lunes, 13 de febrero de 2017

Leer el mundo

>Los conjurados




Ricardo Sigala


En conferencia en la Universidad de Belgrano Borges dijo: “Respeto a los que tienen un amor fanático por los libros como objetos, pero yo sólo entiendo el libro como un medio.”  Más adelante agregó, “¿Qué es un libro si no lo abrimos? Es simplemente un cubo de papel y cuero con hojas.” Pero al leerlo ocurre algo mágico, despiertan las mentes que en él se guardan como sugiere Emerson. Estamos ante la posibilidad del hecho estético. Podemos valorar el libro como un objeto en sí mismo, tenemos el derecho de amarlo y enaltecerlo. Sin embargo, el libro como una cosa en sí no es más importante que cualquier otra cosa.


Sabemos que el libro es un depositario de la memoria y la imaginación, sin embargo, los servicios que nos proporciona son muchos más. El su Discurso del método René descartes dice que la naturaleza es un libro que hay que leer. Esa es una clave fundamental para entender otra de las funciones del libro.

Leer libros es importante no sólo porque al hacerlo nos apropiamos de información sino porque el mecanismo por el que nos hacemos de esa información es un proceso intelectual sumamente complejo, en el que intervienen las citadas memoria e imaginación, pero además una importante decodificación de signos, procesos de razonamiento, de intuición, de sistematización, de esquematización, sucede una reorganización de nuestras ideas y percepciones del mundo. Pero, ¿esta suma de procederes son exclusivos de la lectura de libros? No, la lectura de libros sólo es un ejercicio más o menos artificioso, y quizás el que hoy en día goce de mayor reputación, pero leemos porque finalmente somos lectores de la naturaleza. Como especie, como individuos sociales, como seres pensantes y éticos estamos obligados a leer el mundo, como dice Descartes.

Todos los días hemos de planear nuestra jornada, hemos de tomar decisiones, posturas ante una situación, elegir ante una disyuntiva, y todos los días lo hacemos con mayor o menor acierto. Y lo que hacemos no es otra cosa que leer la realidad, es decir analizamos las circunstancias, vemos los pros y los contras, descartamos posibles incoherencias, sopesamos las consecuencias morales de nuestra posible decisión, no estamos haciendo más que leer la realidad.

En Homo ludens, Johan Huizinga establece que el juego en los niños es una preparación para la vida adulta porque establece un sistema de reglas, de lo que se puede hacer o no, propone una serie de retos para llegar a una meta, crea las condiciones para una sana competencia basada en la socialización; igual el libro es una preparación para la lectura de nuestra vida cotidiana, salvo que, a diferencia del ejemplo de Huzinga, no se queda en la infancia como una preparación que se supera, por el contrario puede acompañarnos toda la vida ya no sólo para prepararnos, sino para ejercitar cotidianamente una especie de gimnasia mental para la toma de decisiones.

Así como nos esforzamos en fortalecer nuestro cuerpo ejercitándolo con actividad física, y lo preparamos para alguna competencia deportiva, o para reforzar nuestra salud, así deberíamos fortalecer nuestra actividad intelectual, no sólo como un receptáculo de información, sino como un músculo que a diario se ejercita en las diversas posibilidades de sus funciones intelectuales.

Tiempos como los que ahora vivimos exigen ser leídos atentamente por nosotros, hoy más que nunca debemos desarrollar nuestra habilidad lectora para leer correctamente nuestra realidad y tomar las decisiones acertadas.


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