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viernes, 16 de junio de 2017

Goytisolo a orillas del Atlántico

 





A orilla del océano, un pequeño grupo de amigos íntimos despidieron al escritor barcelonés Juan Goytisolo, quien vivió exiliado casi toda su vida en París, y a partir de los años noventa en Marruecos. Su vida está marcada por dos fechas y dos ciudades: Barcelona (5 de enero de 1931) y Marrakech (4 de junio de 2017); como también, al igual que su obra, lo fue por la Guerra Civil, en la que mataron a su madre y, desde entonces, se convirtió en un contrafranquista consumado y en uno de los escritores cuya rebeldía es ejemplar.


En una crónica escrita para El País, Francisco Peregil describe así su sepelio: “Un sol indulgente y cordial recibió a Juan Goytisolo en el cementerio civil de Larache, frente al océano Atlántico y muy cerca de su amigo y referente literario Jean Genet. Para cumplir con su voluntad —Goytisolo no quería ni regresar a España ni ser enterrado en un cementerio cristiano—, sus amigos lo llevaron en su último viaje hasta esta ciudad, a media hora desde Tánger —donde le gustaba veranear— y a unas seis horas desde Marrakech, donde murió en la madrugada del domingo en su cama, a cinco minutos caminando desde la plaza de la Yemáa el Fnaa. Allí estaban buena parte de los amigos de París y Marrakech que lo arroparon durante los últimos años.”

¿Con la muerte de Juan Goytisolo se extinguen los escritores comprometidos?, le pregunto al poeta y ensayista tapatío Luis Vicente de Aguinaga —a la hora precisa en la que cae una tormenta en la ciudad de Guadalajara—, quien convivió con él y escribió sobre su obra y su persona. De Aguinaga —al otro lado de la línea telefónica— responde: “No lo creo, siempre ha habido y habrá, a la vuelta del tiempo, autores comprometidos”, pues es una forma natural de la vida y de la literatura.

La Guerra Civil y la muerte de su madre —le digo a Luis Vicente— fueron dos hechos que dejaron una marca en la obra y vida de Goytisolo: “Sí, de algún modo —dice—, en sus obras tempranas hay una descripción de la muerte de su madre durante la Guerra Civil española, que luego aparecerá de nuevo, quizás tres veces más, en sus libros. Recuerdo una de esas descripciones como una escena muy conmovedora y vívida”.

Juan Goytisolo es el escritor e intelectual del exilio, ¿Qué tanto influyó en su obra haber vivido casi toda su vida en Marrakech?

“Debemos recordar que su primer exilio no fue en Marruecos, vivió durante largos años en París y fue hasta los años noventa que Goytisolo decide irse a Marrakech”, donde sabemos ocurrió su muerte. “África fue muy importante para Juan Goytisolo, desde antes de que se fuera a vivir a Marruecos, ya aparece como tema en sus libros, pero fue hasta su estancia definitiva que se volvió parte de su mundo”.

En su crónica, Francisco Peregil recoge dos testimonios sustanciales sobre el narrador y ensayista español: “El pintor Murabiti Mohamed, en representación de los artistas de Marrakech —escribe Peregil—, comentó: ‘Le echaremos de menos, pero no sólo en nuestra ciudad, sino en Marruecos. Para los intelectuales de Marrakech Juan era más que un escritor, era un padre espiritual. No faltaba a ninguno de nuestros encuentros. Perdimos a uno de los nuestros’”.

Y el otro: “Desde Marrakech, el pintor Hassan Bourkia recordaba a este diario que su amigo Juan Goytisolo siempre estuvo al lado de los vencidos, ya fuera en España, en Bosnia, en Marruecos, en Turquía… ‘Él ha abierto muchas ventanas en Marruecos hacia la literatura en español y universal’”.

LA MUDA DE LAS FORMAS

En el año dos mil catorce Luis Vicente de Aguinaga publicó Juan Goytisolo: identidad y saber poético, y es quizás uno de sus mejores lectores en México; De Aguinaga mantuvo durante varios años una cercana relación con Goytisolo y es él quien habla sobre la constante muda estilística del narrador. “La obra de Goytisolo —dice— fue, efectivamente, un morir y renacer constante; en cada uno de sus libros partía de cero y volvía a comenzar”, pues cada título suyo se diferencia en las formas, pero “no en sus temáticas, que se mantuvieron constantes en sus etapas de autor ‘de literatura realista’ y de uno u otro modo fabuladora”.

“Fue un autor fragmentario, al que muchas veces es complicado leer, ya que comienza algunos de sus libros de un modo y al paso de la historia va cambiando de narrador y a veces uno no sabe bien quien es el que habla, pero al final se conjunta todo y uno se da cuenta que ese mosaico de imágenes se vuelven una sola, entonces uno comprende todo”.

“Por otra parte —continúa De Aguinaga, quien es catedrático en la Departamento de letras de la Universidad de Guadalajara—, en muchas ocasiones es difícil explicar a los alumnos que lo que escribe Juan Goytisolo son novelas, narrativa, porque en casi toda su obra la poesía está presente, y eso confunde”; sabemos que el escritor barcelonés escribió poemas “pero es una mínima parte de su trabajo”.

A Juan Goytisolo en el año dos mil cuatro le otorgaron el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo y en dos mil catorce el Premio Cervantes. Universal como fue, el narrador mantuvo una cercanía muy clara con los autores de Latinoamérica, en donde encontró compañía y amistad.

Parte de su obra ensayística y narrativa mantiene un fuerte compromiso político, siempre cercano a las minorías de América, África y España, tierra a la que nunca quiso volver, “aunque nunca dejó de ser un español, nada típico, pero nunca alejado del todo. La obra de Cervantes le fue cara, al igual de la obra de Gaudí”.

Tal vez esas filias entre Cervantes y Gaudí, de algún modo lo acercan no exactamente a lo español, sino al mundo mozárabe, coincide Luis Vicente.
¿Con Goytisolo muere una parte de la literatura española y en castellano?
“No solamente muere una parte de la literatura española, sino que también parte de nuestra lengua”.

El 4 de junio, en su perfil de Facebook, Luis Vicente compartió una fotografía donde aparece casi cubierto por la figura de Juan Goytisolo. De Aguinaga agregó a la fotografía la siguiente descripción: “En esta era en la que todo el mundo toma fotos y proliferan las imágenes digitales, apenas conservo una con Juan Goytisolo. Recuerdo que nos la tomó Mariana Islas en el curso que dio Goytisolo en uno de los auditorios del CUCSH en 2003. Al final de la sesión, Goytisolo aceptó responder a las preguntas del público, pero de inmediato se percató de que no entendía lo que le preguntaban. Por aquellos años, Goytisolo había perdido en buena medida el sentido del oído y, por añadidura, los micrófonos y bocinas del auditorio ciertamente no eran magníficos. Entonces me acerqué a ‘soplarle’, repitiéndole de cerca lo que le habían preguntado, y él me impidió que me alejara en las preguntas posteriores. Yo me quedé ahí, acuclillado a su diestra, como un apuntador de teatro. Ese día fui, para él, un intérprete dialectal, una prótesis auditiva y un gadget vagamente tecnológico. Todo junto, y a mucha honra.”


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