lunes, 21 de agosto de 2017

El horror

>Los conjurados




Ricardo Sigala



El horror. Un supremacista usa su auto contra una multitud en Charlottesville. El horror. Una mujer muerta y varios heridos. El presidente de la nación-policía del mundo comparte la culpa por igual entre las víctimas y los verdugos: es el horror. El fantasma de la supremacía blanca se hermana con el discurso nazi y tiene cobijo en la sede del vasto país del norte: el horror.


Una furgoneta se abalanza contra los paseantes de la Rambla de Cataluña, mueren al menos 13 personas entre hombres, mujeres y niños, más de cien heridos por el vehículo convertido en arma. Un grupo fundamentalista se atrubuye el ataque.  Estos ciudadanos han encontrado la negra flor al final de la Rambla. Miro en la pantalla las noticias y emana el horror. El presidente de Estados Unidos se solidariza amorosamente con los españoles, pero a las pocas horas vuelve a ser el presidente del copete falso y de la piel naranja articula que incita a la violencia más salvaje citando a su héroe carnicero, el general Pershing. En una época en que necesitamos gandhis, mandelas, lenons, y demás pacifistas, aparece el horror en los dos bandos: durante años se esperó con temor la llegada de los bárbaros y cuando llegaron descubrimos que también los bárbaros estaban dentro de nuestras fronteras. Nunca sabremos si los detenidos en Cataluña fueron en verdad o no los culpables, las colectividades siempre han estado más necesitados de ajusticiamientos que de justicia. Y entonces se despliega entre nosotros un horror más complejo.

En varios países árabes miles de civiles han muerto, perdido sus hogares, han sido desplazados, otras han fracasado en su peregrinaje de refugiados, otros han sido maltratados en los países que los acogen. Niños de todo el mundo mueren o quedan lisiados, sin patria y sin hogar. Eso es el horror.

El periodista Azam Ahmed escribió hace unos días en The New York Times: “México se acerca a su momento más mortífero en décadas: más de 100.000 muertes, 30.000 desaparecidos y miles de millones de dólares en la hoguera de la lucha contra el crimen organizado, y las flamas siguen vivas. … En los primeros seis meses de este año ya se han dado más homicidios a nivel nacional que en el mismo periodo de los últimos veinte años.” Eso también es el horror.

Colima era uno de los estados más seguros del país, pero hoy en día en Tecomán mueren en promedio más de 150 personas por cada 100 mil habitantes, mientras el promedio en México es de 17. Vemos en las redes sociales enfrentamientos en vivo en las ciudades y en el campo. Estamos en el reino del horror. Los buenos periodistas mueren, son amenazados o privados de sus medios de subsistencia, a pesar de eso el horror se filtra como la carcoma en la vida cotidiana. El horror está en casa.


Un día el ejército mexicano dejó de tener como objetivo al extraño enemigo, al invasor, al usurpador. Hoy su objeto es el conocido, el cercano enemigo, y su ámbito es doméstico. ¿Cómo podremos huir del horror? Hace 45 años en la banda sonora de la película Pat Garrett and Billy the Kid, se escuchó la voz de Bob Dylan, una canción en que un alguacil en articulo mortis le entrega su insignia a su madre porque es inminente su llamado a las puertas del cielo. Hoy el mundo parece estar llamando a las puertas del infierno. 

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