Samuel Gómez Patiño
Solidaridad o sólo dar y dar. Después
de presenciar desde lejos las tragedias de los sismos y los huracanes en
nuestro país, y la reacción espontánea de los habitantes de cada región
afectada, sólo me queda preguntarme ¿Qué pasaría en este país si utilizáramos
siempre esa misma fuerza para vivir mejor? ¿Por qué en nuestros peores momentos
sacamos lo mejor de nosotros mismos?
Estaba
escuchando a través de un video de Facebook, una entrevista a Diego Luna donde
comentaba que estaba sorprendido como después de derrumbarse un edificio vio a
la gente correr, pero no huyendo de la cortina de polvo que salía del lugar del
siniestro, sino todo lo contrario regresando para tratar de ayudar a las
personas atrapadas aún a costa de su propia vida. Agregaba que la gente corría
a ayudar porque sabía que el gobierno no iba a ser nada, apreciación que me
parece errónea ya que no creo que todos los voluntarios pensaban en lo que el
gobierno tenía que hacer sino en resolver inmediatamente una necesidad para las
personas atrapadas o heridas, y sin afán de defender al gobierno, en una
catástrofe de tal magnitud las fuerzas públicas se ven rebasadas para atender
con la rapidez requerida.
Lo
anterior sólo nos muestra una cara de la naturaleza humana, ayudar a los demás
sin pensar en las consecuencias. Entonces vimos personas iniciando las
operaciones de rescate, vecinos ayudando sus vecinos, familiares ayudando a sus
familiares, desconocidos ayudando a desconocidos. No era momento de siglas
partidistas, de protestas gubernamentales, rivalidades deportivas, era el
momento de ayudar al necesitado.
Desde
cualquier rincón del país, pudimos observar los miles de héroes ayudando; unos
trabajando entre los escombros, otros dirigiendo a las multitudes, otros
compartiendo sus celulares para comunicarse, ofreciendo agua y comida, un lugar
de descanso, transporte gratis, o simplemente ofreciendo consuelo o palabras de
aliento ante el sufrimiento ajeno.
Imágenes
como la del anciano cargando una piedra, un soldado llorando al rescatar
cuerpos sin vida, hombres, mujeres y niños al pie del cañón. Un puño levantado,
no para protestar sino para dar esperanza a todos y un silencio no de muerte
más bien de vida para escuchar al que está en desgracia bajo los escombros. La
imagen de la mujer que después de varias horas enterrada es rescatada y sale
con una sonrisa de fe y esperanza.
Ni
siquiera puedo imaginar el sentimiento de las personas al encontrar personas
con vida y rescatarlas, como tampoco cuando encontraban un cuerpo ya sin vida
pero que al final serviría de consuelo a sus familiares que pudieron enterrar a
su difunto y despedirse de él.
Lo
mejor de la naturaleza humana ante la catástrofe. Igual ver a un perro agotado
después de buscar entre los escombros y salvar varias vidas. Las imágenes de
los perros rescatistas y creer que ellos también sienten satisfacción del deber
cumplido y esperan no una paga, sino el amor de su entrenador nos muestra que a
pesar de las diferencias como especies podemos trabajar en conjunto
aprovechando las habilidades de cada uno.
Por
supuesto agradecer a quienes en lugar de observar de lejos la tragedia se
trasladaron a los lugares afectados ofreciendo sus herramientas y
conocimientos, así tuvimos la llegada de voluntarios no sólo de muchos rincones
del país sino de otras naciones que llegaron sin ningún otro interés que ayudar
al damnificado.
México
sana sus heridas, y ahora ocupamos que siga la misma solidaridad con las
personas que perdieron sus pertenencias, su patrimonio de toda la vida,
familias partidas por la catástrofe. Ahora es cuando se ocupa que el gobierno
haga su trabajo, ¿Por qué se cayeron algunos edificios? Interesante que ahora
se den cuenta de la corrupción en algunas edificaciones mal estructuradas con
permisos para construir y con falta de supervisión para el uso de materiales
adecuados. En lugar de construir viviendas parecen ataúdes gigantes. El
gobierno debe empezar por evitar estos malos hábitos de funcionarios y
profesionistas ávidos de riqueza, si de verdad les llego la tragedia que se
pongan a trabajar.
Como
vecinos debemos tener otra actitud, volvamos a la cultura del buen vecino donde
nos cuidábamos unos a otros, nos preocupábamos por nuestro vecindario. Dejemos
de construir muros físicos y mentales que hacen que en cada casa se viva como
en una isla.
Las
empresas deben ser socialmente responsables, pero “no de dientes hacia afuera”,
las inmobiliarias deben dejar de construir casas que no cumplen con las normas
internacionales para la buena convivencia de las familias. Transportistas
cumpliendo con el servicio de calidad que merecemos, medios de comunicación
preocupados por informar y entretener más que por el dinero, en fin, rescatemos
lo mejor de nosotros de las cenizas de la tragedia.
El
mejor meme sobre el sismo: un niño cargando un escombro grande en sus espaldas
y la leyenda “Y retiembla en sus centros la tierra un soldado en cada hijo te
dio”. ¡FUERZA MÉXICO!
La
próxima semana: la economía circular.
Me gustaría leer tú opinión, puedes
escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Vicepresidente Educativo del Club
Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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