Milton Iván Peralta
El Volcán/Guzmán
El pasado 27 de marzo el obispo Braulio Rafael León Villegas cumplió
años de obispo, el 29 de marzo cumplió 74 años de edad, el pasado 10 de febrero
cumplió 17 años de haber llegado a Ciudad Guzmán; por estas razones le hicimos
una entrevista, y desde primera persona nos narra brevemente su caminar
espiritual desde su infancia, hasta este momento, son chispas de momentos que
nos regaló para nuestros lectores.
SU FORMACIÓN ESPIRITUAL Y ACADEMÍCA
Nací un
26 de marzo de 1943, día de san Braulio, debo decirles que mi nombre de pequeño
ha sido Braulio Rafael, pero siempre fui conocido como Rafael, porque así se
llamaba mi padre, aunque fui registrado con el nombre de Braulio, pero a los
días fui bautizado con el nombre de Braulio Rafael, así que siempre me dijeron
Rafael chico, así que todos mis documentos, firmas siempre fue Rafael, ahora
que me hicieron obispo me pidieron mi acta de bautismo, y ya vi que mi nombre era
Braulio Rafael, y desde hace 27 años me llamo por mi nombre completo.
Mis padres duraron 15 años sin tener niños, le pedían al señor tener un niño,
mi mamá le pedía al señor, finalmente se les concedió, que fui yo, después mi
mamá que ya no era una jovencita, porque ellos se casaron en tiempos de la
cristiada, en 1928. Después de que tuvieron una niña, pero cuatro años después
falleció mi mamá. Mi papá ocupaba quien ocupara de los niñitos, así que se
volvió a casar, tuvo nueve hijos, con su nueva esposa que era muy joven, todos
ellos son mis hermanos, eso fue en León Guanajuato.
Yo quería ser médico, me gustaba ayudar a la gente, pero a la maestra del
colegio que estudie, “Juana de Arco”, colegio católico, no religioso, pero de
unas señoritas, muy lindas, llenas de deseos de educar a la juventud, la
directora del colegio Victoria Barbosa, le llegó la idea de que otro compañero
mío y yo teníamos vocación, un día que fue uno de los promotores de vocaciones,
me puse en contacto con él en el colegio, ya en sexto debía tomar la decisión
de si me iba o no al seminario, él fue a hablar con mi papá, para pedirle si me
dejaba estudiar en el seminario, yo comenzaba a deslumbrar a penas las
persecuciones de este mundo, y el futuro para un chico de 12 años es muy lejano,
medio nebuloso, aunque uno tiene ciertas orientaciones.
Ya como a los 12 años me fui al seminario, comencé estudios de secundaria,
filosofía y teología, en el seminario de León. En era un seminario de
internado, uno vivía ahí, fortaleciéndose y aprendiendo en la espiritualidad,
en la cuestión intelectual, poquito en la pastoral, pero principalmente la
formación huma e intelectual, sin olvidar la espiritual. Terminé mi formación
prácticamente hasta los 29 años.
Al salir del seminario, me fui a Roma, tenía 22 años, al Colegio Mexicano, que
este año cumple 50 aniversario de su fundación, es una especie de girón de la
patria, para que se vayan a estudiar allá los sacerdotes. Llegué en 1967, se
inauguró el colegio un 12 de octubre, ahora se cumplirán las bodas de oro, de
ese Colegio, que es un tirón de la patria.
El salto de León a Roma fue difícil, pero no me fui solo, llegamos a un
ambiente que era propiamente mexicano, nos formaban un poco más con la cultura
propiamente de México, siento yo que el ambiente era fraternal, mis mejores
años de mi vida, en cuestión de relación personal, de aprendizaje de la vida,
digamos el apoyo de parte de las instituciones, la buena relación con nuestros
formadores, creo que fue en esa época. Éramos jóvenes, había buen ambiente,
había grupos de vida, donde nos ayudábamos mutuamente, íbamos a la universidad,
vivíamos en el colegio. Tuvimos una inserción en la vida y la cultura italiana,
y todo eso fue muy positivo, los italianos son artistas, cada rincón de Roma es
una oportunidad de admirar, la belleza, la arquitectura, el arte, fue una buena
oportunidad, nunca sentí una nostalgia enorme, pero sí quería venir porque
fueron 5 años, me ordené en 1970, en Roma, en las bodas de oro, ahora beato,
Pablo sexto, con 267 diáconos que nos ordenamos en la plaza de san Pedro.
Duré otros dos años de sacerdote en Roma, estudié teología y derecho canónigo,
regresé como profesor y estudiante del seminario.
EL REGRESO A CASA
Tras cinco años en Roma, volví al hogar, a León Guanajuato, sentí la diferencia
de aquel primer mundo, aunque Italia en aquel momento no era el país más
desarrollado, pero evidente mente el ambiente era más universal, que cuando
llegamos a nuestro terruño, más limitado, más pequeño, pero ahí viví de 1962
hasta 1990, ejerciendo el ministerio, en el seminario, en una colonia, en
contacto con la gente, en esa época era más marginal, ahora quedó en el centro.
Ahí edificamos la iglesia del Señor de la Resurrección, ahí crecí con la
colonia. Fui capellán, y ni siquiera tuve el nombramiento oficial, mi
nombramiento era director del seminario un tiempo, después maestro, luego
secretario de la diócesis, y provocaría general y a la vez ejerciendo la
pastoral, pero ahí yo vivía, estaba.
En 1990 me dijeron que me fuera de obispo a Baja California. Duré 18 años en
León.
Me mandó llamar el nuncio apostólico italiano, Girolamo Prillione. Me mandó
llamar me dijo: mire, el Papa quiere que usted sea obispo, de la Paz Baja
California, al Papa lo había pensado mucho, y estaba asesorado, me dijo: si
usted no tiene una razón sería, grave, de peso para decir que no, el Papa le
dice que acepte. Para eso me ordené,
para eso soy sacerdote, para ir a donde se me pida que vaya, y dije que sí,
aunque yo ya había hecho mi luto, porque había el rumor, esas noticias que se
cuelan, estaba bacante la Paz, ya había hecho yo mi luto, porque siempre uno
debe aprender a separarse de las personas con las que ha vivido, duré 18 años
en la colonia.
OBISPO
Un 29 de marzo de 1990, llegué a la Paz, con la nominación episcopal, hace 27
años, duré diez años de obispo. Mi llegada fue muy linda, ya tenía la diócesis
vacante como seis meses, así que la gente quería ya tener y conocer a su nuevo
obispo. Allá la cultura es diferente a la cultura del centro del país, aquí son
más manifestativos de su religiosidad, muchas fiestas, las flores, allá en el
norte existe, pero menos, allá son creyentes, son manifestativos, pero no son
tan expresivos como aquí.
Cuando llegué de obispo, lo primero que hice fue andar en la calle saludando a
toda la gente, reacción que les extrañó, pero les agradó, porque se les hacía
algo que no es tan común, ver entre ellos al obispo.
Aquí son nueve mil kilómetros cuadrados, allá eran 63 mil, aquí en cualquier lugar
en dos horas estoy ahí, allá uno tenía que caminar doce horas, de hecho cuando
me vine para acá -Ciudad Guzmán-, me dijeron cuatro meses antes, era allá como
septiembre de 1999, me dijo: “infórmese dónde esta Ciudad Guzmán, capte cómo es
la cultura”, nunca me dijo si aceptaba o no aceptaba, pero me mando para acá, y
me pidió que me informe. Me dijo que iba tener dos ventajas que en Baja
California no tenía “más cerca de mi tierra y no tener que recorrer tantos
kilómetros”, no me dijo que el clima era maravilloso, que iba tener estas
cierras esplendidas, de Tapalpa, Mazamitla, la sierra del Tigre, y que la
cultura de aquí es una cultura en la que uno se siente muy arropado, porque la
gente es muy cercano a la piedad, a la peregrinación, la fiesta patronal, las
imágenes tan queridas, todas ellas.
Investigué en internet sobre esta ciudad, pero no hubo mucha información, pero
ya sabía donde estaba, porque vine a los 25 años de obispo de don Serafín, de
ello aquí me hospedé, -en la casa del obispo, donde se realizó esta entrevista-
de hecho era muy amable y me invitó a mí. Algo pues conocía.
He de decir que me costó menos trabajo dejar Baca California que León, porque
prácticamente pasé toda mi vida ahí, pero antes de irme la gente me mostró
mucho cariño, es muy bondadosa, los norteños no son tan abiertos a las primeras
de cambios, porque esperan que uno se abra a ellos.
CIUDAD GUZMÁN
Llegué hace 17 años, en torno al jubileo del año 2000, del tercer milenio.
Ciudad Guzmán llegó al nuevo milenio como nueva gente, nueva espiritualidad y
nuevo obispo. Hay una nueva evangelización, nueva en sus métodos, nueva en su
expresión, porque como el hombre es nuevo y diferente, quién va negar que el
hombre del nuevo milenio son diferentes en su cultura y en su forma de ser, en
su estilo de vida. Se trata de estar evangelizando esta gente con nuevos
métodos, nueva inspiración, nuevos derroteros, porque la gente es nueva.
Aquí en Ciudad Guzmán se estableció un camino más cercano a la gente, de mucho
tener en cuenta las dificultades, de no encerrarse únicamente en las cuatro
paredes de la sacristía, de salir a promover las dimensiones sociales, y no
únicamente fueron los sacerdotes los que trabajaran, sino al compromiso de
todos, la iglesia no es el sacerdote o el párroco, la iglesia somos todos.
Cuando llegué a catedral, el día de mi recibimiento, me entregaron una sonaja,
yo no sabía de sonajas, la agarré al revés, me dice el señor cardenal de
Guadalajara, Juan Sandoval, quien me dijo cómo se agarraba la sonaja. Todo fue
nuevo, los enrosos, aprender las manifestaciones de la religiosidad popular,
más indígena de esta tierra. Me fui adaptando a la esta cultura.
A los 75 años uno debe entregar la renuncia, me falta un tris, estoy obligado
moralmente a renunciar a mi ministerio, uno debe aceptar lo que le pidan, si la
renuncia o pasar a otro ministerio. Si hay necesidad en el momento que el santo
padre, me diga, que va mandar otro, o me deja aquí, siento que hay que tener la
paciencia y la tranquilidad, pero siempre los cambios son buenos.
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