchos de los tradicionales vicios del PRI. La corrupción, la impunidad, la ineficiencia y la irresponsabilidad social ya los había unido antes de la existencia de este frente. Por su parte MC, que ha tenido poco tiempo para demostrar sus alcances, ya ha mostrado por medio de su autoritarismo y sus sofistas estar más cerca de la herencia priísta de lo que nos quieren mostrar sus discursos.

La verdad es que en nuestro país ya no es posible hablar de partidos políticos ni de ideologías, está claro que se trata de una clase política, y digo clase por no decir mafia. Esta clase busca por los todos medios permanecer en el poder, saltan de un partido a otro, famosos priístas han continuado sus carreras en el PAN, en el PRD y no se diga en MC. Quieren eternizarse en el poder, vivir del presupuesto, aprovechar las prebendas y canonjías que ellos mismos se otorgan, han vampirizarado este país como nunca había sucedido en nuestra historia.

Nos estamos acercando a las campañas presidenciales de 2018 y no debemos dejar de ver estas inconsistencias, es tiempo de que les dejemos de llamar políticos y comencemos a llamarlos servidores, porque a diferencia de lo que solemos pensar en México los políticos no deben estar por encima de nosotros, son nuestros servidores, su obligación es servir a la patria y a los ciudadanos que no sólo los mantienen en sus puestos sino que les pagar sus altos sueldos.

Sí, el llamado Frente Ciudadano por México es una de las aberraciones más elocuentes de nuestros sistema político, una de las manifiestaciones más claras del estado de decadencia en que se unde la retórica política en México, es una revoltura de la misma escoria de siempre, pero el verdadero peligro es que los electores les vayamos a creer nuevamente en 2018.


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