Antonio
Jiménez Díaz
El
periódico español “El País”, uno de los más reconocidos y prestigiados de los
medios de comunicación de habla hispana, en la sección México publicó el 21 de
octubre del año en curso, un artículo titulado “México, a punto de romper todos
los récords de asesinatos en 2017”.
Según la fuente periodística, el año 2017 está a punto de romper todos los
récords de asesinatos ocurridos en nuestro país, tanto en números totales como
en el promedio por día. Según datos que se pudieron corroborar del Secretariado
Ejecutivo de la Secretaría de Gobernación, en el cual el dato de homicidios
registrados a septiembre del año 2017 ascienden a la cantidad de 18,505, que
arroja un promedio de 68 por día.
Si se compara el dato de homicidios con la época aparentemente más violenta de
la llamada guerra contra el narco, en el año 2011, se registraron 12,504, un
promedio de 62 homicidios por día. Es de analizar que en los años 2012 a 2014
hubo una disminución del número de homicidios, sin embargo, a partir del año
2015, ha habido un aumento constante de la violencia en nuestro país.
En el apartado de secuestros, las estadísticas reflejan que el año actual el
número de eventos de esta naturaleza asciende a 866, 70 más que el año 2016, el
que era considerado como el más violento de los últimos cuatro.
Existen eventos similares, aunque los enfoques mediáticos y de análisis social,
son diferentes. De esta forma, con motivo de la guerra contra el narcotráfico,
los medios de comunicación tenían un conteo diario sobre el número de
homicidios que ocurrían en nuestro país, existía una preocupación colectiva
respecto de la situación y, en consecuencia, el foco de atención era alto en
este tema. En el año 2017, la realidad de la violencia es, al menos
cuantitativamente mayor, ello sin dejar de lado que cualitativamente el tipo de
actuación de los activos de esos ilícitos representa un grado más alto de
depravación y pérdida de respeto a la dignidad de las personas.
A partir de los fenómenos en cuestión, hay muchas cosas qué preguntarnos como
sociedad, en parte es importante analizar que, por una parte, a muchos les
parece un fenómeno normal los homicidios, violaciones, secuestros y, en casos
peculiares, los ejecutados y descuartizados. Existe, por otra parte, una
aceptación de una realidad que a las autoridades parece haber rebasado y que
aún con toda la fuerza de las instituciones estatales, será casi imposible
detener.
Existe, sin embargo, una óptica imprescindible para luchar contra la violencia
y sus efectos, esa es la educación, en casa, en las escuelas, en los centros de
trabajo y en cada espacio donde nos relacionamos. Hoy se nos exige a los
padres, maestros, patrones, empleados, estudiantes y cualquier miembro de la
sociedad tener una altísima responsabilidad, compartir valores, como el
respeto, principios, esencialmente el de la justicia y dignidad de cada uno y,
a partir de ello generar ambientes más amigables, confortables y atractivos
para todos los miembros de la comunidad. No es posible ignorar el fenómeno de
la violencia, sin embargo, sí podemos incidir en nuestro campo de actuación a
buscar actitudes más empáticas y, con ello ir disminuyendo en nuestro entorno
esos niveles de reacción antisocial que se encuentran posando con niveles de
normalidad y casi de obligatoriedad.
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