De la mañana a la noche
Yo siempre estoy pendiente:
—¿Dónde estará Qué estará
haciendo Se acordará de todo?
¡Ah Rigor!
R. P.
¿Qué es esto sino la
ausencia de tu sueño,
la pérdida de tu
respiración a mi lado?
J. P.
Nada sino el amor sostenido que habita en tu corazón.
Nada sino sus palabras en el teléfono y presentes de la mañana a la noche y
todavía en el sueño —si acaso llega el sueño.
Que su corazón sepa que en todo instante su presencia
es de vida. Y que las palabras dichas en la humedad del llanto ya no son un
secreto.
En soledad grita tu amor, herido animal. Piensa, sólo
piensa en la posibilidad de que en cada flor la hallarás.
Y si el sol aparece y si la noche,
recuerda siempre que la luz de su flor te ilumina. Y no descanses...
Celebración
—Esta noche, bajo tus plantas, vuelve a existir un río
de sabinos.
Mujer, es dulce el viento
entre tus dientes,
Vive el mar y se arrima
entre tus párpados.
Mujer, tu cuerpo, nube y
piedra yergue
La vida y su árbol por
dentro
Y en el ramaje de tus venas
canta la noche.
Lanza del Vasto
I
Pareciera que vas llegando a mi vida. Y la melodía
animada es la felicidad. Y tus plantas son blancas nubes que hacen que levante
la mirada a este cielo —despertado y dormido—, cada día en que no ceso de
nombrarte.
—Si
me miras como lo hiciste la otra noche, soy signo que se entreteje en un
universo inacabable. El universo que nos corresponde por habernos encontrado en
la sinuosidad.
II
Vengo de la oscuridad a la luz. Y los signos
convocados son tus palabras. Son tus delicadas manos que si me acarician son
estrellas que me otorgan su luz.
III
Son tus labios —tus amados y besados labios— la tenue
voz de los sabinos, evocados hace apenas un instante.
—Hechicera,
tus ojos y tus labios son un licor que no acabo de beber. Tus manos y la línea
de tu cuerpo son el encanto que el mundo tiene.
IV
Ahora que te miro, bajo la luz de la noche, semejas a
esas diosas que sobre su mano tienen al mundo.
La espera
La ausencia pesa tanto que
es preciso convertirla en espera...
L. R.
Esta tarde nubes negras contra nubes blancas. Mas tú,
¿dónde estabas? ¿Yo dónde estaba? Frío.
En mi encorvada espalda el viento sin
detenerse, pero ¿tú?
Vi caminar en el cielo los nubarrones.
Sentí el aire que se fue a dispersar en mi pensamiento: el mío eras tú, ¿pero y
tú? Bajo el cielo que se movía, las ramas de los árboles eran mi pensamiento:
el aire, inquieto, fue a chocar en mi cuerpo, ¿tú dónde estabas?
Lentas, las nubes sin rumbo fijo. Presuroso el corazón
lanza la misma pregunta. Lento el corazón, como si no existiera, o apenas fuera
un leve ruido, va a parar hasta encontrarse con el viento. Pero, ¿tú?...
Muerdo mis labios; detengo mi mano... la
espera —esta noche— será larga y triste.
Noche del 26 de agosto
Yo
soy el que soy.
Éxodo
Pasión
por pasión. Amor por amor.
Luis Cernuda
1
Tus abiertas manos hacia el cielo
en el estrellado y diminuto jardín
Llegado el tiempo tú me llamarás con un pensamiento. Y
yo acudiré a tu blanca recámara.
Juntos, al pie de la sombra, recordaremos
esta noche en la que posaste tus delgadas manos sobre la mesa medieval.
Cumpliré, entonces —dentro de algunos siglos—, con un largo beso, la petición que ahora escucho provenir de tu
boca.
Me regalarás otra vez el pedazo de cielo
que asomaba en el diminuto jardín. Mas yo volveré a preferir tus labios...
La lluvia caerá por una eternidad.
2
En un plato de sangre
Esta noche, amor, en un
plato de sangre, te entrego el corazón. Esta noche, amor —cómo te pareces a esa
estrella en su fulgor—, antes de que caiga la lluvia, deposito en ti lo que
soy: en tus oídos mis
palabras; a tu cuidado el latir del corazón...
3
La circulación de la sangre
La Ceremonia del vino, el Ritual de la sangre,
¿recuerdas?
Sellamos nuestro pacto abriéndonos las
venas: la circulación de la sangre hizo de nosotros —el cuerpo, nuestra carne—
una sola unidad. Espíritu. Espíritu.
Antes hice una petición —“honestidad,
sinceridad: Pasión por pasión. Amor por
amor”—, y tú dijiste Sí.
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