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viernes, 24 de marzo de 2017

Elegías


 



DISTANCIA

¿Qué de mí y de ti dice la noche, cuando el silencio está entre los dos; cuando el miedo, revelado como un secreto no es más que una distancia imposible de salvar?

En este instante el amarillo corresponde a esa imposibilidad y deja en mi rostro tu azul-tristeza después de la tormenta, después del viento que tanto me asusta. El viento que tanto me asusta y tu voz que de pronto se acalla en el teléfono, y que se queda sonando en mi —ahora— triste corazón...



ELEGÍA

Me estoy acostumbrando a pasar la noche solo. Pero en mi mente, tu cuerpo me cubre con su lumbre, con su salada y suave piel. Tu cuerpo, me digo, es mi casa. Es tu corazón un refugio verdadero del que no deseo salir. Si algún día salgo, corazón, será únicamente por un instante. Porque es ahí donde he sabido estar mejor. Es tu corazón el refugio que busqué por años, y está ahí, latiendo...
Estás ahí latiendo corazón, en tu recámara, donde el amor hicimos. Entre el bosque. Entré al bosque de tu cuerpo y me perdí. Entré a tu cuerpo y supe —de verdad supe—, que mi vida la entregaría a amarte.

Si algún día te pierdo, corazón, viviré sólo para lamentarlo.


LA LUNA ES UN PÉNDULO

La luna entre los árboles. La luna entre los altos edificios.
Mi pensamiento está en ti. Mi pensamiento está contigo. Mi cuerpo tiene ahora el oficio del recuerdo de los actos vividos, vividos y sentidos. Nunca tu cuerpo estuvo más vivo. Mi cuerpo más vivo.

En la recámara persistes: hace un momento escuché que decías mi nombre. Hace un instante escuché tu jadear. Tu voz decía mi nombre y el bosque de tu cuerpo estuvo un instante en mi cuerpo. Miré: la luna es un péndulo: la distancia crea sus ilusiones, de la ventana llega el lamento de tu voz. Aquí mi cuerpo y mi voz están presentes. Miro de nuevo el cielo: la luna ha desaparecido y tu presencia es más clara: nunca estuve más en ti, nunca mi cuerpo estuvo más vivo.
Aquí estás para siempre.


SEÑORA LUZ DE LUNA

Así te vas, Señora luz luna, dejando una estela blanca de dolor. Así te vas: ¿es mejor huir que vivir entre la nada del silencio? ¿O es tu silencio el lenguaje que debo entender? ¿O es tu blanca luz entre los árboles un secreto que no se debe explicar? ¿O es tu estela-luz las significancias del misterio? Así me dejas: en medio de una nada toda extensión de luz. Con la voz entristecida y los ojos blandos, ansiosos de ti. Toda oscuridad es la ausencia. Oscuridad que resplandece ante los astros que en el cielo, ahora mismo, me dicen algo que no acabo de entender...

Silencio. Toda luz es silencio.


RECLAMO


Avec la barque et la rame
on atteindra l’autre bord.
Mais l’amour, Madame?
Hélas! quel triste sort!
P. C.


Sin tiempo. No hay tiempo. Con cansancio. Siempre el cansancio.
¿Si fuera yo quien está contigo ahora, habría tiempo? ¿Se acabaría el cansancio? Diera yo el mundo —mi mundo, claro es— por siempre estar contigo. Pero no hay tiempo, hay cansancio. Llamadas sin contestar. Teléfonos descolgados. Y cansancio. No hay tiempo. ¿Pero algún día habrá tiempo?

El tiempo, amor, se gana. ¿No lo he ganado? ¿Siempre pierdo contigo? Estoy triste. Y escribo estas líneas que llegarán a ti y no habrá tiempo, habrá cansancio. ¿Llegará el día en que el tiempo se llame adiós? ¿Vence siempre el cansancio?...
Temo la pérdida.


COPA ROTA

¿La copa rota es el presagio de tus promesas? ¿O es la afirmación de que el tiempo futuro no vendrá? De que tú y yo no estaremos por mucho tiempo juntos. Juntos —qué extraña palabra para decirla de nosotros. Apenas la digo, la duda llega; el temblor llega y vuelve a caer la copa: su roto cristal está brillando ahora, pronunciando un mensaje que no deseo escuchar, no en este instante, cuando tus palabras me hacen sentir feliz. Pero el cristal en la mesa no deja de lanzar su fulgor. Pasado el tiempo, ¿qué es lo que traerá?


EN LA SALA DESIERTA


—Tu figura se disuelve en la oscuridad.

En la penumbra de la sala, qué delicia tus labios. Qué hermosos tus ojos de niña descubierta en falta.
¿Este es tu reino? En mi corazón tu reino.
En la sala desierta beso tus labios. Nunca tu boca más viva, nunca tu cuerpo más sentido; beso ávidamente tu boca que dice de ti. Beso, delicada, suavemente tu boca. Y en el beso digo el amor. El ardor que está en mi fragilidad.


SOLICITUD

Cuando te vayas de viaje, haz la promesa de contarme todos tus actos. Que me dirás si en tu corazón tengo un espacio. Y que mantendrás tibio mi cuerpo en las noches de frío. Cuando el tiempo te lleve a otras tierras, yo sabré esperar. Y si alguna vez encuentras un amor —no importa que sea ocasional—, bastará un mensaje que solamente diga: “He encontrado otro amor...” Así sabré que la espera ha terminado.
Para saber que estás viva, muerdo tus labios.


            DECLARACIONES Y PROMESAS

—No quiero perderte...
“El que yo me vaya no quiere decir que no estarás conmigo.”
—¿Qué haré cuando tú no estés?...
“Donde quiera que yo esté tendré un lugar para ti.”
—Te amo tanto...
“Lo sé.”
—Quiero viajar contigo...
“Tenemos muchos viajes por hacer.”
—Te invito a mi bosque...
“El mío es más bonito.”
—Quiero verte...
“Te llamo después para confirmar.”
—Te estoy llamando...
Silencio.


ABANDONO

Abatidas palomas en el cielo: ¿el viento las aleja? El cielo de esta tarde trae consigo el vuelo tenaz del colibrí; a las nubes y con ellas la lluvia; la parda luz del sol ya se perdió. El movimiento de los árboles contiene ya el alejamiento: la distancia sabe a dolor. ¿Así sabes amar? ¿O es sólo el temor al abandono? La tarde es gris. El mundo es gris. Y tu voz resuena como un eco: cada vez más lejano. El viento de la tarde debilita las hojas de los árboles. El viento distante y frío sabe sólo de ti: ¿es el momento de la retirada? Espero con temor tus palabras.


Quizás viene el momento de escribir el Canto final.

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