>ENHART
José
Luis Vivar
La imagen
de una noche lluviosa es en blanco y negro, dentro de una solitaria sala de
estación de autobuses. Ignoramos qué lugar es, pero la fecha nos queda muy
clara: madrugada del 2 de octubre de 1968. Un narrador anónimo nos introduce en
lo que vamos a ver, aunque jamás refiere que la experiencia será tan aterradora
como una monstruosa pesadilla. Y no es exagerado señalar que si algo aterra al
ser humano es la pérdida de su imagen corporal para transformarse en otro, y
que ese otro sea su semejante, su igual.
En cuestión de minutos, la sala se
ve ocupada por seis pasajeros que pretenden viajar a la Ciudad de México. Por
desgracia, la lluvia impide que las unidades lleguen a ese paradero. Así se los
hace saber el hombre de la taquilla, y es verdad, la tormenta arrecia y según parece
el mal tiempo continuará, lo confirma una locutora cuya voz brota de una radio
y de unas bocinas.
Pero cada una de esas personas tiene
motivos urgentes para llegar a la capital del país; no es una exageración
afirmar que en la mayoría de los casos es una cuestión de extremada urgencia. Y
esa ansiedad unida al encierro desata en ellos una iracunda reacción, primero
en contra del vendedor de los boletos, y segundo entre ellos mismos.
Aunque
ahí no termina el asunto. Sino que va más allá de lo esperado, cuando algo
realmente fuera de toda lógica sucede. Y ese suceso inexplicable, terrorífico e
inimaginable provoca un giro de 180° en la historia que se planteaba como algo
predecible, como algo que ya habíamos visto antes. Y no es así, las sorpresas
se suman una a una como eslabones de una cadena de acontecimientos aplastantes.
La
alucinación se agudiza a tal grado que los personajes –incluidos el hombre de
la taquilla y la conserje-, empiezan a perder todo rasgo de cordura para caer
en una angustia exacerbada, que no locura, porque con la locura no seguirían
asombrándose de lo que ven y experimentan en su propio cuerpo. La metamorfosis
en cada uno de ellos es devastadora, borra todo rasgo de quienes realmente son,
y sólo les queda su sexualidad y su voz para afirmarse en el mundo como la
persona que dicen ser. El problema es que todo lo que les rodea como imagen
humana o animal sufre las mismas consecuencias.
Después
de su extraordinario debut con El Incidente (2015), Isaac Ezban vuelve a la
carga con Los Parecidos, una cinta que supera todas las expectativas que
espectadores y crítica habíamos imaginado. Una historia que sin duda se
convertirá en Cinta de Culto.
Y es que
si algo caracteriza a las películas de Ezban no solo son sus personajes
tridimensionalmente bien logrados, sino los detalles donde se desenvuelven, y
no nada más a los escenarios sino a los elementos que los acompañan;
artefactos, revistas, libros –excelente muestra que se exhibe en los últimos
minutos-, fotografías, juguetes, pósters, entre otros que forman parte de un
Diseño Artístico de primer nivel.
Dicha
minuciosidad vuelve más real lo que vemos en la pantalla, porque se deja fuera
lo artificial, lo común, lo que vemos en otras muchas películas. Por eso, el
desempeño de las secuencias es verosímil, nadie duda lo que se muestra, sin
importar que sea algo fantástico o terrorífico.
Todo lo
anterior aunado a una banda sonora bien equilibrada que logra momentos
espectaculares, lo mismo que la música que desquicia a los personajes sino el
acompañamiento para las escenas más descarnadas y las de humor negro que vienen
siendo una pausa en la intriga de la historia.
A
ratos, Los Parecidos hace recordar al extraordinario episodio escrito por Rod
Serling: El Ojo Observador (Eye of Beholder, Douglas Hayes, 1960, Temporada 2)
de la serie La Dimensión Desconocida, en donde los afanes de Maxine Stuart
(Janet Taylor) por ser hermosa la hacen someterse a infinidad de cirugías plásticas.
Aquí la paradoja es muy clara. A diferencia de la cinta de Ezban, donde todos
rechazan la igualdad física, en El Ojo Observador la protagonista quiere ser
como todos sus semejantes. Es decir, el concepto de Belleza no se establece
como algo Único o Diferente por mayor perfección en atributos estéticos, sino
que se aspira como algo común a todos los seres del planeta.
Nadie
quiere parecerse a otro, ni quiere ser igual a ese otro. Cierto. Sólo que en la
actualidad si somos conscientes, vemos que los cortes de pelo, el tipo de ropa
y calzado, y en ocasiones hasta el lenguaje son semejantes. ¿No estamos siendo
parte de lo que Isaac Ezban propone en su película?
Ser diferentes
nos hace únicos, pero otros, lo acepten o no, quieren parecerse y ser uno más
en la legión de los estereotipos.
NOTA
BENE: Los Parecidos no fue estrenada en nuestra ciudad ni en el Sur de Jalisco
y Colima, pero por fortuna se puede adquirir en formato DVD o Blu Ray. Y está
también disponible en plataformas digitales como NETFLIX.
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