J. Jesús Juárez Martín
Un
mensaje en el principio de nuestra era, anunció con celestial canto, el
nacimiento de Cristo, el Mesías anunciado por los profetas, esperado por los
patriarcas, el deseado por el pueblo hebreo.
Un
canto que, a los hombres sencillos de los contornos de Belén, les reveló el
cumplimiento de las profecías y la convergencia de los tiempos en el niño
recién nacido.
Una
refulgente estrella que apareció en el Oriente, dejó constancia sideral de la
Buena Nueva, del gran acontecimiento; una infantil sonrisa a los cultos magos
les enterneció, cautivó, y al Niño rindieron vasallaje y adoración.
Han
transcurrido veinte siglos y el eco de aquel histórico canto, resuena en todas
las latitudes y sigue siendo anhelo de los hombres de buena voluntad: Paz en la
Tierra; porque la humanidad simuladora y turbulenta, ha logrado en tiempos la
no agresión fundada en el temor, el equilibrio de la potencia bélica que
garantiza la tregua, el apego a normas de pseudojusticia impositiva, la
relación contractual entre los humanos y pueblos por el poder de la economía o
de las armas.
Simulaciones
endebles como lo ficticio, el temor de la aturdida humanidad con el vértigo de
cambio tambaleante busca solución en lo externo; pero como el
escritor Antoine de Saint-Exupéry dogmatizó: “lo esencial es
invisible a los ojos”; sólo la condición interna de buena voluntad, conducirá a
la humanidad a encontrar el camino de la paz, la esperanza en disfrutar
del amor a la especie humana, actualizando la doctrina de amor y paz que el
divino infante practicó. FELIZ, VENTUROSO, PRÓSPERO AÑO 2017.
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