>ENHART
José Luis Vivar
Quien se atreva a decir que todo se ha mostrado
en el Thriller, está equivocado. Si algo mantiene al espectador pegado a la
pantalla no es el asunto de la película, ni la alta dosis de hemoglobina;
vamos, ni siquiera el misterio por saber quién o quiénes son los asesinos. Lo
que hace novedoso e interesante este género es el cómo se cuenta. Y esto es algo que el director catalán Oriol Paulo
sabe hacer muy bien, porque para que la historia funcione ha de ser una suerte
de maquinaria cuyas piezas grandes y pequeñas debe ensamblar de forma precisa, de
manera discreta y sin alterar los principios de la lógica.
Contratiempo (Oriol Paulo, 2017), es una cinta
española que presenta la historia de Adrián Doria (Mario Casas), un joven y
acaudalado empresario que es acusado de haber asesinado a su amante, la
fotógrafa Laura (Bárbara Lennie) Teniendo todo en su contra –fue captado in
fraganti dentro de la habitación de un hotel, con la puerta cerrada por dentro,
y donde resulta imposible que alguien haya podido escapar-, se presenta en su
departamento una importante abogada llamada Virginia Goodman (Ana Wagener), que
jamás ha perdido un caso y que hará todo lo que esté a su alcance para impedir que
el empresario vaya a la cárcel, no sin antes dejarle en claro que ella no es
ninguna estúpida y que dejará de ayudarlo si él le miente.
Teniendo solo 180 minutos como plazo para que
el acusado cuente toda la verdad sobre lo que sucedió, nos introducimos en un
viaje en espiral a través de flashbacks que inicia con algo tan simple como la
discusión que sostiene la pareja de amantes en la carretera, y que también algo
tan simple como un ciervo se cruza en su camino y provoca una tragedia: la
muerte de otro automovilista, un joven llamado Daniel Garrido (Iñigo Castesi)
Un testigo inesperado se acerca. Laura simula
ser la propietaria del auto accidentado que se arregla con Adrián, por el golpe
que recibió en el choque. Con mentiras logran que el tipo se aleje, pero existe
un problema: el vehículo en el que viajan no arranca.
Bajo otras circunstancias lo que sucedería a
continuación es el escape de la pareja o una llamada a las autoridades
policiales para informar de los sucedido. Solo que esto jamos ocurre. La
perversidad de ambos les hace cómplices de un crimen: deshacerse del cadáver y
del auto. Aunque antes se adueñan de su documentación y de su teléfono celular.
Después, mientras Adrián hace el trabajo sucio,
un afable conductor (José Coronado) se ofrece ayudar a la muchacha, porque es
mecánico. Ella a regañadientes acepta, y se deja conducir hasta la casa del
señor quien le presenta a su esposa. El nerviosismo de Laura no es gratuito; se
siente incómoda en ese lugar, a pesar de la amabilidad de sus moradores. Y
tiene sus razones: la pareja tiene un hijo, y ese hijo es Daniel, cuyo teléfono
celular comienza a sonar. Asustada, Laura lo esconde en un sofá bajo unos
cojines. El teléfono vuelve a repiquetear y los padres se muestran más que
sorprendidos.
Apenas ve que la camioneta funciona, Laura
escapa.
Regresamos al punto de inicio. Algo no convence
a la Goodman. Hay cosas que no encajan. Y a pesar de todo, Adrián debe hablar
con la verdad. Una verdad que no es tan fácil que salga de sus labios, pero que
por la presión del tiempo deberá hacerlo.
El recurso del Flashback sirve a Oriol Paulo
para jugar con quienes estamos al pendiente de lo que pasa. Unas veces Adrián
es inocente y Laura es la culpable; en otros momentos los roles se invierten.
Además, la presencia de Tomás Garrido es fundamental para hacer más intenso el
misterio. A cada rato la culpabilidad se desplaza en unos y otros, dando la
impresión de que estamos en un callejón sin salida.
Pero no es así. El desenlace es de antología.
Nadie sabe cómo es que de pronto aquello que creíamos se desvanece para dar
paso a lo que ni siquiera suponíamos. Más que hallar un culpable por la muerte
de Laura y de Daniel, lo que tenemos es un ejemplo de maestría en el arte del
Thriller.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario