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lunes, 14 de agosto de 2017

Agosto, mes de los abuelos


J. Jesús Juárez Martín


Las formas de comunicación en los templos se potencian y multiplican en la intimidad, son lugares propicios a la introspección y meditación. Observar con detenimiento  las caras de los fieles que reflejan fe y esperanza; porque van atadas en las entrañas de las realidades personales y dolientes de humanos que buscan en la oración la solución de sus problemas cercanos, porque orar en esencia es la comunicación directa del yo personal con el principio de identidad que consideramos divino, es platicar de tú, con Dios, ese Dios que desconoce el mundo secularizado  aunque no lo niegue, pero actúa al margen de los ordenamientos de conciencia y la materialidad es la que gobierna en las normas escritas y consensuales.


La dolencia de los años se intensifica en la acumulación de ellos; cuando se disminuye la movilidad de las personas porque las extremidades lastiman al servirnos como aparato locomotor, las posibilidades de alcanzar los objetivos se ven reducidos , sólo el coraje, y el carácter los llevara a luchar en terapias para recobrar los movimientos o bien a adaptarse a una situación irreversible; de momento la concepción personal es trágica , poco a poco al aceptarse a limitación, se va liberando de los atavismos iniciales y después llegan a declarar que nada los limita y logran hazañas increíbles.

Son las personas mayores las que se les reconoce como personas de la “edad dorada” aunque para la mayoría el color áureo se origina en el peregrinar por el pan de cada día que cuesta más, y más dificultades tener los alimentos, o el techo que les resguarde de la inmisericorde intemperie, las medicinas que curen enfermedades y alejen los dolores, pero lo trágico es la soledad entre la muchedumbre. 

Son personas en plenitud de sus facultades mentales, algunas familias en su desintegración, les regatea espacios, bienes, y patrimonio, aunque de ellos sean las pertenencias.

Su vida laboral activa llega a su final, la seguridad social y si se jubila la persona, prácticamente es imposible reanudar una aventura de trabajo nuevo. Queda su experiencia y si es valiente afronta empresa productiva tal vez con éxito.

Los ciclos biológicos de los mayores de sesenta años, de ordinario se rodean de nietos y se coronan de canas, sin impedir que se haya llegado a ser bisabuelo, no lo dude, de todo hay ¿tatarabuelos?
Agosto es el mes de la senectud, una senectud, lúcida, sentimental, incomprendida y que, aunque tenga potenciales enormes de desarrollo en la mayoría se sepulta o se autodestruye prematuramente. El afecto, la fe, la esperanza, y la convivencia son los antídotos para un final precipitado. Celebrar su mes añorando es un error, hay muchas formas de reconocer su valía y de reconocimiento a una vida de entrega a favor de una familia, de la construcción de una comunidad. El error fue el no haberse incluido como elementos vitales de esas comunidades y que una sociedad no les reconozca su lugar, su pertenencia.  

La tercera edad significa en nuestro mundo globalizado, moderno e insensible, una etapa que acelera la despedida definitiva, cuando puede ser disfrute de la vida otoñal; cuando se deja de ser protagonista de primera fila en la familia, el trabajo, la política y la sociedad, pero actores al fin. Compartir su ocio creativo, acompañar sus aventuras, celebrar l vida cada día, serán formas de motivación a su venturosa existencia porque los límites de la vida digna, nadie la fija y la calidad de ella tal vez sea más personal, pero no está de por más que el grupo también participe de la ambientación de afecto comprensión como cápsula de seguridad.


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