LA “NUEVECITA”
“Di las nalgas por una fumada”, dijo la “nuevesita”, una joven de 17 años, que fue
lleavda a un centro de readaptación social, porque traía una adicción al
cristal y a la mariguana desde hace poco más de cinco años.
Su historia con las drogas comienza cuando tenía 12 años, vivía en la colonia
La Morita, cuando un día vio a unos amigos que se drogaban, “con un encendedor
encendían un foco, yo no sabía que era -risas- en ese tiempo ni me gustaba la
cerveza, salía con amigos más grandes que yo, me daban cerveza, pero yo me
hacía tonta, y la iba tirando poco a poco”.
Comenta que siempre tuvo problemas, sus padres se separaron, vivía con su
abuela, hasta que murió. “Siempre tuve pensamientos suicidas, un día en clases
se me ocurrió cortarme, una amiga me quiso imitar, pero se arrepintió y dijo
que yo la había cortado, me corrieron de sexto de primaria”.
Gracias a un examen terminó el grado y la primaria. A pesar de que no la
dejaban llegar a casa a más tardar las nueve de la noche, fueron los amigos de
17 años y la curiosidad, la que la acercó a las drogas.
“La primera vez eran las once de la noche, yo tenía mucho miedo porque ya era
muy tarde y me iban a regañar, yo en ese momento no conocía nada de drogas,
para mí lo más destructivo del mundo era el cigarro y la cerveza”, dice la
“nuevecita”, quien se expresa de forma rápida, jalando los cordones del pants,
debes en cuando jalaba la playera.
Ella andaba con amigos más grandes, casi mayores de edad, “ellos me llevaron
por una calle que no conozco, me dejó en una esquina de bajo de una lámpara, él
fue a una tiendita, no tardó; regresó con una bolsita anaranjada, le pregunté
qué es eso, me dijo que eran dulces”. Ellos se arrinconaron, su lejanía y su forma
de esconderse, arrinconados con un foco “prendido”, y como que fumaban, se
acercó por curiosidad, aunque les pidió ellos se negaron, por su edad; pero
insistió lo suficiente para poder convencerlos, ahí dio su primera fumada de
cristal…
“Recuerdo que me sentía ligera, rara, al día siguiente los pelos los sentía
arriba, el sol me calaba horrible, bien seca de la garganta, me acuerdo que le
di dos fumadas, cuando comí pan lo masticaba y lo masticaba y no me pasaba, y
un dolor de cabeza, me dio la famosa malilla”, narra la joven, de piel morena,
la cual tras tener menos de un mes de estar alejada de las drogas, poco a poco
su cuerpo comienza a recuperar, ya no está flaca, comienza a rellenarse
nuevamente.
Comenzó a salir con sus amigos cada fin de semana, siguió probando la
mariguana, pero fue más bien por un primo de los amigos, otra vez la tentación
de ver lo que hacían los mayores le ganó. “Mi mamá era muy estricta, vigilaba
con quién me juntaba, sobre todo porque ellos andaban entre los 17 y los 19
años.
“La primera vez que fumé mota el primo de mis amigos me llevó a pasear en moto,
fuimos allá junto al canal -a espaldas del Centro Cultural José Rolón. Ellos
comenzaron a forjar su cigarro, era de chocolate, le di el toque y estaba bien
mareada, era un cigarro de sabor, era el papel sabor chocolate. Andaba bien
mariguana, llore y llore y luego rice y rice, -ríe- me ponía hacer cosas, pero
ellos no se pasaron de lanza, me tenían cierto respeto porque era la más chica
-tenía doce años”.
No fumaba diario, era cada semana o cuando sus “amigos” la buscaban, ahora, en
la rehabilitación a entendido que esas personas no son ni fueron amigos.
Pero la situación no duró mucho, su mamá se dio cuenta, y la llevó con un
psicólogo. “Me hicieron antidoping pero todo salió negativo”, se le cuestionó
por qué salieron negativos los resultados, después de reír mucho y de esconder
la cara entre los hombros soltó la respuesta: “tome mucha agua con vinagre
blanco”, el vinagre limpia el organismo, por eso el examen de orina salió
negativo.
Pero la relación con su madre, nunca fue buena y se terminó de romper, al
correrla de su casa. “me salí y me fui a vivir con mi papá, quien para mí lo
era todo”, en aquel momento trabajaba de cerillito, aclara que siempre trabajó
para poder mantener su vicio, así que no tubo necesidad de robar.
“Entre a la secundaria, en el primer año consumí mucha mota, de hecho, me
llevaron a un centro allá por Santa Cecilia, iba ahí, nomás porque fumaba mucho
cigarro y mariguana, cristal casi no”, comenta que su mamá la miraba, y que la
notaba cuando estaba drogada. “Nuevecita” tiene un hermano menor, bueno, más
alto que también consume drogas. “Mi mamá se espantaba porque yo siempre estuve
anchita, me veía flaca, con los ojos pelones, se me notaban los huesos, cuando
me ponía blusas se me notaban los huesos. Además, trabajaba y nunca compraba
cosas, todo era para la droga”.
En la escuela varios de sus compañeros consumían, igual sus amigos, en su lugar
de trabajo “Todos lo hacían, trabajé en la feria, y todos, todos lo hacía, los
de los juegos, los puestos de comida, los del estacionamiento, todos los de
ahí”, denuncia la nuevecita.
“Ya cuando tenía 14 años andaba en la camioneta con ellos, ya sabía cocinar la
droga, forjar churros, todo eso”. Su fiesta de quince no fue como todas las
niñas de la edad lo imaginan: “la pasé de la chingada”. Narra que duró semanas
drogándose “mi regalo de navidad fue drogarme junto a mi hermano por primera
vez, pero él ya tenía tiempo fumando, ya está bien madreado, como cadavérico,
no quiero verme como él”, le brillan los ojos, son lágrimas detenidas, pero
rápidamente comienza a seguir hablando.
Decía que ganaba alrededor de mil pesos a la semana, todo se iba en comprar
cristal y mariguana. “La nuevecita” habla rápido, no se detiene, sus manos
demuestran la ansiedad de tener apenas pocas semanas de no probar droga, de hecho,
estaba castigada cuando la fuimos a visitar, “la ansiedad los pone a veces
violentos, o hacer cosa que no deben”, cuenta “la madrina”, una mujer que
estuvo cerca de ella mientras nos narraba su historia, esa mujer que vio a sus
hijos pasar por este mismo infierno, y que hoy en día, “en agradecimiento a
Dios, les ayudo a los que caen aquí”.
“Siempre trabajé para drogarme”. Pero a los 16 años dejó de trabajar, al igual
que de estudiar, porque no salió la secundaria. Unas primas la ayudaron a
trabajar en una cooperativa en una secundaria local “me pagaban mil 200 por
semana, y me los fumaba”. Ahí se hizo novia de la dueña de la cooperativa, él
tenía 28 años.
“Pero, aunque trabajaba y le daba 50 pesos a mi mamá, me empecé a endrogar, a
tener deudas de dinero, porque no me ajustaba mi salario para comprar eso
-droga-, le pedía a merengada y a perengana, luego pedí un préstamo y me metí
en un pedo”.
Después de un año se enfadó de trabajar en la cooperativa, duró tiempo sin
trabajar, así le alcanzaron los 17 años, “mi mamá vendía ropa, el dinero lo
metía debajo de su almohada, yo era bien mañosa, cuando estaba bien dormida yo
metía la mano y sacaba un puño de dinero, me salía corriendo, yo dormía en una
segunda planta, y me bajaba porque la “tiendita” -lugar donde le vendían la
droga- me quedaba a una cuadra de la casa”, aquí por primera vez bajo el tono
de voz, se puso lento, dejó mirar un sesgo de arrepentimiento.
“Cuando no tenía trabajo y andaba con el hijo de la señora de la cooperativa,
me acostaba con él para que me diera dinero y poder comprar droga, no tenía
nada malo, era mi novio, pero yo era su sexo servidora, porque yo ocupaba
dinero y me acostaba con él”, narra la “nuevecita”, con voz baja y hablando más
rápido, mucho después lo aceptó, “me acosté con… digamos… tres hombres para
poder tener dinero, o para darle un toque”, no quiso aceptar la edad que tenía,
pero sentenció “mis amigos me respetaron, bueno, a veces metían mano”, ya era
mucho para la catarsis que hizo frente a nosotros, de hecho “la madrina” dijo:
“en este tiempo que tiene aquí, no había querido hablar de su historia”, fuimos
los primeros en escuchar por lo que paso, “la madrina” se volteó, para que no
la viéramos llorar.
“Es que a veces andaba bien pacheca y pues los dos igual, aparte de que esa
madre te calienta y todo, y pos sucedió, pero a veces era porque quería y por
el dinero”, dice la nuevecita que de todo lo que hizo es de lo que se
arrepiente, “siempre pensaba que era una tonta, porque yo siempre trabajaba y
pos no ocupaba hacer eso, dejé trabajos por mi pendejes, luego por huevona”.
La “nuevecita” llegó al centro, porque la engañaron, fue su hermano y sus
amigos, quienes sin consultarla, pero irónicamente, preocupados la encerraron
“yo decía al principio, cabrones, ellos eran más mariguanos que yo, pero ahora,
más tranquila, les agradezco”.
Pero hay algo más que le duele, lo que ella más, fue romper la promesa a la
persona que más amaba en esta vida, y que ya no está con ella, su padre. “Mi
papá ya antes de morir quedó paralitico, por el alcohol, le dio una cirrosis
-era debilidad por la cirrosis-, yo le prometía que no iba usasr ninguna
chingadera, que jamás tomaría ni fumaria ni nada, lo que más me pesa es que
rompí esa promesa, eso le prometía mientras lo bañaba, porque él ya no podía y
le daba mucha vergüenza”. La “nuevecita”, está en camino a poder cumplir con su
promesa, aún no sabe si podrá superar su adicción, pero va en camino, con los
doce pasos, uno a la vez.
Según la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes (ENCODE) 2014: un millón 798 mil 400 alumnos de secundaria y bachillerato han probado alguna droga ilegal (17.2%), mientras que 152 mil 181 alumnos de quinto y sexto grado de primaria también las han probado (3.3%).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario