José Luis Vivar
La vida siempre ha sido dura para los negros en
los Estados Unidos. Desde que pisaron por primera vez el continente americano
como esclavos en el siglo XVI, hasta su liberación en 1865, con el fin de la
Guerra de Secesión, han padecido racismo y marginación. En el siglo XX tuvieron
que luchar por hacer sus derechos, y consolidarse como parte importante del
mencionado vecino país del Norte. Aun así, los problemas continúan. El odio de
la raza blanca en diferentes estados sigue vigente, y tal vez la esclavitud no
sea con grilletes y latigazos sino con algo igual o peor las drogas.
A pesar del título tan inocente, Moonlight, Luz
de luna (Barry Jenkins, 2016), carece de esa inocencia que uno espera
encontrar. La vida de Chiron es solo una muestra de los miles de casos que
diario se pueden leer en los medios impresos y electrónicos. Hombres y mujeres
que padecen o padecieron una infancia feroz terminan de la peor manera.
La película, ubicada en algún lugar de Miami
está dividida en tres partes, que pueden ser tres capítulos o tres momentos en
la vida del mencionado personaje. Verlas en esa forma nos deja claro que el
personaje se muestra como niño, adolescente y joven adulto.
En la primer parte, Little (Pequeño), Chrion (Alex
Hibbert) sufre el acoso de sus amiguitos de la escuela, sencillamente porque se
le considera un cobarde, por no atreverse a hacer lo que los demás hacen. Antes
de ser molido a pedradas es rescatado por Juan (Mahershala Ali), un cubano que
se dedica a vender drogas en las calles y vive con Teresa (Janella Monáe), su
amante. Vivir en un hogar donde la pareja le brinda afecto y lo escucha hacen
que Chrion reflexione en torno a Paula (una extraordinaria Naomie Harris), su
mamá, mujer adicta y promiscua sexual que dice quererlo, pero solo a ratos,
cuando no está drogándose o cuando se encuentra sobria. Tiene un amigo: Kevin
(Jaden Pinner), que será su acompañante a lo largo de su vida. Pero no todo es
felicidad, el terrible golpe emocional del niño es cuando se entera que Juan,
el hombre al que ve como un padre, es quien le vende las drogas a su mamá.
Para la segunda parte, llamada Chiron, nos
topamos con un adolescente (Ashton Sanders) cuya homosexualidad aflora y le
acarrea problemas con sus compañeros de clases. Kevin (Jarell Jerome), sigue
siendo su amigo, e incluso lo llama con un apodo Black (Negro), lo cual hace
ver que el racismo o solo es de parte de los blancos, sino de su mismo grupo
étnico. Y además tiene un enemigo, Terrel (Patrick Decile), quien le hace la
vida imposible y desencadena el caos cuando obliga al mismo Kevin a que lo golpee.
Las consecuencias de esta pelea marcarán el futuro del protagonista.
El último episodio de Moonlight tiene un título
que hace alusión al conflicto de Chiron: Black. Después de varios años, Chiron
(Trevante Rhodes) es la imagen viva de Juan: se dedica a la venta de drogas y
todo lo que de ello se deriva. Su reencuentro con Kevin (André Holland), quien
ahora es cocinero y propietario de un restaurante, y además está casado y es
padre de familia, no es divertido ni de buena nostalgia, es más bien la continuación
de un drama que vive como homosexual y como ser humano. Su vida no ha sido
fácil, las cicatrices de su alma son evidentes con el comportamiento que
manifiesta. Visitar a su mamá, una adicta en recuperación permite adentrarnos a
una relación marcada por la violencia, una mala relación, y heridas que nunca
van a sanar. Chiron está de vuelta pero no solo ha cambiado sino quiere
reencontrarse consigo mismo.
Este drama no es fácil de digerir, no es fácil
tampoco de catalogar porque como se mencionó líneas arriba, es solo un caso más
de los muchos que existen, y donde la esclavitud prevalece porque en la miseria
hay pocas opciones para salir de ese sistema opresor. Moonlight se presenta
como la primera película racista de la Era Trump. No habrá mucho qué esperar,
vendrán más.
NOTA BENE: Para después del 26 de febrero me había
reservado escribir un comentario sobre las tres cintas que consideraba mis
favoritas, esperando que cualquiera de ellas fuese elegida como Mejor Película
en la edición 89° de los Premios de la Academia 2016.
Estas eran: La la Land (Dir. Damien Chazelle);
Hasta el último hombre (Dir. Mel Gibson) y Moonlight (Barry Jenkins), aunque en
honor a la verdad, para muchos especialistas y críticos de cine, coincidían que
esta última se trataba una buena historia, pero no para que resultara
triunfadora. Aun así, ganó en medio del escándalo porque habían dado por
triunfadora a la obra de Chazelle, situación bochornosa y algo inaudito en toda
la historia de los famosos premios Óscar. Finalmente, serán los espectadores y
la Historia quienes digan si fue un acierto o no premiarla.
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