CUATRO HISTORIAS
Estos días hemos presentado casos de niños o menores de edad, con problemas de
drogadicción, todos oriundos de la región, por cuestiones de guardad su
anonimato, no se dice de dónde son, ni sus nombres o apodos, los que se
mencionan son rasgos que vimos, un detalle para poder a partir de ahí, narra
sus historias. Estás, son las últimas que presentamos.
OJOS VERDES
“Este llegó liado a golpes con su papá, tuvimos que separarlos, así entró a
este centro, ya había pasado por varios”, dijo “el padrino”, quien cuida y
atienda a todos los que llegan a este centro de Rehabilitación, en Ciudad
Guzmán.
Narra que les costó trabajo tranquilizar y desintoxicar a este joven, el cual
es muy blanco y con un color de ojos verdes, pero su mirada yace perdida. “Lo
tuvimos medicado como dos semanas, la droga y el alcohol no se puede quitar de
repente, sobre todo el alcohol, debe ser poco a poco, sino los matas”, explica
que a todos les dan una semana de probar diferentes tés, para relajarlos, algún
medicamento si lo receta el doctor, “cuando es alcohol, la primera semana les
vamos dando de a poquito, siempre con un
té, para que los relaje más rápido y ellos solos vayan quitándolo, los dejamos
libres, si quieren dormir, que duerman, o si quieren comer, comen todo lo que
puedan, después de esa semana, ya se involucran con el grupo y se les comienza
a dar tareas en la casa.
El centro es grande, muy limpio, todo es austero, son pocos cuartos, y a veces
duermen de más de cuatro, dependiendo la cantidad de gente que haya, eso sí,
separados hombres de mujeres, porque no se permiten las relaciones amorosas “no
conviene que dos rehabilitados se unan, es una relación que no lleva a nada”,
explica el padrino.
Las tareas son propias del hogar, limpiar, atender el huerto, en el cual se
siembra desde maíz, frijol, nopales, chayote, frutas como: naranja, guayaba,
berry´s, mango; y muchas cosas más, para el propio alimento de ellos. Sin
olvidar las gallinas y otras aves.
El “ojos verdes”, pasó dos semanas con medicamentos, su adicción era muy grave,
al preguntarle su edad nos dijo “28 años”, pero “la madrina”, corrigió 34, él
nada más río, y asentó. Su short desgastado, su camisa rota, deja entrever en
su aspecto los daños del consumo de la droga, “desde los ocho consumo droga”,
pero está en duda, si eran 18 u 8, nadie sabe a qué edad comenzó.
“Yo le metía nada más al foco, pero unas mujeres me comenzaron a dar pingas”,
intenta sonreír, pero no sabe, aún se está adaptando a vivir sin droga, no se
sabe cuántas veces su familia lo ha metido a rehabilitación, pero es cierto que
lleva ya mes y medio, pero los daños y sus afectaciones saltan a la vista. Sus
ojos verdes se ven como una pradera seca…
MICHEL JACKSON
Cuando llegó nada más podía caminar para tras, con la mano se tapaba la cara, “la
familia lo dejó abandonado aquí, no sabemos casi anda de él, es la gravedad del
asunto, hacen de todo para conseguir la droga, roban, se prostituyen, hace poco
llegó una niña de 15 años, vendió su virginidad por una grapa de cien pesos”,
narra “el padrino”.
El estado de “Michel Jackson”, no es fácil de describir, a pesar de que ya
tiene meses en rehabilitación, ya camina hacia delante, pero con pequeños
brincos, su rostro es moreno, pero parece sucio, su ropa sí es muy vieja “no ha
llegado nada de su talla”, pelo trasquilado que no se deja cortar.
Casi no habla, tiene su dentadura destrozada, pocos dientes, pero rotos,
podridos, únicamente nos preguntó si teníamos un cigarro.
Él llegó completamente avionado, caminaba de reversa, “pero poco a poco ahí la
lleva, la familia lo dejó porque tenían miedo que les hiciera algo”, es triste,
pero es común eso, de esos dos casos los padres los dejaron, no se dejan ver
por ellos por meses “es que venden todo, las herramientas, las cosas de la cocina,
todo para conseguir droga”.
Estos muchachos tienen un común, llegan derrotados, “más allá de renegar o de
intentar huir, llegan derrotados por el alcohol o la droga, no pudieron
controlar su vicio, y es difícil reconocer la adicción, y si no lo aceptan, no
se puede hacer nada”.
EL CRUCIFICADO
Se paró frente a nosotros, temblaba, volteaba para todos lados, ojos brillosos,
una camisa negra, toda sucia, rota, un short, que tal vez un día fue verde,
tenis rotos y mugrosos.
Nos enseñó las piernas, llenas de cicatrices, de todos tamaños y formas. Los
brazos aún morados, con más cicatrices.
En el cuello una marca alrededor de la “manzana de adán”, como si unas manos lo
estuvieran ahorcando todavía, pero no, es la marca que le dejaron de tantas
veces que lo han golpeado, quiénes, de todos y por todo. Su voz es como entre
cortada, como que se le va, como que el aire no le alcanza, piensa uno que es
por el severo daño a sus cuerdas vocales.
Sus manos son el reflejo del dolor y de la tortura, sus morenas manos casi se
convierten en otro color, al centro de sus palmas brotan dos heridas mal
cicatrizadas. Apenas pudo decir que una vez por robar lo agarraron y le
clavaron las manos a una cerca.
En otra ocasión le echaban alcohol en las palmas de las manos para estarle
prendiendo fuego… no supo cuántas veces pasó.
“Me lo entregó su madre por muerto, fui a recogerlo a una brecha, cerca de
Zapotiltic, y míralo, aquí anda, pero tiene mucho miedo, no se acerca ni a la
puerta, es miedo”, y ese miedo nos lo trasmite por sus ojos.
NIKE
Joven oriundo de Ciudad Guzmán, su aspecto es distinto a los anteriores, trae
tenis de marcas, un pantalón de mezclilla azul, limpio, poco desgaste, camisa
muy blanca y bien planchada, a pesar de la hora en que se realizó la entrevista,
una cachucha que combinaba con la demás ropa.
“Yo inicié a los 10 años, me lo dio un amigo, por una tía que me llevaba con
sus amigos, eran puros cholillos pues, desde ahí me gustó juntarme con ellos,
por el cotorreo”, eso era cuando tenía 8 años.
“Un día yo los vi fumando mariguana, cuando olía, se me hacía agua la boca”,
hasta que un amigo un 27 de enero, se la presentó, era una bola de mariguana,
“fumamos, me puse bien grifo, me gustó la sensación, me dio un chingo de
hambre, y dormí mucho, me gustó como me relajaba”.
Pero esa
fue su entrada al mundo de las drogas, a las pastillas -clonazepam-, “esas se le
echaba a la cerveza, duré tres días con el efecto, dije que eso estaba más
bueno, la pastilla vale $15 pesos, y dura tres días el efecto, está más chido
el efecto”, narra el Nike, quien se emocionaba al narrarnos su historia.
Después le metió al Resistol, “vi un amigo que traía su bolsita, pero mi papá
ya me había dicho que eso no lo oliera, a veces que lo traía mi papá por
cuestiones de trabajo”, el caso es que un día vio a un amigo con la bolsa y la
olía, “me ofreció, y me zumbaba la cabeza, bien pasado de lanza, me da un
alucine y sentía que iba flotando, en lugar de caminar, así sentía wey; ya lo
último que probé fue el cristal”.
Pero a veces las ganas de experimentar y la falta de dinero, provocaron que
buscara en los medicamentos de la familia, como él lo dijo: “entre tanta
pastilla debe haber algo que atarante”, fue así que un medicamento mal
administrado, sin considerar cantidades le dio un “alucine de toda la semana”
lo hizo llegar al cristal, “lo probé para que me diera bajón, después de tanto
tiempo ya no quería estar así, me dio miedo, y una amiga se dio cuenta, me dio
un tanque de cristal, el cual me bajó el efecto luego, luego”, en esa ocasión
traía $50 pesos y vendió las pastillas que le quedaban, para comprar otro
tanque de cristal, y una bonga de mariguana. “Duré dos semanas metiéndole
diario al cristal, pero lo dejé unos meses, este 20 de junio iba cumplir tres
años fumando cristal”.
“En diciembre pasado, me la pasé drogado todo el mes, que culero, pero me junté
con un amigo que tenía 16 años, y yo le enseñé”, dijo el Nike.
En su casa no se enteraban, aunque le habían encontrado una o dos pipas de
mariguana, lo negaba, “cuando entré aquí aún no lo negaba, a pesar de que
cuando llegué me sacaron pipas, mariguana, cristal, condones, ya con el tiempo
lo confesé, y dije todo lo que le robé a mi familia para comprar droga”.
Se le cuestionó para qué eran los condones “nomás, para lo que se ocupe, porque
a veces hay que dar, pero a veces hay que… recibir”, dijo Nike mientras
escondía la cara entre el hombro.
A diferencia de los demás, no tuvo necesidad de robar en la calle, pero sí a la
familia, una lap top, una Tablet, celulares, sus regalos de navidad y de
cumpleaños, “lo que me dieran, para comprar cristal con una amiga, al grado que
le robé una tarjeta de crédito a mi papá, me gasté unos tres mil 500 pesos”. Su
familia cada fin de semana le daba dinero “lo guardaba los cien pesos para
comprar droga, a veces cuando no traía, los amigos te compartían, pero yo les
daba cuando traía”.
Compraba la droga muy cerca de su casa, en la colonia CTM, irónicamente estaba
la casita esa cerca de la Academia de Policía, -ríe- “ahí nomás casi enfrente”.
Está a unas semanas de salir, ya está recuperado, ya no se le antoja, entendió
que esos “amigos” no eran sus amigos, ya poco a poco va saliendo del centro, a
veces ya se queda con su familia los fines de semana, le preguntamos por qué
comenzó a drogarse, nada más encogió los hombros, “no sé”. Su familia lo visita
cada semana, le lleva comida y ropa, dice que no le faltó cariño, pero no sabe
el por qué le dio por el vicio.
“El alcohólico y el drogadicto tienen, por decirlo así, un don; el don de dañar
a todos sus seres amados a miles de kilómetros, de destruir la confianza en
ellos, pero nosotros estamos para eso, para ayudarlos a recuperar su vida”,
concluyó “el padrino”.
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