Samuel Gómez Patiño
Corría el año de 1980, terminaba mis
estudios en la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas o eso pensaba, me faltaban
tres materias por presentar y además mi idea era estudiar la carrera de
Ingeniero Agrónomo; tenía dos opciones Mexicali o Guadalajara, el calor de la
llamada “la ciudad que atrapo el sol” me convenció para ir a La Perla Tapatía a
investigar y así fue como llegue a la Universidad de Guadalajara, donde rápido
me bajaron las ganas ya que al provenir de un bachillerato de diferente sistema
me solicitaban que cursara un año más antes de ingresar con los Leones Negros
de la U de G.
Esto que les platico fue un
parteaguas en mi vida, primero porque no presente el examen de admisión a
ninguna escuela de educación superior y luego porque al acreditar mis materias de
bachillerato me quedo el tiempo libre. Entonces participaba en un equipo de
fútbol conformado por jóvenes llamado Club Deportivo Cejam (Centro juvenil de
la amistad) y un compañero que era el encargado de recursos humanos de una
empresa me pregunto: -Entonces, ¿Qué vas a hacer mientras ingresas a la
universidad?, y le comente, trabajar. Me contrato para hacerme cargo en la
oficina de los Mercados Limón (cadena local muy importante en la época) como
mensajero y responsable de la papelería de todas las sucursales. Este fue mi
primer trabajo.
Gracias a la pensión de mi padre que
como ciudadano americano tenía, no tuvimos la necesidad de trabajar, no éramos
personas de mucho dinero, pero tampoco tuvimos problemas económicos; fue así
como de pronto me encontré trabajando, y no por la necesidad de ganar dinero,
sino más bien para aprovechar el tiempo mientras continuaba mis estudios.
Mis primeros sueldos eran en
dólares, algo que no me parecía extraño ya que la pensión que recibía mi padre
también era en moneda americana y Tijuana tenía un fenómeno interesante en el
cual no había reparado: Tijuana era la única ciudad que todos los precios
incluyendo los sueldos los fijaba en dólares.
Prácticamente el gobierno en los
ochentas puso orden a esta situación y obligo a los comerciantes a manejar la
moneda de circulación oficial el peso, pero hasta la fecha muchas actividades y
precios utilizan la moneda americana como base. Las rentas de casas y oficinas casi
todos las fijan en dólares, los trabajos profesionales, técnicos y mecánicos
también, sin importar que la mayoría de los habitantes de la ciudad cobramos en
pesos. Nos quedó la costumbre a pesar de las políticas establecidas por los
diversos gobiernos fijamos los precios en dólares, eso sí con el consabido tipo
de cambio del día.
Hemos estado escribiendo de las
actividades de mercadotecnia de tal manera que podamos entender que no se trata
solamente de hacer folletos o espectaculares, sino de desarrollar un producto o
servicio adecuado para resolver las necesidades del grupo de consumidores que
están en mi mercado meta. Por supuesto que tengo que diseñar también
estrategias adecuadas de promoción que ayuden a impulsar las ventas de mis
productos o la contratación de nuestros servicios.
Pero, ¿cuánto vale tú trabajo? Esta
era una pregunta que solía hacerle a los sustentantes de un examen profesional,
y ninguno la podía contestar ya que no hay ninguna materia universitaria que
nos enseñe a darle valor a lo que hacemos y sabemos.
La estrategia de fijación de precios
no solo es ponerle pesos y centavos a un producto. Habrá que definir algunos
conceptos como el costo fijo del producto. Mi tío Tránsito Patiño (QEPD) se
convirtió en un reconocido chef en la ciudad aun cuando no tenía los estudios
profesionales ni de gastronomía ni de administración y sin embargo siempre
tenía éxito en la creación, generación y administración en la industria de la
comida. Recuerdo haberle preguntado cómo determinaba el precio de los platillos
que creaba y entonces me enseño como desglosaba todos los ingredientes que llevaba
cada plato, por ejemplo una carne asada, que incluía frijoles, ensalada y
arroz. ¿Cuánto cuesta el kilogramo de frijoles y cuanto gramos le pone a cada
plato?, lo mismo con la carne, la ensalada y el arroz; una vez que conoces el
costo del platillo le puedes fijar el precio que tendrá que pagar el comensal.
El problema consiste que no debo
establecer el precio sólo desglosando los costos, y mi tío me decía, hay que
determinar cuánto más le inviertes como la luz, el gas, la nómina, la renta, en
fin, los costos de operación, y por si fuera poco a veces hay que determinar
otros elementos como la competencia o como en Tijuana, el tipo de cambio sobre
todo si algunos productos los compras cruzando la frontera.
La próxima semana, no me gusta el
regateo como estrategia de precios.
Me gustaría leer
tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook:
Samuel Gómez Patiño
Vicepresidente
Educativo del Club Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado
y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático
en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad
Autónoma de Baja California
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