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lunes, 19 de junio de 2017

¿Sabes padre mío…?


>Un momento por favor 




 J.  Jesús Juárez Martín




-¿Sabes padre mío que los luminosos días de mayo y junio me traen los recuerdos nítidos de tu caminar joven? Percibo tu presencia oculta llevándome de la mano. Cierro los ojos y siento tus largos brazos que me subían a la parrilla para pasearme en la pesada bicicleta tuya por la flamante carretera nueva de los Altos de hace más de siete décadas. Deseo volver a tenerte de protector tras de mí como cuando paseábamos en bicicleta, hace  casi sesenta años.  Sentía que la carretera me invitaba a continuar hacia adelante como la vida misma. 

 -Sí, arribó la juventud como lo platicábamos por el sendero vital y tú me acompañabas, mi niñez quedó pronto atrás, pero a  ella vuelvo en mis  escritos, en mis anhelos y ahí te encuentro siempre. Aquella infancia es venero inagotable, los juegos y programas de mi vida ahí tienen su inicial bosquejo.

--Mis viajes imaginarios, se hicieron experiencia, se fueron haciendo realidades diferentes, pero en mucho se parecen.  Crecí y tu caminar firme, perdía velocidad pero no  fuerza  ni ritmo, confieso  que no comprendí que pasaba, pero supe siempre que a distancia estabas... siempre al lado de mamá y de tus hijos.

 --El camino obligado que el destino nos marcó lo aceptamos como reto; difícil, pero venturoso, bello con tu apoyo. Descubri contigo que el horizonte siempre está al frente, que las montañas se escalan paso a paso,  que el panorama del valle es mejor desde la cima para apreciar la magnificencia del pequeño mundo que recorremos, que la belleza se hace con la armonía de  elementos sencillos, que el arco iris no se toca, se disfruta. Que llegar es el propósito, pero al caminar también descubrimos encantos y experiencias significativas que enriquecen la vida y la satisfacción de llegar, si se llega... lo importante es disposición…

--Cuánto entusiasmo derrochabas y no mostraste el cansancio en aquel pozo que cavabas  --donde el agua brotó abundante para  dárnosla por doce años durante el acomodo en la gran ciudad-- Ahí está el brocal como monumento a tu memoria en el patio rojo de la casa nuestra.  El agua es aún fresca y zarca como la buscaste; es el regalo que disfrutamos tus hijos, nietos, porque y que ignoran tus bisnietos de la generación que ya se inició.

--El eco de tus pasos nocturnos al subir la escalera para descansar pasando por mi recámara, lejanos, muy lejanos los recuerdo en mis noches insomnes... escucho el exacto tic, tac del reloj que te acompañaba para medir los trozos de vida de cada día que nos regalabas.  Tu frente sudorosa, la descubrí en las incontables perlas de nostalgia que contaba una a una mamá Julia cuando te fuiste.

--Sabías de mi gozo porque eras testigo de honor cuando por años disfruté los paseos en bicicleta --hace más de dos décadas-- yo ocupé el lugar de atrás en la fila de los cinco paseantes y cargado al lado izquierdo con mis hijos, como lo hiciste tú en aquellos venturosos tiempos por el Valle.  También ellos crecieron pronto y solo quedé en mis paseos esporádicos, seguí pedaleando alrededor de la casa en el fraccionamiento San Pedro... 

-Quiero comentarte que hace mucho tiempo, un día salimos a pasear  por la carretera mis jóvenes hijos y yo.  El aire soplaba fuerte del Nevado hacia Ciudad Guzmán,  Luis se adelantó para cortar el aire, luego Héctor fue al lugar que yo ocupaba atrás cuando eran niños, me dejaron en medio de ellos y así fuimos y volvimos.  Recordé que también contigo caminé por algún tiempo en esa posición.  Comprendí que el relevo se había hecho de nuevo.  Regresé,  tal vez  cansado, contento, reflexivo y descansé.  Luego de vez en cuando,  usé la bicicleta ahora abandonada... 

 cuando camino a pie recuerdo a Miguel o Jorge que me acompañaron a la laguna,  siento que nos acompañas por el camino de menos y vetustos árboles que nos dieron frescura, y caen  ante el hacha disfrazada de vialidad...

--Recuerdo que al inicio de la década de los noventa, cuando te despedías de marzo a junio comprendí que tu nobleza, afecto y guía no terminarían con tu acompañamiento, cultivaste valores con cariño y quedaron como testamento para  cumplirse en el futuro, no sólo la herencia  está vigente, también la convivencia que nos integran porque viviste desde la modestia de padre amigo.  Evangelio de honradez, trabajo y servicio nos dejaste que deseo ver  en mi familia que es la nuestra..

            Cuando yo crecí, tu caminar firme perdía velocidad...  recuerdo tu pasos lentos, porque los míos ya lo son…


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