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lunes, 31 de julio de 2017

Siguiendo los pasos de Tzapotlatena


Un momento por favor          

J. Jesús Juárez Martín






La práctica de sanación con Herbolaria es forma ancestral prehispánica que curanderos, nahuales y curanderas usaban en busca de la salud de la población. Según Fray Bernardino de Sahagún en su libro de “Historia General de las cosas de la Nueva España”. Tzapotlatena es la diosa de la salud y descubridora del úxitl, resina del pino, curativa de diversas enfermedades, como la sarna, ronquera de garganta, grietas de pies, manos, empeines de cara o extremidades, entre otras.

Los personajes de estas curaciones se encuentran en los pueblos donde corre la tradición, lugares recónditos, realizan su práctica, su reconocimiento popular trasciende como la Sra. Victoria, de Tuxpan, prolífica madre analfabeta por creencia errónea de la escolaridad, además de sus sanaciones ofrece encontrar personas, objetos extraviados, recuperación de amores perdidos, hace limpias y ahuyenta hechizos en general.

Las curanderas, según texto del Fray Bernardino son expertas en conocimiento de yerbas, raíces, árboles y piedras y sus propiedades, saben sangrar, componer huesos, tratar y curar llagas... Los curanderos prehispánicos eran egresados del Calmécac en contraste de las curanderas que se conocen como hechiceras, adivinas y otras denominaciones; comunica la autora del Capítulo X Profra. Enriqueta Valdez Curiel asociada del Dep. de Salud y Bienestar del CUSur, manifiesta el respeto que se dispensaron durante las entrevistas y a sus respectivos trabajos y tal vez se dio esa confianza fuerte en la aceptación empática hacia los gatos. Las referencias que le proporcionó de su familia a la escritora tan acertadamente sin conocimiento directo, manifestó que fue a través de una “concentración en que los había vislumbrado”.

Eligió ser llamada “curandera” en la convivencia de un año con relaciones confiadas de Doña Victoria, Mtra. Valdez, pacientes y familiares, participa la Profesora Enriqueta de acuerdo con Clay Young y Garro, las curanderas son personas diestras en uso y manejo de remedios tradicionales en el tratamiento de enfermedades y que reciben en cambio una remuneración. La mayor parte de ellas tienen como antecedente familiar de que madre o padre se dedicaban a la curación y muchas de ellas manifiestan que lo hacen con ayuda de Dios, y sus técnicas como sobar, tronar huesos, levantar molleras, quitar empachos u otras curas con yerbas son de un uso social muy extendido,  puedo asegurar que en nuestro medio la mayoría hemos tomado algún te o brebaje, puesto algún empasto de yerbas en algunas ocasiones paralelamente a medicina de patente que se reconoce por parte de la Secretaría de Salubridad.

Más allá de sus prácticas medicinales, dejó de manifiesto una recta ética personal al no hacer uso de magia negra, ni usar en contra de alguien su trabajo, menos para separar matrimonios, porqué Dios le castigaría. Su herencia familiar de curación por parte de su padre que fue curandero, no la ejerció hasta después de la muerte de él, cuando le buscaban para trabajitos, con el consejo y apoyo de su madre, la necesidad de ayudar a su esposo enfermo es cuando da curso a su vocación curandera que ha practicado de hace muchos años y que ahora le distingue.

Los vaivenes de la vida la llevaron casada con hijos a California, donde compartía sus jornadas laborales cuidando niños y haciendo sanaciones a paisanos emigrantes, de ese estado y otros estados que le buscaban e iba conociendo y sanando. Una vez vuelta a su natal pueblo, cada año viajaba indocumentada a los Estados Unidos, hasta que las circunstancias por enfermedad de su hija, canceló sus viajes. Los pacientes venían a verla una o dos veces por año, aunque no bastaban, ahora la comunicación es por teléfono y así acuerdan como dar servicios y recibir pagos; así, envía tratamientos, recomendaciones y ella recibe los “money order”. La buscan de los Ángeles, San Francisco, Sacramento en California, la Florida Washington, Chicago y otros lugares.

Su ambiente curativo no tiene nada que ver con los conocidos chamanes, su atuendo de ama de casa, mujer del pueblo en un espacio que funciona por la noche como recámara, donde no faltan  fotografías de los hijos, y una ventana con suficiente luz, su trato es directo donde calcula, crea, imagina reinventa para ayudar desde sus experiencias y conocimientos hacia la curación definitiva, o acompañamiento cercano de los pacientes hacia una posible evolución de la enfermedad.

Finalmente como epílogo la escritora reconoce que Doña Victoria sin instrucción escolar, es mujer triunfadora, a su hogar le dio casa, fuerza a su familia, tiene un lugar destacado en su comunidad y aprecio de muchos allá tras las fronteras y sus límites de curandera local, doméstica, como Tzapotlatena, trascienden la marginalidad oficial  al extranjero ante dificultades y hasta saltando muros que separan físicamente, pero  de raíces en la tradición herbolaria nuestra que acerca empáticamente y que mantiene vigentes saberes y materiales que se patentizan para reconocerse.
  


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