Arturo Zamora
Comentábamos aquí, la relevancia
del discurso del presidente Enrique Peña Nieto, pronunciado durante la
ceremonia conmemorativa del 88 aniversario de la fundación del PRI.
Hoy retomo, de dicho mensaje, un
aspecto crucial en el debate que está por abrirse con los procesos electorales
locales de junio próximo y, luego, con las elecciones generales y por la
Presidencia de la República en 2018: el de la capacidad de adaptación del PRI a
las sucesivas etapas de nuestra historia, a la vez como un promotor de la
modernización y una institución política capaz de asimilar los cambios en
individuos y grupos sociales.
El mejor ejemplo de esta cualidad y
fortaleza del PRI es la transformación que han vivido los tres grandes sectores
que forman la base social de este partido: el sector obrero, el sector
campesino y el sector popular.
De 1929 a la fecha, México pasó de
ser un país eminentemente rural a uno mayoritariamente urbano. Luego de ser
creadas las primeras instituciones financieras, de fomento y desarrollo, la
Segunda Guerra Mundial impulsó una industrialización acelerada, la
tecnificación del campo y el crecimiento de las grandes universidades públicas.
Durante las tres décadas del
llamado “desarrollo estabilizador”, en México creció una amplia y dinámica
clase media que requería un espacio de participación política organizada y
demandaba su representación democrática en el orden institucional.
El 28 de febrero de 1943 nace el
sector popular del PRI con la figura de la Confederación Nacional de
Organizaciones Populares. Fue fundada en Guadalajara bajo la dirección política
de don Juan Gil Preciado y Ernesto Gallardo, para incluir a los
profesionales independientes, maestros, pequeños industriales, transportistas, servidores
públicos, comerciantes y colonos, entre otros sectores urbanos.
Más adelante se sumaron los
militares y los pequeños propietarios rurales: ganaderos, forrajeros, cañeros,
cafetaleros y agroindustriales, entre otros.
Las décadas posteriores al llamado
“milagro mexicano” no fueron fáciles para ninguno de los tres sectores.
Hacia 1982, México inició un largo
ciclo de reformas que lleva ya 35 años de grandes esfuerzos por reconvertir el
aparato industrial, eliminar el estatismo y el corporativismo agrario, abrir
progresivamente la economía, promover la liberalización comercial e impulsar la
competitividad y la productividad. Todo ello supuso una acelerada adaptación de
la clase obrera, un nuevo impulso al desarrollo rural y una auténtica
revolución en la economía urbana.
Sobre esta base, la transformación
del país continúa en forma acelerada y, en apenas dos sexenios, México tendrá
100 nuevas ciudades con 37 millones de habitantes más y una población urbana de
90% que demandará servicios de energía eléctrica, transporte, vivienda, salud,
educación, cultura y recreación.
Al asumir la dirigencia del sector
popular del PRI, el pasado 3 de marzo, lo hicimos conscientes del reto que
supone renovarse y consolidarse a partir de la ampliación de su representación
política de cara a las nuevas ciudadanías. El desafío es la inclusión de los
individuos y grupos sociales asociados con el sector servicios y el desarrollo
de las megalópolis que actualmente representan la mayor parte de la economía
nacional.
El objetivo es afianzar a la
Confederación Nacional de Organizaciones Populares como la representación más
viva, amplia y dinámica del PRI para renovar la alianza que ha permitido
realizar las grandes reformas que están dando a México viabilidad y fortaleza.
*Senador de la República.
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