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martes, 2 de mayo de 2017

Día del Niño: drogas y prostitución II



ESTUDIAR PARA SUPERARSE

Milton Iván Peralta
El Volcán/Guzmán



El viernes presentamos el caso de “la nuevecita”, una joven de 17 años que nos contó su historia con las drogas, hoy, les presentaremos un caso de un joven de 14 años, oriundo de Zapotlán el Grande, el cual duró cinco años consumiendo drogas. el cual está en vías de recuperación de dejar las drogas, actualmente estudia de forma privada para terminar la secundaria, y espera poder continuar la preparatoria, gracias al IEEA, que les da clases en su centro de rehabilitación y readaptación social. Estos casos los presentamos porque son el reflejo de lo que está pasando en nuestro país, pero tomamos casos de gente de la región, y que son parte de las estadísticas, según la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes (ENCODE) 2014: un millón 798 mil 400 alumnos de secundaria y bachillerato han probado alguna droga ilegal (17.2%), mientras que 152 mil 181 alumnos de quinto y sexto grado de primaria también las han probado (3.3%).



Este joven es oriundo de Guzmán, trae en su pecho, con orgullo una estrella de David, “comencé a drogarme a los trece años, comencé con mariguana, pero me metía de todo, cocaína, piedra, de todo”. 

Narra que la primera vez que lo hizo fue porque vio a sus hermanos, “los vi fumando mariguana, les pregunté qué es, no me respondieron, pero me dijeron ¿quieres? Y pos lo probé para ver a qué sabe”, narra el joven, quien vestía un short y camisa café, las manos siempre en los bolsillos”. 

Cuenta que cada vez se siguió drogando, con “toncho, cristal, chemo, cocaína, piedra”, le cuestionamos la forma de obtener el dinero, a lo que respondió: “en ese entonces yo vivía en Guadalajara, y pos nos poníamos con mis hermanos a robarle al tren, llevaban maíz y nosotros les quitábamos algún costal, se lo vendíamos a un señor de una tienda”, narra mientras trata de no mirarnos, mientras el viento soplaba fuerte.

Pero lo que robaban no le servía de mucho, la mayoría de la lana se la quedaban sus hermanos, y servía nada más para comprar droga, “por un saco me daban $500 pesos”. Dice que la policía nunca lo agarró, pero sus hermanos lo golpeaban, “una vez por culpa de esos weyes, un señor me agarró robando y me puso una tablisa”.  

Cuenta que paso como un año, hasta que se enfadó del trato que le daban sus hermanos mayores, y su padre, quienes lo golpeaban, “yo le dije a mi mamá que me quería regresar con ella -a Guzmán-, pero ella me dijo que mi padrastro no me quería con ellos, así que me mandó con una tía”. 

Pasó un año viviendo con su tía, intentando alejarse de las drogas y de los vicios, “un día que estaba con mi tía, mi tía me estuvo chingue y chingue de que no había lavado los trastes, porque a su hijo le tocaban los de hoy, y a mí me tocaba al día siguiente, pero ella insistía que me tocaban a mí, me dijo que no quería guevones, y me salí pa fuera, y agarró mis cosas y me sacó”. 

Caminó desde la Fortuna hasta el centro de rehabilitación, solo se recluyó, sin hogar, ni familia, pero con una esperanza: “demostrarles a todos que podía superarme, por eso comencé a estudiar”. 

Mira el suelo y a veces con los tenis desgastados intenta hacer un hoyo en la tierra, “llegué aquí con miedo, pero poco a poco me sentí a gusto, porque pensaba que me iba ser más fuerte, como ya había estado encerrado en un centro en Guadalajara, ahí sí nos golpeaban y nos hacían bañarnos a las cinco de la mañana con agua fría”, cosa que aquí no les hacen. 

En Guzmán, en el centro de rehabilitación lleva cerca de dos meses, “ya no se me antoja la droga, aunque ya tenía cerca de un año sin fumarlo, pero me siento fortalecido, llegué porque no tenía a dónde ir”.


Este joven pertenece a los 18 estudiantes que tiene el IEEA, en centros de rehabilitación o de readaptación, en el programa denominado “10-14”, siendo 10 de secundaria, 5 de primaria, y 3 de alfabetización, todos en Ciudad Guzmán y de forma gratuita.  “Ahora me estoy poniendo las pilas, demostrárselo a mi mamá”, sentenció, este joven que no tiene para cuándo salir, porque no tiene un hogar seguro para poder estar, le ayuda su “padrino”, quien es una persona ex adicta que a veces lo saca para que no siempre este ahí, y le da dinero para comprarse refresco y papas. 

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