Samuel Gómez Patiño
Un amigo de la familia manejaba su
auto por la ciudad con toda tranquilidad y al llegar a un semáforo que tenía la
luz roja se detuvo. Un policía de tránsito, de los que andan en motocicleta lo
hizo a un costado de él; su hija, entonces de unos 5 años viajaba en el asiento
trasero y se asomaba por la ventana y al mirarla el policía, gesticulo de tal
manera que trataba de hacer sonreír a la niña.
¡Perro!, fue la respuesta de la
niña.
El policía indignado le solicito a
mi amigo que se orillará y se bajara del auto. Nuestro amigo se puso de todos
colores imaginándose el peor de los castigos.
La niña no me grito perro por su
propia ocurrencia, de seguro escucha en su casa como se expresan de nosotros y
lo repitió. Debe tener cuidado como educa a sus hijos, le espetó el guardián
del orden.
Esta historia es una muestra de
nuestra sociedad, hemos dejado de respetar a la autoridad (algunos bien se lo
han ganado), a nuestras instituciones, nuestros jefes, maestros y hasta a
nuestros padres y en algunos casos hasta a nosotros mismos. El reflejo de
muchos años de cambios en la forma que educamos a nuestros hijos.
Es muy cierto que nadie nos enseña
a ser padres, no hay un libro o escuela que realmente lo haga, los únicos que
lo pueden hacer son nuestros hijos, así es ¡nuestros hijos!
La educación debería valorarse en
tres niveles: los padres, los maestros y la sociedad.
Hoy los padres le tienen miedo a
sus hijos, en algunas sociedades las leyes sobreprotegen al infante (algunas
veces necesario de padres con problemas mentales) y hasta se han dado casos de
jueces que les dan el divorcio de sus padres porque estos no cumplen la
expectativa del menor, me pregunto cuál puede ser.
La educación inicial y quizás la
más importante viene de casa, principalmente de los padres; educación y
aprender a utilizar adecuadamente los conocimientos en la escuela a través de
sus profesores, desde la primaria hasta el profesional, y practicarlos le
corresponde a la sociedad a través de sus empresas, así como respetar sus
valores y fomentar la igualdad, el desarrollo, la tolerancia pero sobretodo,
junto con los gobiernos, la armonía de los ciudadanos para conservar la paz
social.
El problema es multifactorial,
desde los adolescentes que después de un desliz recibieron la llegada de los
hijos, a veces hasta con matrimonios forzados que al tiempo fracasan; los
jóvenes que no planifican su vida, menos cuando se convierten en padres sin
tener la experiencia necesaria o personas de edad avanzada sin las fuerzas
necesarias para cuidarlos o personas con problemas económicos que hasta parece
que su pasatiempo es traer hijos al mundo. Ser padre es una responsabilidad por
lo tanto debería planearse antes de concebir, para poder darle una mejor
oportunidad en su vida con educación, cariño, atención, etc.
Ahora bien, llegan los hijos y en
mi opinión por desconocimiento al educar a nuestros descendientes y en el afán
de que ellos no sufran las carencias que pensamos que tuvimos hacemos hasta lo
imposible por evitarles el sufrimiento, sin meditar adecuadamente sobre este
aspecto. Por ejemplo, mis padres no me llevaban a la escuela en carro, entonces
le compro uno, ni siquiera trabaja para ganárselo. Trabaje y estudie, no lo dejo
trabajar, que se dedique solo a la escuela para que no batalle. Me parece
ridículo que le compremos a nuestros hijos (sobre todo en la primaria) un
celular que en muchos de los casos hasta es más inteligente que el mío, cuando
no es necesario y solo le enseña a ser irrespetuoso con su uso dentro de las
aulas. Sin realizar el esfuerzo por obtener algo, solo logra que no valoremos
las cosas.
Es loable el trabajo de los padres
por darle todo a sus hijos, pero como se dice por ahí, “ni tanto que queme al
santo, ni tan poco que no lo alumbre”, por lo que debemos planificar mejor la
educación de nuestros hijos, donde son responsables no sólo los padres, sino
hasta los abuelos, tíos y personas mayores que lo acompañan en su crecimiento.
La televisión, el internet o los
medios externos al niño no deben ser los formadores de ellos; son nuestra
responsabilidad y por tanto ellos serán nuestro reflejo ante la sociedad. Por
lo pronto, mientras mis hijos crecían, trate de ser, su héroe cuando eran
pequeños y después el padre que los podía proteger y guiar en su vida a través
del buen ejemplo, cuidando no sólo mi imagen personal y el lenguaje, sino
siendo congruente entre mis palabras y mis quehaceres. Pero puede decirles que
trate de que no olviden de que en primer lugar soy su padre, no soy su amigo,
sigo siendo la autoridad mientras viven conmigo y bajo las reglas de la casa.
Los buenos ciudadanos se hacen
literalmente en casa, no solo se conciben. Seguimos con este tema en la
siguiente columna.
Me gustaría leer tú opinión, puedes
escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Vicepresidente Educativo del Club
Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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