Samuel Gómez
Patiño
Mi padre no fue hombre de muchas palabras, por lo menos conmigo. Aprendí
más de él por sus acciones o lo que platicaban sus amigos con nosotros. Poco
sabia sobre su familia, mis abuelos y mis medios hermanos, no lo compartía sino
se lo preguntabas. Me parece que mis hermanos conocen más de él a pesar de ser
el mayor de la familia. Más que las palabras su ejemplo dejo huella en mi
educación.
Mi padre fue ingeniero
aeronáutico (a veces por contrariarlo le decía que estudió la carrera antes de
que se inventaran los aviones, por aquello de su edad), por lo que la mecánica
se le facilitaba, el problema era que ya no podía hacer las reparaciones él
mismo y su servidor ni siquiera sabía manejar un auto. Mi padre nunca tenía
encendido el radio del carro, siempre decía que era la única forma de escuchar
bien el motor y saber si algo le fallaba.
En una ocasión, noto un
ruido en el automóvil, por lo que me llevo con él para llevar el auto al
mecánico. Cuando llegamos le dijo al dueño del taller exactamente lo que el
carro tenía y la pieza que le deberían cambiar. Unas horas después regresamos
por el carro y antes de que se lo entregaran les pregunto cuando era por el
trabajo.
Son 40 dólares ingeniero, le comento el dueño del taller.
Mi padre le dijo que sólo traía 20 dólares y que eso le iba a pagar.
Iniciaron una negociación donde el dueño le comentaba a mi padre que el trabajo
tenía un valor de 40 dólares mientras mi padre le seguía diciendo que solo le
pagaría 20 porque era lo único que traía.
Después de un rato (que me pareció eterno) el dueño del taller acepto, no
de muy buena gana. Entonces mi padre saco de su cartera un billete de 100
dólares y le dijo:
Me da el cambio.
De la pena ni me despedí del mecánico, nunca pensé que mi padre le diera
solo 20 dólares, pero al final el pago lo que le pareció justo.
Si hay algo que no me gusta es regatear los precios, por un lado quiero
creer que el precio es la justa remuneración a un servicio o consulta de un
profesionista; en el caso de los productos y/o servicios también creo que el
precio que fijan al público es justo para que ellos obtengan su utilidad
deseada y en mi caso pague lo correcto para cubrir mis necesidades. Si así no
me parece simplemente no lo adquiero. Quizás por esto no me acerco a lugares
donde regatear los precios es todo un deporte.
Hace unos días, andaba de visita en la Ciudad de México y curiosamente a mi
cinturón se le desprendió la hebilla (dice mi esposa que no aguanto la presión,
quiero creer que se refería a la altura de la capital). Andábamos por la
Alameda Central entre puestos ambulantes cuando en uno de ellos nos encontramos
que vendían cinturones y preguntamos el precio:
120 pesos cada uno.
Se miraban bien y había de los colores que necesitaba y con hebillas como
me gustan (ya que por lo general visto traje), el vendedor me vio con cierta
indecisión por lo que dio otra oferta:
Llévese dos a 100 pesos cada uno.
Y los compre. Ya me parecía un buen precio los 120 pesos por uno, llevarme
dos por 200 pesos y ahorrarme 40 fue ganancia. Como comente anteriormente,
regatear no es lo mío, pero estoy seguro que el vendedor si sabe trabajar con
los profesionales del regateo. A mí sólo me convenció con la oferta, dirían en
EUA “a piece of cake”, si me gusta lo adquiero, si pienso que el precio es
justo lo compro.
¿Cuánto vale lo que hago?, depende de muchos factores. Me parece que fijar
el precio de cualquier servicio y/o producto debe ser un valor de justicia.
Tengo una necesidad, por ejemplo eliminar un dolor de muelas, entonces busco al
profesional que me pueda ayudar. Puede ser un joven por egresar con falta de
experiencia, quizás prestando sus prácticas profesionales, a punto de egresar,
o voy a un consultorio con un cirujano dentista especializado en una rama
específica, quizás hasta con posgrado, con algunos años de experiencia en su
ramo. Claramente el precio del servicio no será igual, y el paciente de acuerdo
a lo que considere justo para él acudirá con uno o con el otro y desembolsara
lo necesario para evitar seguir con las molestias.
Ahora sí que fijar un precio puede ser un verdadero dolor de muelas.
La próxima semana, “Corro con color o con espuma”.
La próxima semana, no me
gusta el regateo como estrategia de precios.
Me gustaría leer
tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook:
Samuel Gómez Patiño
*Vicepresidente
Educativo del Club Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y
Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la
Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad
Autónoma de Baja California
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