martes, 18 de abril de 2017

Las empresas familiares



Samuel Gómez Patiño



Les comentaba en la columna anterior, que la zapatería donde trabajaba como gerente de personal tenía un problema grave de rotación de personal, la costumbre era contratar de nuevo a los empleados que habían renunciado y en algunos casos hasta a los que se había corrido por falta de confianza; bueno me pareció que lo mejor sería ya no contratar personal que se había retirado de la empresa, y formar nuevo personal en la búsqueda de lealtad y de encontrar la forma de entrar en una nueva filosofía con empleados capacitados y entrenados en una nueva cultura organizacional.


¿Alguna vez has trabajado en una empresa familiar?, ¿administras una empresa de la familia?, ¿perteneces a la familia?; en muchas ocasiones, el padre o la madre inician un negocio, un restaurante, una herrería, un taller mecánico, un despacho contable, etc., por lo general ayudado por la familia, que se convierten en empleados; su empresa los provee del sustento diario, en algunas ocasiones fracasan, pero en los casos en que subsisten se convierten en su modo de vida.

Siempre he pensado que en este tipo de empresas, lo más difícil es separar el dinero del negocio y el de la familia. En la mayoría de los casos, los dueños no tienen estudios profesionales por lo que les es difícil administrar el efectivo, llegan y toman recursos de la caja para salir a comer o simplemente ir al cine, lo cual no está mal, pero sangran al negocio. Tenemos que convencer al dueño (a), de trabajar con un sueldo y dejar el dinero para los gastos operacionales, como los sueldos, la renta y los pagos de luz, agua, etc.; algunos no aceptan intervenciones de la familia, como nuevas ideas o formas de trabajar,  tratando de seguir con los mismos principios que lo han llevado a subsistir, olvidando el más importante: siempre habrá una mejor forma de hacer las cosas.

Una razón por la que muchos de estos negocios no crecen es la falta de visión y en muchos casos de conocimientos para mejorar la administración, aunado a la falta de confianza en la familia y mucho más en los empleados.

Recuerdo que una vez, un alumno de la licenciatura en negocios internacionales me platicaba sobre su organización, él comentaba que procuraba no enseñarles todos los “trucos” de su negocio a sus empleados porque después ellos podrían crear otro igual y hacerle competencia, otro error del pequeño empresario. Le comente que prefería entregar un trabajo mediocre, ya que no capacitar y entrenar adecuadamente a los trabajadores, condenaba a la empresa a entregar trabajos sin calidad. Esta desconfianza, por desgracia es común en nuestro país, cuando la sociedad ha evolucionado gracias a los conocimientos compartidos por miles de personas.

La toma de decisiones también es un aspecto difícil de compartir. Pensar que algún día tendré que soltar la mano de mi niño para que empiece a caminar, cruzar la calle o irse a la escuela por su propio pie, esto es inevitable y algún día tendré que abrir la mano y disfrutar de verlo dar sus primeros pasos o subirse al camión con la seguridad que sabrá cuidarse y llegar a su destino. En la empresa pasa algo similar, aprender a delegar no será fácil, pero debo entrenar al personal (o a la familia) para el relevo, algún día no estaremos al frente y nuestro negocio no debería de morir con nosotros, como le ha pasado a muchas organizaciones.

  Cuando los empleados de mi ejemplo, se dieron cuenta que ya no los contrataría fueron con las encargadas de las zapaterías en las que trabajaban con nosotros, y ellas a su vez acudieron con el hijo del dueño Samuel Jr., para solicitarle que se les reinstalará en sus puestos. Cuando hablo conmigo, le explique la razón por la cual ya no los contrataría, que me parecía una pérdida de tiempo y recursos estar aceptando todo el tiempo a los empleados regresar, aún si eran buenos trabajadores, ya que no formábamos ninguna lealtad hacia la empresa, así como regresaban se volvían a ir, a sabiendas que tenían el trabajo seguro. Pero los contrato e inicio una ríspida relación entre el gerente de operaciones y su servidor. Al no aceptarlos, no estaban en nómina por lo que les tenía que pagar en efectivo, mientras quienes ya ocupaban sus lugares les pagaba de forma legal, ahora teníamos dos bodegueros en cada sucursal. En fin, siempre he tratado de seguir mis principios uno de los cuales es tratar de no afectar a otros por mis decisiones y en este caso al no dejarme “tomar cartas en el asunto”, sentí que sólo quería alguien que le aplaudiera y obedeciera por un pago, no era como veía que iba a crecer profesionalmente y hasta la fecha.
Seguimos con el tema.


Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño


*Vicepresidente Educativo del Club Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja California


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