>Los conjurados
Ricardo Sigala
Hace años que el sistema político
mexicano está en crisis, las evidencias están al alcance de la mano y no hacen
falta sesudos argumentos para demostrarlo. La mala reputación de los políticos
y la afectación a nuestra seguridad, social, económica y laboral, solo por
mencionar algunas, son elocuentes. Vivimos en una permanente incertidumbre y
nuestro futuro es incierto.
He
dicho el sistema político, deliberadamente no dije el PRI, el PAN, el PRD, dije
el sistema político porque está claro que los partidos funcionan en conjunto,
como una especie de gremio organizado, y más allá de sus preceptos ideológicos
o políticos tienen en común la voracidad con que se han dedicado a saquear al
país con el fin de construirse y sostenerse una vida de lujos que raya en el
mal gusto y en la franca ofensa a la ciudadanía. Son ellos los que han hecho
del servicio público un negocio particular y de la corrupción el mecanismo
natural de sus negociaciones en su práctica diaria.
En
este escenario desolador en lo que se refiere a los representantes políticos,
se hace necesaria e indispensable la figura del ciudadano. Si los partidos
políticos han fallado es el ciudadano el que debe emprender las acciones de
civilidad que aquellos han dejado de hacer.
Sin embargo, debemos ser cautelosos
con las palabras. No sólo en el uso que hacemos de ellas al hablar,
especialmente debemos tener cuidado en el momento de su recepción. Hay un
constante bombardeo de ciertos políticos que se presentan como ciudadanos, sin
embrago pertenecen a un partido político registrado como tal, que recibe su
presupuesto del Instituto Nacional Electoral (INE) como el resto de los
partidos, que incluye en sus filas a ex políticos del PRI y el PAN, muchos de
ellos con muy mala reputación, que cobran sueldos de políticos, y lo que es
peor que usan los mismos recursos de manipulación que ciertos partidos en
nuestro país.
Durante
buena parte del siglo XX la palabra clave fue revolución, ella representaba
nuestra salvación, el camino correcto, el nacionalismo, así pues, surgieron el
PNR, el PRM, que terminaría siendo el PRI. Ellos decían que más que políticos
eran la encarnación de la revolución mexicana y disentir con ellos era casi una
traición a la patria. Y nos engañaron durante casi un siglo.
Hoy
en día la palabra de moda es ciudadano, y corremos el riesgo de caer en el
mismo error, debemos evitar que nos la usurpen. Debemos distinguir entre los
miembros de la clase política cuyo objetivo es conservar sus privilegios a
costa de la devastación del país, de aquellos ciudadanos que son movidos por el
interés común, por la construcción del país que les vamos a heredar a nuestros
hijos, por el establecimiento de un proyecto de nación.
Ya nos desprestigiaron las palabras
revolución, democracia, política, solidaridad, alternancia, que no nos quiten a
los ciudadanos el prestigio de la palabra ciudadano, esa palabra que tiene la
misma raíz de las palabras civilidad y civilización.
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