Martha
Catalina Alvarez Godoy
Desde
que somos pequeños nuestros padres son los primeros que quieren y esperan lo
mejor para cada uno de sus hijos, sin saber a ciencia cierta cuáles serán las
preferencias y aspiraciones personales al crecer o más tarde como adultos. Dependerá
desde luego de las cualidades y competencias que desarrollen a través de su
proceso formativo. Sin embargo, ese anhelo espontáneo es la fuerza que los
impulsa no sólo a demostrar afecto, cuidado, interés por formarlos y educarlos
según criterios específicos como progenitores y familia; orientar además todas las
acciones posibles para que los hijos sean personas de bien y actúen apropiadamente.
Generalmente,
las aspiraciones positivas o altas expectativas por parte de los papás,
familiares, maestros o demás personas con las que interactúan los niños, son
las que los motivan a esforzarse y conducirse
como se espera que lo hagan en los diferentes contextos en los que se relacionan.
Importante
que como padres de familia y docentes hagamos saber a los niños que son
importantes para nosotros como personas, como miembros de la familia e
integrantes del grupo escolar al que pertenecen. Que esperamos lo mejor de sí
mismos, que es valioso el esfuerzo que realicen, dedicación y desempeño
mostrado durante el proceso de enseñanza – aprendizaje, porque tienen la
capacidad para hacer su parte como hijos y alumnos, además, es importante.
Sucede lo contrario cuando se les dice frecuentemente que son insoportables, torpes,
buenos para nada, se lo creen y actúan en torno a lo expresado. Provoca en
ellos sufrimiento que los limita como alumnos y más tarde como personas inseguras para cumplir con lo que les corresponde; si los papás o maestros
involucrados en su formación desconocen
el motivo de esas conductas, sin duda le acompañarán como rasgos de su
personalidad, quizá por el resto de su vida si no logran superarlo.
Afirma
Pía Sius …para que las expectativas contribuyan al desarrollo infantil, deben
ajustarse al potencial real del niño o joven: "Si van mucho más allá de lo
que el menor puede dar, se producirá frustración, desconfianza y eso puede
amenazar los vínculos afectivos. El hijo puede pensar que es insuficiente para
sus padres y que haga lo que haga no los satisface. Una situación así puede
generarle graves problemas de autoestima, llegando incluso a la depresión o a
conductas antisociales, como una rebeldía ante la expectativa adulta".
Es fundamental
que tanto docentes como padres de familia conozcamos a los alumnos para
identificar y comprender por qué son así, luego, reconocer las fortalezas que
poseen y saber de lo que son capaces para motivarlos a creer en ellos mismos y
en relación a esto solicitar lo correspondiente.
Puntualizo
necesario propiciar en los dos contextos formativos: casa y escuela ambientes
de respeto, confianza, apoyo y seguimiento; brindar oportunidades sobre todo a
aquellos casos más vulnerables para que hagan uso de las capacidades personales
y logren sus metas establecidas, impulsarlos a trabajar en torno a las
dificultades que se les presenten como retos que los ayudan a crecer es una
prioridad de papás y maestros.
*Docente
del Dentro de Actualización del Magisterio en Cd. Guzmán
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