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domingo, 24 de septiembre de 2017

De “Rosario” a plataformas alegóricas: procesión pública del 23 de octubre



Fernando G. Castolo 


El Juramento de 1749, documento que establece la devoción a Sr. San José como Patrono Especial de Zapotlán el Grande contra los temblores, erupciones volcánicas o calamidades de índole natural, hace mención sobre el hecho de que se debe de hacer una formal marcha por las calles de la población con al menos el número de quince vecinos, la tarde del 22 de octubre de cada año, en lo que se le llamaba el “Rosario”. Ello era para solemnizar la conmemoración del temblor de tierra que causó temor entre la muchedumbre de la época.


El “Rosario” consistía —según nuestras investigaciones—, en visitar las estaciones correspondientes al santo rosario, conformado por los quince misterios que envuelven el nacimiento, la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

Este rito era muy similar a lo que hoy día se hace en algunos barrios de la ciudad durante la llamada “Semana Santa”, y específicamente el “Viernes Santo”, donde en las afueras de las casas de los vecinos, se dispone un pequeño altar con una mesa, su mantel blanco, arreglos florales y, al centro, un cuadro alusivo al pasaje funesto de la pasión de Jesús.

En aquellos años, correspondientes al siglo XVIII, la imagen de Señor San José era cargada por los principales vecinos de la ciudad. En las afueras de las bellas residencias de las principales familias del poblado, se disponía un pequeño altar con un cuadro litográfico o dibujado correspondiente a la escenificación de cada uno de los misterios del santo rosario, y la pequeña procesión hacía su respectiva parada en cada uno de estos sencillos pero bellos altares.

Posteriormente, y gracias a la capacidad imaginativa de nuestros antepasados, estas litografías se convirtieron en cuadros alegóricos vivos, es decir, que las personas encargadas de montar un misterio —pertenecientes a la aristocracia— lo hacían ahora con un cuadro que ellas mismas arreglaban con una escenografía, compuesta por oropeles, terciopelos, vegetación natural, jarrones, etc., y montando personajes (siempre infantes de su familia o de vecinos acaudalados) representando tal o cual pasaje bíblico. (Una tradición muy interesante que se asemeja a esta suposición es la que se puede observar aún en el poblado El Rincón, del municipio de Zapotiltic, Jalisco, durante las fiestas de la Navidad).

El tiempo pasó y como es lógico, este testimonio de honrar anualmente al Señor San José en Zapotlán, tuvo su evolución. Para darle más realce a la formal marcha de los vecinos de la ciudad con el Santo Patrono, se pensó en mejor hacer que las alegorías que se disponían en las afueras de las residencias, montadas en toda forma, caminaran también al lado del Santo, en “andas”. Es entonces cuando estas alegorías, pasan de ser exclusivas de las familias aristocráticas y empiezan a realizar un recorrido por las principales calles de la, entonces, diminuta ciudad.

El pintor Felipe Santiago Gutiérrez, en su paso por Zapotlán, durante las fiestas patronales de 1877, realiza una descripción de estas alegorías y la gracia que causaban a los espectadores:

“Entre las nueve y diez de la mañana, mírense asomar, por los ángulos de la plaza principal, uno a uno, los carros y andas que contienen los pasos o alegorías de niños y la gente aglomerarse a ellos en tropel prorrumpiendo en exclamaciones, risas, y en toda clase de comentarios por la gracia o más o menos propiedad con que están disfrazados; porque ya es el legislador de Israel con una gran barba que le da a la cintura, que con una vara hiere la peña, de donde saltan borbotones de agua y los israelitas sedientos se aproximan a beber y algunos toman con sus cántaros; ya es el rey Asuero sentado en un trono y a sus pies Esther, confundida ante la majestad del monarca, y a los lados de éste, Aman y sus demás ministros; ya es Sansón con la quijada del asno matando filisteos y a sus pies varios exánimes; y ya finalmente otros diez y seis o veinte alegorías por el estilo, que aunque vestidos los chiquillos con propiedad, esto mismo causa la risa de los espectadores, pues los liliputienses personajes van representado su papel con una gravedad y un aplomo digno de los mismos originales.”

Estas “andas” (que vulgarmente eran llamadas “insignias”, según don Esteban Cibrián) eran cargadas por un grupo de personas, casi siempre de la clase indígena, que eran previamente contratados por la persona donante de la alegoría, misma que se encargaba de arreglarlo y de conseguir de entre los infantes de la elite social en poder, los personajes que participarían en ellas. En Zapotlán mucha gente conoce la tradición de estas “andas” gracias a la fotografía que nos legaron nuestros ancestros pero, sobre todo, gracias a don Salvador Toscano que logra rescatar un fragmento de estas alegorías y su desarrollo por las calles de la ciudad, dentro de un documento fílmico (de 1920) titulado “Memorias de un mexicano”, donde inclusive se ven las danzas que acompañaban al pie a estas alegorías.

Muchas generaciones recientes (como la mía), aún tenemos en nuestra memoria la conformación de estas alegorías entre los años cuarenta y cincuenta que se formaban en las plataformas de las trocas y camiones, cuyo frente se forraba artísticamente con maderas y telas, para que no diera el mal aspecto que podía producir. Es entonces cuando nos queda una sola alegoría cargada en “andas” que es el trono en donde se depositan a las sagradas imágenes de Señor San José y la Virgen del Rosario (que acompaña a San José en las procesiones públicas desde finales del siglo XIX). Esta tradición es una de las más representativas de la festividad anual y que, inclusive, se ha tornado mucho más importante que el propio día 22 de octubre.

Hoy día estas alegorías se diseñan y montan en plataformas que son sujetadas a tractores. Entre cada una de las alegorías que van en la procesión, una danza autóctona o cuadrilla de sonajeros van ejecutando sus peculiares pasos al son unísono de los tambores y pitos. Estas alegorías son inspiradas en tres grandes temáticas: el tema que nos señala la Iglesia Universal, el tema que circunscribe la vida edificante del Santo Varón, Señor San José, y el tema que envuelve a la Iglesia local a través de su historia.

De esa manera hemos visto cómo es que el llamado “Rosario” que se hacía la tarde del 22 de octubre con la marcha formal de cuando menos 15 vecinos, hoy día es todo un espectáculo que llama la atención de propios y extraños, y que cada día 23 de octubre presurosos se disponen a apreciar estas “plataformas alegóricas”.


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