Samuel Gómez
Patiño
Se acerca la navidad (las tiendas ya tienen su
mercancía en exhibición), son momentos de unión familiar, de reflexión, de
compartir y de disfrutar la compañía de amigos y seres queridos. Ahora quiero platicarles
otra de mis historias con mi padre, una historia de navidad.
La nochebuena y la navidad
eran tiempos de unión familiar, en casa se preparaba la cena (en algunos años,
los del Restaurante de Comida China donde mi padre era cliente asiduo de domingo
a sábado, nos preparaban el pavo) y nos reuníamos a la mesa mis padres y mis
tres hermanos. Después de disfrutar de la compañía corríamos a dormir para que
Santa Claus pudiera llegar a dejar los regalos debajo del arbolito. La mañana
llegaba más temprano y nos levantábamos y abríamos los regalos junto a nuestro
blanco árbol de navidad.
No sé si por ahorrar o por
ecológico, mi padre adorno con ese árbol blanco de plástico 10 años la sala de
la casa. Recuerdo que para armarlo había que juntar las tres piezas del tronco
(tres palos lisos) y luego poner una por una cada rama en cada orificio,
aproximadamente unos 150; y la magia navideña se asomaba a nuestra casa.
Me parece que un año, mis
hermanos y su servidor pensamos que ya era tiempo de tener un árbol nuevo por
lo que llevando la voz cantante, le dije a mi padre que era tiempo de estrenar
en la navidad un arbolito. Para mi sorpresa, prometió que ese año tendríamos
uno nuevo. Así llego una mañana de diciembre de la tienda, saco nuestro árbol
blanco de navidad y ¡Oh sorpresa! Lo pinto de verde. Pasamos otros diez años
con el nuevo arbolito.
Hoy veo con tristeza, que
muchas personas van cuando llega la época navideña con mucho amor a adquirir un
árbol natural para su casa, pero en cuanto pasa el 25 de diciembre los tiran a
la calle sin el mínimo respeto a lo que
represento en su familia el colocarlo, adornarlo, las pláticas que tuvieron a
su alrededor, la apertura de regalos en fin, todo el amor que envolvió en casa,
ahora es un estorbo que merece terminar en el abandono total. A pesar de
existir centros de acopio para reciclarlos o darle alguna utilidad posterior,
las calles se llenan de la amargura de un lapidado árbol.
Todo esto viene a colación
a un artículo publicado en la revista Merca2.0 el 4 de octubre donde menciona
sobre la economía circular. Nos comenta el autor (desconocido) sobre los
estudios de organizaciones mundiales donde establecen que debido a la economía
lineal de tomar los recursos naturales, procesarlos, fabricar productos y generar
desperdicios, en poco tiempo habrá más basura que recursos a utilizar.
Entonces nos habla sobre
esta nueva tendencia que algunas de las grandes organizaciones como Coca-Cola,
ya están aplicando para tratar de aprovechar mejor los recursos. Pero, ¿qué es la
llamada “economía circular”?
Nos explican que las
empresas hacen un diseño/manufactura para su venta posterior que el consumidor
utiliza y en lugar de tirar como desperdicio, lo reúne y lo hace llegar a los
centros de acopio para reciclar, e iniciar otra vez el proceso diseñando,
vendiéndolo y utilizándolo de nuevo.
Nos ponen el ejemplo con
la compañía de refrescos ya que todas las botellas de plástico que se utilizan
de nuevo en el empaque son recicladas. Evitando en mayor parte el desperdicio
lo cual también los lleva a utilizar menos recursos naturales para fabricar
envases de plástico, llevando menos contaminación.
En el caso de los
arbolitos de navidad, el uso continúo de árboles naturales, la tala
indiscriminada y la falta de planeación para renovar los bosques terminando
abandonados como desperdicio nos debe llevar a plantearnos de que manera
podemos evitar el daño a los bosques. Es fácil decir no comprar arboles
naturales evitando los problemas mencionados anteriormente, pero también
podemos comprarlos a compañías certificadas en el cuidado y forestación de los
bosques o, un caso que me pareció interesante, lo rento. Ya existe la empresa
que te renta el árbol para que lo utilices en diciembre y al término de la
navidad lo regreses para que lo vuelvan a plantar y siga con vida, que viva en
su hábitat y en la nochebuena alegren otra vez nuestras casas.
Si te parece difícil ser
socialmente responsable, sólo piensa que los recursos naturales que estamos
utilizando son tomados a préstamo de nuestros hijos, y entonces debemos
replantear ¿Qué legado les vamos a dejar? ¿Podrán comer dinero en el futuro? O
peor aún, ¿Tendrán futuro?
La próxima semana: como
destruir una nación.
Me gustaría leer
tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook:
Samuel Gómez Patiño
*Vicepresidente
Educativo del Club Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y
Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la
Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad
Autónoma de Baja California
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