Arturo Zamora
Las Fuerzas
Armadas han sido siempre pilares de estabilidad, seguridad y paz del Estado
mexicano. Son ejemplo de servicio y lealtad con nuestro pueblo. Han defendido
—a costa de la vida de muchos de sus elementos— nuestro territorio de amenazas
internas y exteriores.
En la última
década, las Fuerzas Armadas han mantenido la seguridad y la paz en diversos
puntos de nuestro territorio, acudiendo al llamado de los tres órdenes de
gobierno ante el embate de la delincuencia organizada.
Soldados y
marinos son quienes están más pronto y cerca de los ciudadanos en momentos de
emergencia o desastres naturales, permitiendo que la población damnificada
tenga refugio y alimento y que sus localidades vuelvan a la normalidad en poco
tiempo.
Por todo lo
anterior, la ciudadanía valora a las Fuerzas Armadas como la institución más
confiable, porque así lo viven de manera cotidiana.
En los
últimos días, las Fuerzas Armadas han sido objeto de señalamientos infundados e
irresponsables, que revelan una gran ignorancia de su historia y de su delicada
función en los difíciles momentos que atraviesa la nación.
Primero, Andrés Manuel López Obrador les
imputaba haber masacrado a menores de edad en el estado de Nayarit, en un
operativo impecable en que fue ultimado el líder de un peligroso grupo
criminal.
Luego, apenas
la semana pasada en Nueva York, el mismo líder de Morena respondió al justo
reclamo de uno de los padres de los jóvenes desaparecidos en Iguala,
acusando al Ejército por estos hechos.
Estas
expresiones son sumamente graves, no sólo por la ligereza con que lanza
acusaciones de serias implicaciones jurídicas, sino porque revelan la verdadera
convicción de un hombre que pregona la filosofía de una república amorosa y
hasta concede el perdón a sus adversarios, pero cuya íntima convicción es de
desprecio a las instituciones, de discordia social y vulgar ambición de poder.
Por si
quedara duda de lo que piensa el dueño de Morena, hay que leer su reciente
publicación 2018, la salida, sólo para
confirmar que AMLO no
dedica una sola frase de reconocimiento a las Fuerzas Armadas, y sí las acusa
de asesinatos, desaparición de personas y de
corrupción.
Lo que
verdaderamente busca López Obrador es
dividir al país, enfrentando a la ciudadanía con aquellos que dan su vida por
mantener la estabilidad, la paz y las instituciones democráticas.
Como lo dijo
el presidente nacional del PRI, Enrique
Ochoa Reza: “López Obrador no
está capacitado ni merece aspirar a ser Comandante Supremo de las Fuerzas
Armadas”.
Confrontar y
denostar al Ejército desenmascara la ignorancia y la ausencia de compromiso
social de quien por obsesión busca tomar por asalto el poder.
Actuando de
manera constructiva y responsable, debemos seguir avanzando en dos frentes. Por
una parte, los gobiernos estatales y municipales deben asumir con
responsabilidad sus competencias en materia de seguridad pública, integrando
policías efectivas, capacitadas y leales con la ciudadanía, de modo que el
Ejército y la Marina se retiren paulatinamente de las tareas que han venido
desarrollando de manera supletoria.
Por otra
parte, el Poder Legislativo debe trabajar con seriedad para que las Fuerzas
Armadas cuenten con un marco jurídico en materia de seguridad interior que dé
certeza a las corporaciones militares como garante de la paz y seguridad a las
instituciones y a los ciudadanos, salvaguardando el ejercicio de sus libertades
y el respeto de sus derechos.
* Senador de la República.
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