Páginas

viernes, 3 de marzo de 2017

Moonlight






José Luis Vivar


La vida siempre ha sido dura para los negros en los Estados Unidos. Desde que pisaron por primera vez el continente americano como esclavos en el siglo XVI, hasta su liberación en 1865, con el fin de la Guerra de Secesión, han padecido racismo y marginación. En el siglo XX tuvieron que luchar por hacer sus derechos, y consolidarse como parte importante del mencionado vecino país del Norte. Aun así, los problemas continúan. El odio de la raza blanca en diferentes estados sigue vigente, y tal vez la esclavitud no sea con grilletes y latigazos sino con algo igual o peor las drogas.

A pesar del título tan inocente, Moonlight, Luz de luna (Barry Jenkins, 2016), carece de esa inocencia que uno espera encontrar. La vida de Chiron es solo una muestra de los miles de casos que diario se pueden leer en los medios impresos y electrónicos. Hombres y mujeres que padecen o padecieron una infancia feroz terminan de la peor manera.

La película, ubicada en algún lugar de Miami está dividida en tres partes, que pueden ser tres capítulos o tres momentos en la vida del mencionado personaje. Verlas en esa forma nos deja claro que el personaje se muestra como niño, adolescente y joven adulto.

En la primer parte, Little (Pequeño), Chrion (Alex Hibbert) sufre el acoso de sus amiguitos de la escuela, sencillamente porque se le considera un cobarde, por no atreverse a hacer lo que los demás hacen. Antes de ser molido a pedradas es rescatado por Juan (Mahershala Ali), un cubano que se dedica a vender drogas en las calles y vive con Teresa (Janella Monáe), su amante. Vivir en un hogar donde la pareja le brinda afecto y lo escucha hacen que Chrion reflexione en torno a Paula (una extraordinaria Naomie Harris), su mamá, mujer adicta y promiscua sexual que dice quererlo, pero solo a ratos, cuando no está drogándose o cuando se encuentra sobria. Tiene un amigo: Kevin (Jaden Pinner), que será su acompañante a lo largo de su vida. Pero no todo es felicidad, el terrible golpe emocional del niño es cuando se entera que Juan, el hombre al que ve como un padre, es quien le vende las drogas a su mamá.

Para la segunda parte, llamada Chiron, nos topamos con un adolescente (Ashton Sanders) cuya homosexualidad aflora y le acarrea problemas con sus compañeros de clases. Kevin (Jarell Jerome), sigue siendo su amigo, e incluso lo llama con un apodo Black (Negro), lo cual hace ver que el racismo o solo es de parte de los blancos, sino de su mismo grupo étnico. Y además tiene un enemigo, Terrel (Patrick Decile), quien le hace la vida imposible y desencadena el caos cuando obliga al mismo Kevin a que lo golpee. Las consecuencias de esta pelea marcarán el futuro del protagonista.

El último episodio de Moonlight tiene un título que hace alusión al conflicto de Chiron: Black. Después de varios años, Chiron (Trevante Rhodes) es la imagen viva de Juan: se dedica a la venta de drogas y todo lo que de ello se deriva. Su reencuentro con Kevin (André Holland), quien ahora es cocinero y propietario de un restaurante, y además está casado y es padre de familia, no es divertido ni de buena nostalgia, es más bien la continuación de un drama que vive como homosexual y como ser humano. Su vida no ha sido fácil, las cicatrices de su alma son evidentes con el comportamiento que manifiesta. Visitar a su mamá, una adicta en recuperación permite adentrarnos a una relación marcada por la violencia, una mala relación, y heridas que nunca van a sanar. Chiron está de vuelta pero no solo ha cambiado sino quiere reencontrarse consigo mismo.

Este drama no es fácil de digerir, no es fácil tampoco de catalogar porque como se mencionó líneas arriba, es solo un caso más de los muchos que existen, y donde la esclavitud prevalece porque en la miseria hay pocas opciones para salir de ese sistema opresor. Moonlight se presenta como la primera película racista de la Era Trump. No habrá mucho qué esperar, vendrán más. 


NOTA BENE: Para después del 26 de febrero me había reservado escribir un comentario sobre las tres cintas que consideraba mis favoritas, esperando que cualquiera de ellas fuese elegida como Mejor Película en la edición 89° de los Premios de la Academia 2016.

Estas eran: La la Land (Dir. Damien Chazelle); Hasta el último hombre (Dir. Mel Gibson) y Moonlight (Barry Jenkins), aunque en honor a la verdad, para muchos especialistas y críticos de cine, coincidían que esta última se trataba una buena historia, pero no para que resultara triunfadora. Aun así, ganó en medio del escándalo porque habían dado por triunfadora a la obra de Chazelle, situación bochornosa y algo inaudito en toda la historia de los famosos premios Óscar. Finalmente, serán los espectadores y la Historia quienes digan si fue un acierto o no premiarla.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario