Hay una corriente que se opone a que los partidos políticos tengan
financiamiento, que se retenga la prerrogativa legal de financiarlos con cerca
de 7 mil millones de pesos para la elección de 2018. Se han ido contra el INE
como si éste aprobara las formulas del financiamiento. Las formulas las aprueba
el Congreso integrado por partidos, por todo el espectro de partidos políticos
que contienden, que han logrado registro y que tienen representación.
Hay una pugna de ciudadanos contra los partidos. En un estudio realizado por el
Instituto Mexicano para la competitividad AC (IMCO) y el Centro de
Investigación y Docencia Económica (CIDE) sobre la corrupción, en él dedicaron
un apartado para hacer lo mismo con la democracia en México. Los resultados
arrojados señalan que sólo el 37% apoya a la democracia; Sólo 27% se encuentra
satisfecho con la democracia; además existe una crisis de representación: pues
el 91% no confía en partidos políticos y el 83% no confía en legisladores.
Se ha señalado a la corrupción gubernamental ligada a los partidos y los
gobernantes que emanan de ellos, por ende, los niveles de percepción de la
corrupción en México son alarmantes y los intentos para reducirlos han sido un
fracaso.
En el 2015, México obtuvo una calificación de 35 puntos de 100 posibles y el
lugar número 95 de 168 países según Transparencia Internacional. Dichos datos
coinciden con los del Banco Mundial, organismo que reprueba a México con una
calificación de 26 (sobre 100) en sus indicadores de control de la corrupción y
lo coloca en el lugar 153, es decir, como uno de los países más corruptos, al
lado de países que poco o nada tienen que ver con el tamaño de nuestra economía
nacional, nivel de desarrollo o fortaleza institucional.
México es percibido como el país más corrupto de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Incluso el integrante más
cercano (Turquía) tiene una calificación 7 puntos más alta.
De 1995 a 2015 México incrementó en solo cuatro puntos su IPC; si esta
tendencia se mantuviera y aun cuando el resto de los países permanecieran
estáticos, a México le tomaría aproximadamente 40 años dejar el último lugar en
el grupo de la OCDE.
El mismo ejercicio de comparación, pero ahora para los países pertenecientes al
G20, proyecta una situación similar. Muestra que la percepción de la ciudadanía
acerca de la frecuencia de la corrupción en México es significativamente peor
que en la mayoría de los miembros de dicho grupo. De manera paradójica, México
está dentro de las primeras 20 economías del mundo y dentro de los 20 países
con servidores públicos más corruptos.
Si en México desaparecieran los partidos y gobernaran ciudadanos independientes
de un partido, pero dependiente de una cúpula ¿se acabaría la corrupción? No
creo, el mal es más complejo de lo que se ve, es multifactorial y su combate
requiere implicar muchas variables, entre ellas la educativa.
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