Juan Antonio García Oseguera
“La
Gloria Escondida”, al escucharlo suena como una de esas playas vírgenes ocultas
en algún lugar de la costa, pero no, se encuentra en el municipio de Pihuamo,
Jalisco, y como cuento salido de la pluma de García Márquez, la Gloria
Escondida es una pequeña finca llena de secretos e historias que fuera
alguna vez del ilustre Gerardo Murillo, (sí, el famoso paisajista jalisciense).
Al
llegar al enorme portón de metal verde que da entrada a este lugar, se respira
un aire de misticismo e historia. Caminamos 200 metros hasta llegar a la cumbre
de la loma donde está construida la casona vieja, en algún momento este lugar
fue un bonito y bien cuidado jardín, rodeado de cafetales, árboles de mangos y
bambúes, con un gran surtidor en la fuente que esta junto a la piscina, al
llegar al frente del zaguán llamabas a la ama de llaves del Dr. y si nadie
respondía dabas la vuelta a la casa y pegabas grito desde los arcos de cantera
que sostenían el portal donde seguramente el Dr. se sentaba en un camastro para
contemplar el paisaje que se extendía bajo su casa por varios kilómetros para
volver a subir, hasta rematar en las puntas de la sierra madre.
Como
buen mexicano, cuando se propone lo hace, y algo que se propuso fue decidirse
establecerse en Pihuamo, empezó a moverle para conseguir los recursos para su
gran proyecto, y como el predicador por su casa empieza, el Dr. se mandó
construir su casona en la loma más alta donde él podría contemplar desde su
obra, tanto insistió en construir su ciudad que consiguió traer al entonces
presidente Lázaro Cárdenas (y que conste que entonces para sacar a un
presidente de Palacio Nacional para hacer viaje especial era muy complicado) y
casi lo convence de entrarle a construir el Olinka, lo que pasó fue que en esos
años estalló la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Cárdenas tuvo que
ocuparse de otras cosas, la salud del Dr. empezó a decaer y tuvo que
trasladarse para ser atendido, dejando atrás el sueño de su Atenas jalisciense.
El
lector se preguntará, ¿Por qué el famoso paisajista, escritor, doctor,
periodista, crítico de arte y más se enamoró de Pihuamo? Pues bien, el Dr. Atl
gustaba de visitar los volcanes de México y cuando tocó el turno de los volcanes
de Colima llegó a Pihuamo, buscando la mejor vista para pintarlos, cuando va
viendo el pintoresco pueblito privilegiado con tan abundante vegetación y al
pie de la sierra no se la pensó dos veces.
La
Gloria Escondida es la herencia que tenemos de este personaje tan querido por
nosotros los pihuamenses, el Dr. es parte de nuestro imaginario, de nuestras
historias, desde muy pequeños se nos enseña sobre su trabajo, la Gloria
Escondida es la leyenda que nuestros padres y abuelos nos contaron, es el secreto
escondido tras el enorme portón verde al terminar la calle López Cotilla, es la
aventura de los jóvenes que a hurtadillas se meten a la propiedad para
contemplar en silencio algo único en la región, e inventan historias sobre lo
que pudo haber pasado en la casona, porque la Gloria Escondida representa
justamente eso, la gloria de Pihuamo que aún está a la espera de ser
encontrada.
Este señor era libre como el viento, o más bien como el agua (muestra de
ello las mil profesiones
que desempeñó) tanto así que decidió cambiarse el nombre por algo más acorde a
su personalidad y como era fan de la cultura nahuatl decidió oponerse el
apelativo de Atl, que significa agua, anteponiendo su título de doctor en
filosofía para quedar como la figura que hoy conocemos: Dr. Atl., algo así como
su propia marca.
EL DATO
Dr.
Atl,
(Guadalajara, Jalisco, 3 de octubre de
1875 - Ciudad
de México,
15 de agosto de 1964) fue el seudónimo del pintor y escritor mexicano Gerardo Murillo
Cornado.
Otras disciplinas en las que participó: la exploración, geología, filosofía, historia, crítica de arte, política; era apasionado
de la vulcanología; estilista,
doctor, profesor; practicó la caricatura, el ensayo y el periodismo.
Murillo
decidió autoadjudicarse el seudónimo Atl,
que significa agua en náhuatl y antepuso el
título de Doctor en Filosofía, a sugerencia del poeta Leopoldo Lugones. En una carta
dirigida a los miembros del Colegio Nacional, en 1951, explica que el cambio de
nombre se debe a su interés en tener una manera de referirse a él acorde a su
personalidad independiente. Esta surgió de las circunstancias y no de la
imposición de sus padres, así que se autobautizó con "el agua
maravillosa de su alegría de vivir".
Uno de los personajes más ilustres de este país. Grande Dr. Atl.
ResponderBorrarBonito lugar que hace tiempo conocí. Le felicito por su reportaje.
ResponderBorrarAntonio, que lamentable que difundas errores aún con la entrevista que haces al maestro Carlos Estrada. Primero, la Gloria Escondida no era del Dr Atl, su propietario fue el médico Francisco Sánchez Flores y, segundo, en 1953, Lázaro Cárdenas no era presidente de México, su periodo fue 1934-1940
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