Ricardo Sigala
¿Por qué Donald Trump quiere
construir un muro en la frontera con México? ésta puede parecer una pregunta
meramente retórica pero no es así, se trata de un cuestionamiento necesario
porque al indagar un poco en las posibles razones se evidencia ya bien una
estrategia política tan compleja que no alcanzamos a comprender, o bien una
completa falta de lógica. La construcción del muro tiene muchas implicaciones,
algunas de ellas muy importantes, pero me quiero detener en el aspecto símbolo
de la empresa en cuestión.
En
la historia reciente, la idea de un muro remite inmediatamente al muro de
Berlín que representó no sólo la división entre las dos Alemanias, la Federal y
la Democrática, entre Europa Occidental y Oriental, sino también la idea de un
mundo separado en dos bandos irreconciliables y en permanente tensión:
capitalistas contra socialistas. Sobre todo, fue el pretexto que justificó
entre los dirigentes de ambos lados la ejecución de políticas hostiles y
agresivas, cuyos principales afectados fueron siempre los ciudadanos.
En un principio el muro de Berlín
quiso representar el poderío de cada uno de los bandos que se disputaban el
mundo, finalmente pasó a la historia como uno de los símbolos de la falta de
comunicación entre las naciones y los individuos, el fracaso del diálogo y de
las ideas, representado en un mundo dividido entre buenos y malos, ricos y
pobres.
El
escritor alemán, Max Frisch, definió el muro como una enfermedad, para Patricio
Pron es una herida, la
instalación Die Mauer del artista berlinés Yadegar Asisi,
asume que el muro es además “un espejo, una superficie de refracción de las
contradicciones, las desigualdades y las ambiciones de ambos lados.”
Las fronteras
existen y tienen la cualidad de funcionar a la vez como vícnculo y separación,
eso dependerá, por una parte, de las políticas nacionales y, por otra, de la
forma en que los fronterizos se relacionen más allá de lo que designen sus
gobernantes. Sí, las fronteras nos ponen de frente al otro que puede ser amigo
o no, pero una muralla es contundente, es el signo de la exclusión.
Históricamente las murallas se han alzado como una separación entre los
civilizados y los salvajes, entre los avanzados y los bárbaros. Sin embargo,
eso en muchos de los casos no pasa de ser un prejuicio. Pues no queda claro de qué
lado están los verdaderos bárbaros. En la ficción, la Muralla de Juego de Tronos es un ejemplo; en la
realidad tenemos el más simbólico de los muros fronterizos en nuestros días que
es el de la Franja de Gaza, que separa a Palestina de Israel. Uno no puede dejar de preguntarse de qué lado
del muro que proyecta Trump se encuentran los bárbaros.
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