Fernando G. Castolo
El Juramento de 1749,
documento que establece la devoción a Sr. San José como Patrono Especial de
Zapotlán el Grande contra los temblores, erupciones volcánicas o calamidades de
índole natural, hace mención sobre el hecho de que se debe de hacer una formal
marcha por las calles de la población con al menos el número de quince vecinos,
la tarde del 22 de octubre de cada año, en lo que se le llamaba el “Rosario”.
Ello era para solemnizar la conmemoración del temblor de tierra que causó temor
entre la muchedumbre de la época.
El “Rosario” consistía —según
nuestras investigaciones—, en visitar las estaciones correspondientes al santo
rosario, conformado por los quince misterios que envuelven el nacimiento, la
vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
Este rito era muy similar a lo
que hoy día se hace en algunos barrios de la ciudad durante la llamada “Semana
Santa”, y específicamente el “Viernes Santo”, donde en las afueras de las casas
de los vecinos, se dispone un pequeño altar con una mesa, su mantel blanco,
arreglos florales y, al centro, un cuadro alusivo al pasaje funesto de la
pasión de Jesús.
En aquellos años,
correspondientes al siglo XVIII, la imagen de Señor San José era cargada por
los principales vecinos de la ciudad. En las afueras de las bellas residencias
de las principales familias del poblado, se disponía un pequeño altar con un
cuadro litográfico o dibujado correspondiente a la escenificación de cada uno
de los misterios del santo rosario, y la pequeña procesión hacía su respectiva
parada en cada uno de estos sencillos pero bellos altares.
Posteriormente, y gracias a la
capacidad imaginativa de nuestros antepasados, estas litografías se
convirtieron en cuadros alegóricos vivos, es decir, que las personas encargadas
de montar un misterio —pertenecientes a la aristocracia— lo hacían ahora con un
cuadro que ellas mismas arreglaban con una escenografía, compuesta por
oropeles, terciopelos, vegetación natural, jarrones, etc., y montando
personajes (siempre infantes de su familia o de vecinos acaudalados)
representando tal o cual pasaje bíblico. (Una tradición muy interesante que se
asemeja a esta suposición es la que se puede observar aún en el poblado El
Rincón, del municipio de Zapotiltic, Jalisco, durante las fiestas de la
Navidad).
El tiempo pasó y como es
lógico, este testimonio de honrar anualmente al Señor San José en Zapotlán,
tuvo su evolución. Para darle más realce a la formal marcha de los vecinos de
la ciudad con el Santo Patrono, se pensó en mejor hacer que las alegorías que
se disponían en las afueras de las residencias, montadas en toda forma,
caminaran también al lado del Santo, en “andas”. Es entonces cuando estas
alegorías, pasan de ser exclusivas de las familias aristocráticas y empiezan a
realizar un recorrido por las principales calles de la, entonces, diminuta
ciudad.
El pintor Felipe Santiago
Gutiérrez, en su paso por Zapotlán, durante las fiestas patronales de 1877,
realiza una descripción de estas alegorías y la gracia que causaban a los
espectadores:
“Entre las nueve y diez de la
mañana, mírense asomar, por los ángulos de la plaza principal, uno a uno, los
carros y andas que contienen los pasos o alegorías de niños y la gente
aglomerarse a ellos en tropel prorrumpiendo en exclamaciones, risas, y en toda
clase de comentarios por la gracia o más o menos propiedad con que están
disfrazados; porque ya es el legislador de Israel con una gran barba que le da
a la cintura, que con una vara hiere la peña, de donde saltan borbotones de
agua y los israelitas sedientos se aproximan a beber y algunos toman con sus
cántaros; ya es el rey Asuero sentado en un trono y a sus pies Esther,
confundida ante la majestad del monarca, y a los lados de éste, Aman y sus
demás ministros; ya es Sansón con la quijada del asno matando filisteos y a sus
pies varios exánimes; y ya finalmente otros diez y seis o veinte alegorías por
el estilo, que aunque vestidos los chiquillos con propiedad, esto mismo causa
la risa de los espectadores, pues los liliputienses personajes van representado
su papel con una gravedad y un aplomo digno de los mismos originales.”
Estas “andas” (que vulgarmente
eran llamadas “insignias”, según don Esteban Cibrián) eran cargadas por un
grupo de personas, casi siempre de la clase indígena, que eran previamente
contratados por la persona donante de la alegoría, misma que se encargaba de
arreglarlo y de conseguir de entre los infantes de la elite social en poder,
los personajes que participarían en ellas. En Zapotlán mucha gente conoce la
tradición de estas “andas” gracias a la fotografía que nos legaron nuestros
ancestros pero, sobre todo, gracias a don Salvador Toscano que logra rescatar
un fragmento de estas alegorías y su desarrollo por las calles de la ciudad,
dentro de un documento fílmico (de 1920) titulado “Memorias de un mexicano”,
donde inclusive se ven las danzas que acompañaban al pie a estas alegorías.
Muchas generaciones recientes
(como la mía), aún tenemos en nuestra memoria la conformación de estas
alegorías entre los años cuarenta y cincuenta que se formaban en las
plataformas de las trocas y camiones, cuyo frente se forraba artísticamente con
maderas y telas, para que no diera el mal aspecto que podía producir. Es entonces
cuando nos queda una sola alegoría cargada en “andas” que es el trono en donde
se depositan a las sagradas imágenes de Señor San José y la Virgen del Rosario
(que acompaña a San José en las procesiones públicas desde finales del siglo
XIX). Esta tradición es una de las más representativas de la festividad anual y
que, inclusive, se ha tornado mucho más importante que el propio día 22 de
octubre.
Hoy día estas alegorías se
diseñan y montan en plataformas que son sujetadas a tractores. Entre cada una
de las alegorías que van en la procesión, una danza autóctona o cuadrilla de
sonajeros van ejecutando sus peculiares pasos al son unísono de los tambores y
pitos. Estas alegorías son inspiradas en tres grandes temáticas: el tema que
nos señala la Iglesia Universal, el tema que circunscribe la vida edificante
del Santo Varón, Señor San José, y el tema que envuelve a la Iglesia local a
través de su historia.
De esa manera hemos visto cómo
es que el llamado “Rosario” que se hacía la tarde del 22 de octubre con la
marcha formal de cuando menos 15 vecinos, hoy día es todo un espectáculo que
llama la atención de propios y extraños, y que cada día 23 de octubre
presurosos se disponen a apreciar estas “plataformas alegóricas”.
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