>Los conjurados
Ricardo Sigala
En conferencia
en la Universidad de Belgrano Borges dijo: “Respeto
a los que tienen un amor fanático por los libros como objetos, pero yo sólo
entiendo el libro como un medio.” Más
adelante agregó, “¿Qué es un libro si no lo abrimos? Es simplemente un cubo de
papel y cuero con hojas.” Pero al leerlo ocurre algo mágico, despiertan las
mentes que en él se guardan como sugiere Emerson. Estamos ante la posibilidad
del hecho estético. Podemos
valorar el libro como un objeto en sí mismo, tenemos el derecho de amarlo y
enaltecerlo. Sin embargo, el libro como una cosa en sí no es más importante que
cualquier otra cosa.
Sabemos que el
libro es un depositario de la memoria y la imaginación, sin embargo, los
servicios que nos proporciona son muchos más. El su Discurso del método René descartes dice que la naturaleza es un
libro que hay que leer. Esa es una clave fundamental para entender otra de las
funciones del libro.
Leer libros es
importante no sólo porque al hacerlo nos apropiamos de información sino porque
el mecanismo por el que nos hacemos de esa información es un proceso
intelectual sumamente complejo, en el que intervienen las citadas memoria e
imaginación, pero además una importante decodificación de signos, procesos de
razonamiento, de intuición, de sistematización, de esquematización, sucede una
reorganización de nuestras ideas y percepciones del mundo. Pero, ¿esta suma de
procederes son exclusivos de la lectura de libros? No, la lectura de libros
sólo es un ejercicio más o menos artificioso, y quizás el que hoy en día goce
de mayor reputación, pero leemos porque finalmente somos lectores de la
naturaleza. Como especie, como individuos sociales, como seres pensantes y
éticos estamos obligados a leer el mundo, como dice Descartes.
Todos los días
hemos de planear nuestra jornada, hemos de tomar decisiones, posturas ante una
situación, elegir ante una disyuntiva, y todos los días lo hacemos con mayor o
menor acierto. Y lo que hacemos no es otra cosa que leer la realidad, es decir
analizamos las circunstancias, vemos los pros y los contras, descartamos
posibles incoherencias, sopesamos las consecuencias morales de nuestra posible
decisión, no estamos haciendo más que leer la realidad.
En Homo ludens, Johan Huizinga establece
que el juego en los niños es una preparación para la vida adulta porque
establece un sistema de reglas, de lo que se puede hacer o no, propone una
serie de retos para llegar a una meta, crea las condiciones para una sana
competencia basada en la socialización; igual el libro es una preparación para
la lectura de nuestra vida cotidiana, salvo que, a diferencia del ejemplo de
Huzinga, no se queda en la infancia como una preparación que se supera, por el
contrario puede acompañarnos toda la vida ya no sólo para prepararnos, sino
para ejercitar cotidianamente una especie de gimnasia mental para la toma de
decisiones.
Así como nos
esforzamos en fortalecer nuestro cuerpo ejercitándolo con actividad física, y
lo preparamos para alguna competencia deportiva, o para reforzar nuestra salud,
así deberíamos fortalecer nuestra actividad intelectual, no sólo como un
receptáculo de información, sino como un músculo que a diario se ejercita en
las diversas posibilidades de sus funciones intelectuales.
Tiempos como
los que ahora vivimos exigen ser leídos atentamente por nosotros, hoy más que
nunca debemos desarrollar nuestra habilidad lectora para leer correctamente
nuestra realidad y tomar las decisiones acertadas.
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