Víctor Hugo Prado
Con el 97 % de las casillas computadas en el Programa de
Resultados Preliminares el PRI aventaja la elección del Estado de México. De
los cerca de 5 millones ochocientos mil votantes, Alfredo del Mazo registra
1,955,347, en tanto que la candidata de Morena Delfina Gómez mantiene
1,786,962. La diferencia es de apenas 168,385 votos y que representa el 2.9 %
de la votación emitida.
Los resultados hasta ahora, me atrevo a afirmar, casi
irreversibles, -lo veremos mañana en el cómputo de los distritos-, dan el
triunfo al PRI y a la coalición establecida entre el Verde, Nueva Alianza y
Encuentro Social. Un triunfo con sabor a derrota, que no tiene la legitimidad
de la población y ciudadanía que representan. Los votos del PRI y sus aliados
son apenas el 17 % del listado nominal de cerca de 11 millones de electores.
En otras palabras, de 11 millones de electores, apenas poco
menos de 2 millones votaron por PRI, en una elección en la que solo votó el 52
por ciento de los que podían votar. Y el otro 48% que no votó ¿qué hizo? Dejó
pasar la oportunidad de la transición, de romper viejos vicios y de impulsar un
nuevo paradigma de gobierno.
Que la gente no salga a votar es un fracaso de la democracia,
ello indica un malestar de los ciudadanos contra partidos y candidatos, contra
el despilfarro de recursos y las prácticas poco democráticas de los sistemas de
“operación electoral y política” de no pocos institutos. Que la gente no salga
a votar refleja la existencia de problemas estructurales de pobreza, de
desigualdad, de injusticia y falta de oportunidades para la sociedad en
general.
Las elecciones son muy importantes, demasiado importantes para
dejarlas solo en manos de los políticos. La política es un asunto de todos,
compete a todos, ejercer el derecho a votar puede permitir la alternancia
cuando no se ha gobernado bien, ratificar la confianza cuando se ha
representado bien, pero también puede darle legitimidad al gobernante.
Que la gente no salga a votar o salgan pocos, evidencia un desencanto con la
democracia en el que los “ganones” son los que tienen voto “duro”.
Sin duda en el país debe existir una cruzada nacional que
compete al INE, a las universidades, al sector productivo, a los sistemas de
bachillerato, a las ONG y aunque suene raro también a los partidos, a fin de
impulsar un cambio cultural entre los ciudadanos que derive en fortalecer la
cultura democrática de México.
El impacto a producir debe ser claro, en mi opinión está que los
ciudadanos participen en los procesos de elección de sus gobernantes y
representantes. Que se profundice en los procesos deliberativos en la medida
que la gente esté informada de los acontecimientos de su país, y por qué no
soñar, se trata de que haya una ciudadanía más fuerte que impulse mecanismos
para la rendición de cuenta de los que gobiernan ¿usted qué opina?
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