“Hay
una crisis latente del periodismo en general y de los propios periódicos en
este contexto de los medios digitales y, claro, la ya poca venta de publicidad
y de ejemplares —que son prioridad en un medio impreso—, han hecho que los
diarios adelgacen su nómina y número de páginas. Las secciones de cultura
fueron las primeras en ir a la baja desde hace al menos diez años. De pronto se
fundieron los espectáculos con la cultura, y la pauta es que las secciones
cultura en los medios impresos van hacia la desaparición”, advierte el poeta y
ensayista Ernesto Lumbreras, autor de libros de poesía, ensayo, obras
dramatúrgicas para niños, editor de libros y Premio Nacional de Poesía
Aguascalientes en 1992.
“Hace
cinco años todavía —abunda Lumbreras— el periodista Víctor Roura tenía una de
las secciones más importantes en El
Financiero de la Ciudad de México; fue una de las más ricas en términos de
reportajes, agenda de programación, pero también en columnistas; en la sección
había especialistas en todas las artes, buenas entrevistas, crónicas y hasta
poemas, con su desaparición de algún modo vimos que el periodismo cultural se
fue a la baja”.
Antes
muchos periodistas podían vivir de su trabajo con la publicación de una nota al
día en algunos medios —dice—, pero ahora esa posibilidad laboral está en
peligro de desaparecer, si es que ya no desapareció. El panorama es un tanto
desolador, lo cual tiene muchas paradojas: se habla de México como una potencia
cultural, y lo que estamos viendo es solamente un apoyo a la actividad
artística, pero no a su divulgación, no al acercamiento a los —la palabra es
infame— “productos culturales”, con la consabida creación de nuevos públicos.
Antes el periodismo cultural fundía ese papel de puente-animador y difusor de
las obras artísticas con la nota oportuna para llamar a los posibles
interesados.
¿Una nota en los diarios impresos,
sobre una exposición, una conferencia de —por ejemplo— Ernesto Lumbreras, llama
a la gente a asistir, o solamente las notas culturales las lee cierta élite de
la sociedad?
En un
escenario de las redes sociales una nota cultural no solamente requiere la
plataforma impresa, creo que la posibilidad que estas nuevas plataformas
virtuales ofrece al periodismo —específicamente al cultural—, es la de entrar a
los públicos de una manera más inmediata, con una mayor apertura en términos
cuantitativos, ya que otorgan la oportunidad de llegar de manera inmediata a
ese posible interesado en una conferencia, una exposición o una lectura de
poemas; sin embargo, este nuevo escenario de las redes sociales implica un
lenguaje más puntual con seducción a prueba de no andarse por las ramas y
extravíos. En contraposición, los discursos del periodismo cultural —o
periodismo a secas—, no deben tener esa oficialidad de las plataformas
digitales que exige la economía verbal, sino más bien la clara “punzada”, el
coqueteo para lograr atrapar al público interesado.
Las redes sociales no solamente han
democratizado la cultura o el deporte, sino la vida en general…
Sí,
pero hay un riesgo total: el de la trivialización de todo. Y es que hay un mar
de información donde la profundidad no existe, y, es lamentable, no interesa. Y
es verdad, las redes sociales tienen sus bondades y sus riesgos. El más grande
es la trivialización de casi todo. Las redes sociales ofrecen la existencia
efímera que da ese post inmediato, pero que será aplastado por otro casi de
inmediato. Entre lo trivial y lo importante existe una liviandad de la existencia,
y es allí donde el discurso periodístico no puede ser suplantado. El periodismo
cultural es el hecho de que en los medios impresos hay una opinión de quien fue
al evento. Lo que vemos en las redes es la fotografía del evento social y su
rating o su desolación, pero lo que no se ve, porque las fotografías no nos lo
dicen, es esa opinión de lo que allí pasó y se dijo. Ahí el reportero, el
columnista tiene elementos que no se pueden sustituir por una fotografía en las
redes sociales y la suma de likes que sucede en las plataformas de las redes
sociales. Los diarios impresos deben apostar por la crónica y la opinión de los
columnistas y el relato de los hechos que puede ofrecer un reportero de
cultura.
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