Samuel Gómez Patiño
El 12 de junio de
1986, en medio del mundial de fútbol de México 86, me levante temprano y tome
mi acordeón, recuerdo haber tocado durante unas tres horas, casi hasta que me
dolió el hombro; cuando tenía alguna situación de estrés el acordeón ayudaba a
enfocarme otra vez y tranquilizarme. Ese día presentaba mi examen profesional,
recuerdo que a las seis de la tarde tenía que estar en la Sala Audiovisual de
la Facultad de Contaduría y Administración, en la Universidad Autónoma de Baja
California, en mi ciudad natal Tijuana.
Había trabajado
tanto obligado en parte, por la amenaza de uno de mis sínodos de no dejar que
terminara mi carrera profesional y en otra por la ilusión de que mis padres (en
especial el Ingeniero Alfonso Gómez Izquierdo) estuvieran presentes y
disfrutaran el éxito de su hijo mayor y el primero con un título de una carrera
profesional.
Como me gustaba
dibujar, recuerdo haber realizado unos acetatos con gráficas y caricaturas
sobre el proyecto financiero (a veces siento que soy el precursor del Power
Point), me sentía como pez en el agua y le conteste a cada uno de los sinodales
con nervios pero confiado en lo que había aprendido. Mi máximo orgullo, mi
padre sentado una butaca atrás de mi emocionado escuchando a su hijo.
Al término me
pidieron abandonar la sala para deliberar, me sentía satisfecho por
demostrarles que era competente, sobre todo en el área financiera y, entonces
ocurrió algo que quizás cambio el rumbo de mi vida. El Contador Público Luis
Meza Aristigue me vio fuera de la sala y me pregunto: ¿Cómo te fue?, a lo que
conteste, -Me parece que bien, -Entonces (me dijo), al terminar pasa a llenar
tú disponibilidad para que empieces a dar clases.
En diciembre de
1985 termine mi último semestre de la carrera, en junio de 1986 presentaba mi
examen profesional y el 5 de agosto del mismo año di mi primer clase en la
universidad, a un grupo de octavo de Contadores Públicos la materia de
Mercadotecnia. Recuerdo ese día con mucho cariño, que a la vez marco el camino
que 30 años después siguió su servidor.
Me tocaba la
primer clase para el grupo del semestre, llegue temprano y subí al segundo piso
del edificio “H” y entre al salón. No había nadie. Deje mi carpeta en el salón
y afuera me encontré con un conocido por lo que me puse a platicar, entonces me
percate que entraron 3 muchachas al aula por lo que me despedí de mi
interlocutor y regrese a mi lugar. Al no encontrar ningún maestro las alumnas
se sentaron haciendo un circulo con sus mesabancos y empezaron a platicar de
sus vacaciones (eso me pareció), en eso estaban cuando ingrese al salón y tome
un pupitre y también me senté con ellas.
Tenía 25 años,
pero aparentaba muchos menos por lo que no les pareció extraño que al acercarme
les preguntará cual era la materia que nos tocaba y una de ellas me contesto
–Mercadotecnia, y volví a preguntar -¿Quién es el maestro?, y revisando sus
horarios me dijeron –Un tal Samuel Gómez, y seguí preguntando -¿Cómo creen que
sería más interesante esta matera? En fin, me dieron sus opiniones e ideas y
cuando terminaba mi hora clase me despedí de ellas y escuche a una de las
alumnas decirme como en forma de queja, -que el primer maestro haya sido
irresponsable por no acudir a la primera hora no significa que no tengamos las
demás clases, entonces les comente, yo solo les doy está hora nos vemos mañana.
Se imaginaran al día siguiente cuando llegue, me presente oficialmente
escribiendo en el pizarrón mi nombre y alcance a escuchar dentro del gran
silencio del grupo: -Si era el maestro.
Cuando estudiaba
mi carrera profesional está era una de dos cosas que había jurado no hacer al
terminar, la otra ser Gerente de Recursos Humanos, que curiosamente también fue
mi primer trabajo profesional. Aprendí a no decir nunca.
Este viernes 24
estaré en el festejo que realiza la universidad para sus trabajadores más
antiguos y curiosamente en el 60 aniversario de la UABC, empezando por quienes
cumplen 20, luego 25 y como su servidor 30, además de los de 40 y 45 años de
servicio a la educación profesional. Hoy sólo puedo mirar mis huellas y pensar
que me debo preparar para cerrar ciclos, pronto me voy a jubilar (en 5 años) y
me queda la satisfacción de haber contribuido en el crecimiento de miles de profesionistas,
y sólo les puedo decir que preferí que me odiarán por ser severo y estricto
mientras estudiaban que lo hicieran después, ya egresados porque no hice mi
trabajo.
La próxima semana,
carta a una persona que murió.
Me gustaría leer
tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook:
Samuel Gómez Patiño
Vicepresidente
Educativo del Club Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado
y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático
en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad
Autónoma de Baja California
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