Víctor
Hugo Prado
Sin
duda, la calidad de la educación en México es algo que puede y debe mejorar, y
junto con ello enfrentar otros grandes desafíos. Ante los muchos retos que esto
conlleva, se han implementado reformas y programas específicos con un objetivo
en común: que los jóvenes tengan una buena formación y desarrollen las
aptitudes necesarias para enfrentar el mundo laboral.
Señala
Rodolfo Tuirán, en un artículo sobre los desafíos de la educación media
superior en México que la nación emprendió en la segunda mitad del siglo XX
enormes esfuerzos para llevar los beneficios de la educación media superior
(EMS) a toda la geografía nacional. En los últimos 65 años la matrícula del bachillerato
se multiplicó más de 142 veces, al pasar de tan solo 37 mil estudiantes en 1950
a 5 millones 280 mil en 2015.
A pesar
de estos empeños, la EMS ha venido arrastrando diversos problemas desde hace
varias décadas. Por solo citar un par de ellos, se menciona que no habilita
adecuadamente al egresado para incursionar en la educación superior, se le
culpa de no cultivar en ellos las habilidades imprescindibles para desempeñarse
de manera competente en la sociedad moderna y global; pero además enfrenta un
enorme desafío con la equidad y la inclusión.
Este
último tema, el de equidad e inclusión durante décadas fue desatendido y ahora
ha sido colocado en la agenda prioritaria, prestando atención a la ampliación
de las oportunidades educativas para los grupos en situación de desventaja
socioeconómica.
Pese a
ello, aún persisten enormes brechas de cobertura de la EMS según el ingreso.
Así, mientras que casi la totalidad de los jóvenes de hogares situados en los
dos últimos decirles de ingreso asistían en 2006 y 2012 a este nivel educativo,
los de los primeros cuatro deciles solo lo hacían 56.3 y 61.8%,
respectivamente. En otras palabras, quedaban fuera de las aulas casi la mitad
de jóvenes estos dos niveles socioeconómico.
Señala
Tuirán que “Para impedir que el origen social condicione el destino educativo
de las personas, las becas han sido un instrumento clave”. Si se focalizan
adecuadamente y no se usan con proyecciones electoreras, las becas permiten
atraer y retener a los jóvenes de los segmentos de menores ingresos.
Hoy en
día casi 8 de cada 10 estudiantes en la EMS que provienen de los primeros
cuatro deciles de ingreso cuentan con una beca de Prospera o de la SEP, lo que
ha contribuido a elevar la cobertura de los jóvenes en desventaja en casi 68%.
Aun y
cuando las becas han sido un recurso fundamental para atraer y retener a los
jóvenes de escasos recursos, también debe echarse una mirada a ese segmento
social para generar las oportunidades de estudio más cercanas a sus
posibilidades, explorando medios y modos de planes de estudio innovadores y
también revisar los fenómenos atrayentes (redes delincuenciales) que los alejan
de la escuela.
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