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viernes, 2 de junio de 2017

El desafío de la equidad e inclusión a la educación media superior



Víctor Hugo Prado


Sin duda, la calidad de la educación en México es algo que puede y debe mejorar, y junto con ello enfrentar otros grandes desafíos. Ante los muchos retos que esto conlleva, se han implementado reformas y programas específicos con un objetivo en común: que los jóvenes tengan una buena formación y desarrollen las aptitudes necesarias para enfrentar el mundo laboral.


Señala Rodolfo Tuirán, en un artículo sobre los desafíos de la educación media superior en México que la nación emprendió en la segunda mitad del siglo XX enormes esfuerzos para llevar los beneficios de la educación media superior (EMS) a toda la geografía nacional. En los últimos 65 años la matrícula del bachillerato se multiplicó más de 142 veces, al pasar de tan solo 37 mil estudiantes en 1950 a 5 millones 280 mil en 2015.

A pesar de estos empeños, la EMS ha venido arrastrando diversos problemas desde hace varias décadas. Por solo citar un par de ellos, se menciona que no habilita adecuadamente al egresado para incursionar en la educación superior, se le culpa de no cultivar en ellos las habilidades imprescindibles para desempeñarse de manera competente en la sociedad moderna y global; pero además enfrenta un enorme desafío con la equidad y la inclusión.

Este último tema, el de equidad e inclusión durante décadas fue desatendido y ahora ha sido colocado en la agenda prioritaria, prestando atención a la ampliación de las oportunidades educativas para los grupos en situación de desventaja socioeconómica.

Pese a ello, aún persisten enormes brechas de cobertura de la EMS según el ingreso. Así, mientras que casi la totalidad de los jóvenes de hogares situados en los dos últimos decirles de ingreso asistían en 2006 y 2012 a este nivel educativo, los de los primeros cuatro deciles solo lo hacían 56.3 y 61.8%, respectivamente. En otras palabras, quedaban fuera de las aulas casi la mitad de jóvenes estos dos niveles socioeconómico.

Señala Tuirán que “Para impedir que el origen social condicione el destino educativo de las personas, las becas han sido un instrumento clave”. Si se focalizan adecuadamente y no se usan con proyecciones electoreras, las becas permiten atraer y retener a los jóvenes de los segmentos de menores ingresos.

Hoy en día casi 8 de cada 10 estudiantes en la EMS que provienen de los primeros cuatro deciles de ingreso cuentan con una beca de Prospera o de la SEP, lo que ha contribuido a elevar la cobertura de los jóvenes en desventaja en casi 68%.

Aun y cuando las becas han sido un recurso fundamental para atraer y retener a los jóvenes de escasos recursos, también debe echarse una mirada a ese segmento social para generar las oportunidades de estudio más cercanas a sus posibilidades, explorando medios y modos de planes de estudio innovadores y también revisar los fenómenos atrayentes (redes delincuenciales) que los alejan de la escuela.


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