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martes, 3 de octubre de 2017

Los danzantes, el movimiento de la fe



Milton Iván Peralta
El Volcán/Guzmán



“Bailan sin cansancio en los atrios de los santuarios, envueltos en el rumor de las oraciones que salen del templo y la alegría de la multitud”, dice Guillermo Jiménez en su libro “La danza en México”, en un recuerdo de su tierra y de sus tradiciones.

El domingo se dio el tradicional reparto de décimas, en donde los diferentes grupos de danzantes y sonajeros salen para dar inicio a las fiestas y al juramento a san José, patrono juramentado desde 1749.

La mirada de los danzantes era de pasión, el cansancio es sobre pasado por la fe, el clima fue benevolente, el sol se colocó de tras de las nubes, que ya muy avanzada la peregrinación dejó caer unas gotas de agua para refrescar a los que danzaban, quienes con su fe golpeaban la tierra, un golpe, de sonaja y uno del pie, retumbando por la tierra su fe.

No hay edad para salir a bailarle a san José, niños que apenas pueden la sonaja salen a realizar el recorrido, personas de la tercera edad con más fe que fuerza golpean y dan gracias. Algunos con zapatos, botas, tenis, incluso descalzos realizan su peregrinar, cumpliendo la manda. Había algunos que se veían desfallecer, pero desde adentro sacaban las fuerzas para seguir en pie.

Este domingo fue de fiesta, la población salió para dar inicio a estas fiestas, el cual concluirá con el gran evento del 23 de octubre. Iniciarán también las peregrinaciones, las cuales datan de 1937, los cuales iniciaron por iniciativa del entonces párroco Antonio Ochoa Mendoza, a quien se le debe en gran medida el esplendor de la fiesta josefina. El mayordomo en ese año fue Guillermo Ochoa Mendoza -nada de parentesco con el párroco, pero sí hermano del hijo ilustre el doctor Eustaquio Mendoza- quien en su momento era uno de los hombres más acaudalados de Zapotlán. 

Guillermo Jiménez nos regala otra estampa de esta tradición, en su ensayo de “La danza En México”, el cual cabe destacar fue también publicado en Argentina:

“El aguardiente de maíz y el alcohol extraído de los mezcales son el tónico de los danzantes indígenas, así como el jugo de las uvas era el deleite en las fiestas báquicas.

—¿Por qué baila usted? —le pregunté lleno de curiosidad a uno de los danzantes de la Villa de Guadalupe.
Casi no me contesta.
—Nomás —me dice entre dientes, encogiéndose de hombros.
Esa palabra, nomás, que quiere decir “porque sí”, y que en el fondo no significa nada, para él quiere decir todo. Y con el mismo desdén con que me responde, realiza todos sus actos, así, por nomás, se entrega al amor; así por nomás, le partirán el corazón de una cuchillada.”



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