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jueves, 23 de marzo de 2017

Contratiempo

>ENHART





José Luis Vivar




Quien se atreva a decir que todo se ha mostrado en el Thriller, está equivocado. Si algo mantiene al espectador pegado a la pantalla no es el asunto de la película, ni la alta dosis de hemoglobina; vamos, ni siquiera el misterio por saber quién o quiénes son los asesinos. Lo que hace novedoso e interesante este género es el cómo se cuenta. Y esto es algo que el director catalán Oriol Paulo sabe hacer muy bien, porque para que la historia funcione ha de ser una suerte de maquinaria cuyas piezas grandes y pequeñas debe ensamblar de forma precisa, de manera discreta y sin alterar los principios de la lógica.

Contratiempo (Oriol Paulo, 2017), es una cinta española que presenta la historia de Adrián Doria (Mario Casas), un joven y acaudalado empresario que es acusado de haber asesinado a su amante, la fotógrafa Laura (Bárbara Lennie) Teniendo todo en su contra –fue captado in fraganti dentro de la habitación de un hotel, con la puerta cerrada por dentro, y donde resulta imposible que alguien haya podido escapar-, se presenta en su departamento una importante abogada llamada Virginia Goodman (Ana Wagener), que jamás ha perdido un caso y que hará todo lo que esté a su alcance para impedir que el empresario vaya a la cárcel, no sin antes dejarle en claro que ella no es ninguna estúpida y que dejará de ayudarlo si él le miente.

Teniendo solo 180 minutos como plazo para que el acusado cuente toda la verdad sobre lo que sucedió, nos introducimos en un viaje en espiral a través de flashbacks que inicia con algo tan simple como la discusión que sostiene la pareja de amantes en la carretera, y que también algo tan simple como un ciervo se cruza en su camino y provoca una tragedia: la muerte de otro automovilista, un joven llamado Daniel Garrido (Iñigo Castesi)

Un testigo inesperado se acerca. Laura simula ser la propietaria del auto accidentado que se arregla con Adrián, por el golpe que recibió en el choque. Con mentiras logran que el tipo se aleje, pero existe un problema: el vehículo en el que viajan no arranca.

Bajo otras circunstancias lo que sucedería a continuación es el escape de la pareja o una llamada a las autoridades policiales para informar de los sucedido. Solo que esto jamos ocurre. La perversidad de ambos les hace cómplices de un crimen: deshacerse del cadáver y del auto. Aunque antes se adueñan de su documentación y de su teléfono celular.

Después, mientras Adrián hace el trabajo sucio, un afable conductor (José Coronado) se ofrece ayudar a la muchacha, porque es mecánico. Ella a regañadientes acepta, y se deja conducir hasta la casa del señor quien le presenta a su esposa. El nerviosismo de Laura no es gratuito; se siente incómoda en ese lugar, a pesar de la amabilidad de sus moradores. Y tiene sus razones: la pareja tiene un hijo, y ese hijo es Daniel, cuyo teléfono celular comienza a sonar. Asustada, Laura lo esconde en un sofá bajo unos cojines. El teléfono vuelve a repiquetear y los padres se muestran más que sorprendidos.

Apenas ve que la camioneta funciona, Laura escapa.

Regresamos al punto de inicio. Algo no convence a la Goodman. Hay cosas que no encajan. Y a pesar de todo, Adrián debe hablar con la verdad. Una verdad que no es tan fácil que salga de sus labios, pero que por la presión del tiempo deberá hacerlo.

El recurso del Flashback sirve a Oriol Paulo para jugar con quienes estamos al pendiente de lo que pasa. Unas veces Adrián es inocente y Laura es la culpable; en otros momentos los roles se invierten. Además, la presencia de Tomás Garrido es fundamental para hacer más intenso el misterio. A cada rato la culpabilidad se desplaza en unos y otros, dando la impresión de que estamos en un callejón sin salida.


Pero no es así. El desenlace es de antología. Nadie sabe cómo es que de pronto aquello que creíamos se desvanece para dar paso a lo que ni siquiera suponíamos. Más que hallar un culpable por la muerte de Laura y de Daniel, lo que tenemos es un ejemplo de maestría en el arte del Thriller.   

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