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martes, 9 de mayo de 2017

Silviano Carrillo y Cárdenas. El prohombre de Zapotlán el Grande


Jorge Mauricio Barajas Pérez

Para mi madre.


Desde mediados del año pasado se dio a conocer a la opinión pública, que la antigua Escuela Ramón Corona, ubicada en la esquina suroriente de la calle del mismo nombre y Marcos Gordoa, sería remodelada para albergar al Archivo Histórico de Zapotlán el Grande y a la Biblioteca Pública Lic. Mauro Velasco. Esta última se cerró para instalar en su lugar la Oficina de Pasaportes. Es tiempo que se reconsidere y se le otorgue el reconocimiento que merece al Presbítero Silviano Carrillo y Cárdenas, otorgándole al espacio remodelado su nombre.


El Padre Silviano Carrillo y Cárdenas oriundo de Patzcuaro, Michoacán nació el 4 de mayo de 1861. Ingresó al Seminario de Zamora a los diez años de edad y continúo sus estudios en el Seminario de Guadalajara terminándolos en 1884. Ahí conoció al Padre Miguel Baz y Palafox, oriundo de Zapotlán el Grande y quien ese año de 1884 sería nombrado Rector del Seminario Conciliar de San José en Guadalajara por el Obispo Pedro Loza y Pardavé. El Padre Baz y Palafox fue el artífice de dos grandes obras en la ciudad de Guadalajara. El Santuario de San José de Gracia y el “nuevo” Seminario convertido hoy en sede de la Secretaria de Cultura del Estado de Jalisco, llamado “Edificio Arróniz” en honor al Ingeniero Antonio Arróniz Topete su constructor. El  Obispo Loza y Pardavé ordenaría sacerdote a Silviano Carrillo el 26 de diciembre de 1884. Ejerció su ministerio brevemente en Guadalajara, primero en el Santuario de la Soledad y la Parroquia del Dulce Nombre de Jesús. En agosto de 1885 fue designado párroco de Cocula. Llegó a Zapotlán el Grande, en 1895. 34 años tenía el señor cura Carrillo. Jovial, emprendedor, visionario. Hombre del siglo XIX, con miras en el siglo XX. Larga es la lista de obras materiales que en 25 años dejó en el pueblo donde desarrollo su ministerio sacerdotal. Un par de años estuvo en Guadalajara durante los años de inicio de persecución religiosa, donde formo parte de la curia bajo la egida del Arzobispo Francisco Orozco y Jiménez. En 1921 sería designado 5to Obispo de Culiacán. Ese  mismo año  moriría.

Sacerdote incansable, hombre de fe y de acción. Predico desde el pulpito y con el ejemplo. Escritor, editor de al menos tres periódicos, “El Trabajo”, “La Luz de Occidente”, “La Unión Católica”. Las glorias terrenales no eran su fin. Los cargos eclesiásticos nunca lo deslumbraron. Llevo a su feligresía a la modernidad del siglo XX. Termino la construcción de la actual Catedral que llevaba casi 30 años en construcción, protegió al prestigiado Seminario de “San José”, dotó a la ciudad de energía eléctrica, fundó escuelas, hospitales, cajas de ahorro, promovió la vocación sacerdotal entre los indígenas, formo parte de la todas las Asociaciones de la Ciudad, suya es la construcción del actual Santuario de Guadalupe. Promotor e impulsor de la construcción del ferrocarril, nunca se opuso a la modernidad.  Trabajo de la mano de todos los zapotlenses. Supo allegarse a los pudientes, a los de fe inquebrantable, pero también a los políticos, a los indígenas, a los “Tlayacanques”. Los Tlayacanques o tlayacanquis como los llama el Mtro. Esteban Cibrián Guzmán y el recién fallecido cronista emérito de Zapotlán, don Juan S. Vizcaíno, eran la máxima autoridad del pueblo indígena. El Maestro Juan José Arreola los rememora en su novela “La Feria”: “Desde que yo tengo uso de razón, siempre hemos cinco los Tlayacanques y cinco los tequilastros, que son nuestros segundos. Tal vez porque eran cinco, y siguen siendo cinco, las cofradías antiguas; la del Rosario, la de las Ánimas, la de la Soledad, la del Buen Pastor y la de Nuestro Amo…Cada tlayacanque tenía que ver desde el principio por una cosa distinta, y se ocupaba de la iglesia, de autoridad civil, de comercio, de tránsito y de obras para el beneficio común. El que tenía que ver con la iglesia se llamaba Primera Vara, y así se sigue llamando.”

La hoy remodelada Escuela Ramón Corona fue hasta 1914 en que se incautó por el Gobierno del Gral. Manuel Macario Diéguez Lara un “Monte de Piedad”. Pero no debe verse dicha institución como las de hoy en día. Muy por el contario, el Padre Carrillo formo sociedades mutualistas de apoyo, que mediante el ahorro, la educación y la ayuda mutua de los agremiados solucionaron sus problemas financieros. El espacio que ocupa dicho edificio construido hacia 1907 y puesto en funcionamiento en 1910, era el lugar que ocupaba la antigua Capilla de la Soledad.

Cinco eran las principales capillas que el pueblo indígena había patrocinado y las cuales estaban a cargo del gobierno de cada uno de los cinco Tlayacanques del pueblo de Zapotlán el Grande. La capilla de la Soledad, la de la Purísima Concepción, la de los Santos Reyes, la de la Candelaria y la del Platanar. La fiesta anual  de cada capilla corría por cuenta de un “Prioste” que hoy llamamos Mayordomo el cual era auxiliado por dos “Tequilastros”. Otras capillas fueron las de Todos los Santos, San Pedro, San Francisco y la Espíritu Santo. Para inicios del siglo XX el Padre Silviano Carrillo recibe el espacio de la Capilla de la Soledad, ubicada en la esquina suroriente de la actual calle de Marcos Gordoa y Ramón Corona hasta la esquina nororiente de Ramón Corona y Javier Mina. En la esquina de Javier Mina en una pequeña finca contigua a la Capilla de la Soledad los cinco Tlayacanques del pueblo tenían su lugar de reunión. La Sociedad del Monte de Piedad dirigida por el Padre Carrillo construyó ahí el edificio que hoy remodelado albergara al Archivo Histórico de Zapotlán.

La Capilla de la Soledad estaba dedicada a la Virgen de los Dolores. En el altar tenía un Cristo de tamaño natural, junto a él, la Dolorosa, María Magdalena y San Juan. A los lados Dimas y Gestas. Abajo en una urna dorada un cuerpo sangrante de Cristo que llamaban Santo Entierro, este Cristo es muy probable sea el que se encuentra actualmente en el Templo de Tercera Orden. La Capilla era escenario un miércoles de Cuaresma de la “Procesión de Gestas”. La Capilla, el Monte de Piedad son hoy totalmente olvidadas. Como olvidada al parecer está la obra pública y material del Siervo de Dios Silviano Carrillo y Cárdenas, fundador de las Siervas de Jesús Sacramentado.


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