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martes, 25 de abril de 2017

La inclusión laboral



Samuel Gómez Patiño



Hace algunos años, en uno de mis grupos de primer semestre estaba sentado en uno de los primeros asientos del salón, un alumno que llamó mi atención desde que llegue por su condición física. Tenía en su pupitre una computadora personal, en esos años difícil y costosa de conseguir. Siempre poniendo atención y extrañamente participativo, desde el inicio se mostró interesado en la clase. El alumno que todos queremos tener, al menos en el papel.


El entusiasta estudiante caminaba con dificultad, no podía utilizar las manos parcialmente tullidas; con la cara semiparalizada que al tratar de comunicarse y muy a su pesar, pronunciaba las palabras lentamente y poco inteligibles, y sin importar todos sus problemas él estaba en el grupo estudiando para terminar una carrera profesional.

Es loable para la universidad darles oportunidades a los alumnos que tienen capacidades diferentes o como en este caso, a quienes tienen enfermedades que dificultan su trabajo escolar. Solo me preguntaba que, si había ingresado a la universidad tras un riguroso examen de admisión, es porque de alguna manera estaba preparado para sus estudios.

Sin embargo, me pareció poco profesional que no prepararan a los maestros para poder trabajar con este tipo de estudiantes. Investigue con los demás profesores del grupo, y todos estábamos sorprendidos ya que no estábamos seguros cómo incluirlo para que aprovechara sin dejar de hacer nuestro trabajo, no discriminarlo, aunque no era un estudiante más, era especial. Además, se iniciaba la campaña de renovación de pasillos aptos para sillas de ruedas o para personas que utilizan bastón o andadera.

Al principio, los alumnos trataban de ayudar a su compañero, se integraba con ellos. Pero al paso del tiempo, empezaron a desesperarse al darse cuenta que lo tenían que ayudar hasta cargando su mochila ya que no era capaz de hacerlo por su cuenta. Ellos tampoco estaban preparados para entender sus necesidades y para apoyarlo para sobrellevar sus problemas físicos.

Así transcurrían los primeros días de clase y, todavía no encontraba la forma de ayudar al alumno. Explicaba un tema y el muchacho levantaba la mano para participar, pero pronunciar 5 palabras le costaba tiempo hacerlo y difícilmente se le entendía. En su computadora personal, escribía la clase de forma lenta, pero lo hacía. Inclusive, me vi en la necesidad de diseñar un examen, guardarlo en un dispositivo y que utilizara su equipo para contestarlo, mientras sus compañeros lo hacían a lápiz y a papel.

Cuando leía su examen en el ordenador, me di cuenta que lo escribió tal como lo expresaba por lo que tampoco le entendía, de tal manera que acudí con el director de la Facultad para expresarle mi preocupación por este caso. Me solicitó que me acercara con el departamento psicopedagógico para que me apoyaran, y cuando me entreviste con el psicólogo me di cuenta que tampoco estaba preparado para este caso. Le solicite una entrevista con los padres del muchacho, con la esperanza que nos explicaran cómo el alumno había estudiado y aprobado en el bachillerato y secundaria, y así poderlo ayudar. Nunca se pudo concretar esta petición.

Ninguno de sus maestros fuimos capaces de ayudarlo, entendiendo que no se trataba de pasarlo por su condición de estudiante especial; teníamos la oportunidad de darle herramientas que lo apoyaran para su desarrollo profesional, pero ninguno de los actores de la escuela estábamos preparados. No pasó ninguna materia de primer semestre y ya no volvió.

Todos debemos de tener la oportunidad de poder capacitarnos, aprender y desarrollarnos, no importando nuestras condiciones, sin discriminación de ninguna índole incluyendo en la sociedad a todas las personas que como seres humanos que somos.

Esta historia sucedió hace 12 años aproximadamente, la universidad sigue buscando como incluir a más estudiantes especiales a sus carreras profesionales, y parece que aprendemos, observo muchachos invidentes auxiliados con permiso de la escuela por parientes o amigos que los apoyan para moverse y estudiar en las aulas universitarias; maestros preparados para auxiliar a quienes tienen problemas auditivos aprendiendo del lenguaje de señas, alumnos en sillas de ruedas que le han mejorado su estancia con rampas y elevadores de acceso a las aulas, en fin, ahora veo una universidad inclusiva.

Lástima que en mi época no tuve los conocimientos necesarios para apoyar a nuestro alumno.

La siguiente semana, ¿Cómo ser una empresa inclusiva?


Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño

*Vicepresidente Educativo del Club Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja California


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